Érase una vez una chica que lo daba todo por la felicidad de los demás, ella nunca se tomaba en cuenta, las personas a su al rededor, la menos preciaban tanto que ella nunca se llegó a querer a sí misma, >>¿llegaría el momento algún día de que alguien la viera con otros ojos?<< aparte de verla como un bicho raro, no se sabe, tal vez podría llegar o tal vez no, ella solo deseaba una persona que la entendiera que la animara cuando estuviera triste que estuviera en los malos y buenos momentos de su vida, ya que no tenía ni un alma que la acompañara ni sus padres estaban en este mundo tan cruel para ayudarla, solo personas tan despreciables, ella trabajaba en una mansión para poder mantenerse viva, su sueldo por lo menos le alcanzaba para comer las tres veces al día, ya que las personas que vivían ahí no le daban ni de comer, por lo menos si le daban un buen sueldo lo único bueno que ella tenía, le habían dado una pequeña habitación para que se hospedara más que una pequeña habitación parecía un cuartico de limpieza, pero si no tenía donde vivir tenía que conformarse hasta poder ahorrar lo suficiente para alquilar una habitación en otro lugar, tal vez cambiar de ciudad y comenzar una nueva vida, conocer nuevas personas tener amistades y quizás conseguir al amor de su vida, casarse y formar una familia que era lo que ella más quería irse para no volver jamas a ese lugar donde había pasado tantas malas rachas, tantas humillaciones quería olvidarse de todo aquello; cuando ya al fin había reunido todo el dinero necesario empaco las pocas prendas de ropa que tenía en un viejo bolso que le había regalado su madre antes de morir era lo único que le quedaba de ella, agarro las llaves que se encontraban en su mesita de noche abrió la puerta sin hacer ruido y sin decir nada solo marchó hasta la parada del bus sin saber a donde llegaría o que destino tomaría solo se fue pensando en conseguir una vida propia digna de ella vividla.
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