—¡Corre! —Soltó sin preámbulos, casi sin aliento.
Quería hacer lo que me pedía, correr tan rápidamente como pudiera, pero me encontraba paralizada. El humo comenzaba a arremolinarse en mis pies, subiendo en espirales que cubrían mis extremidades y se iban enrollando en mi torso dejándome sin escapatoria.
No lo veía por ningún lugar, pero podía sentirlo. Una presencia oscura, viscosa, olía a podredumbre y podía palpar la maldad que exhalaba. Se iba arrastrando lentamente entre los confines de mi mente y estaba entrando en pánico, comenzando a agotar mis fuerzas luchando contra las intangibles ataduras.
Tenía que salir de aquí. Tenía que salvarlo a él. Tenía que acabar con el mal que por años ha morado en la aldea, llegando cada poco tiempo y acabando con la vida de todos los que amaba, de gente inocente...
La rabia la llenaba, la ira desataba los confines donde la magia habia estado reclusa todos estos años, podía sentir como empezaba a tironear desde su interior queriendo emerger. Cerró los ojos y con un suspiro la dejó finalmente salir...
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