Pilar nació a mediados de los noventa en un barrio triste y olvidado. A los catorce se dio cuenta que no se encontraba a gusto con su cuerpo y con la identidad sexual que le habían asignado aleatoriamente. Así que empezó a hacerse llamar Pablo. Poco tiempo después conoció a Elena. Elena tenía un alma buena y la ingenuidad que tienen las niñas que nunca han salido de su casa. Pronto Pablo y Elena se enamoraron como solo saben enamorarse los adolescentes. Vivían su amor a escondidas porqué sus familiares no entendían su relación. Se robaban besos en las esquinas donde no daba la luz de las farolas, se apartaban en los sitios más rebuscados compartiendo su amor en la sombra como vampiros. Sin embargo, el hermano de Elena odiaba a Pablo. Que haces con ese medio hombre, le preguntaba a su hermana. Pero Elena quería mucho a Pablo y odiaba esas estúpidas preguntas.
Finalmente, la pareja decidió escaparse de casa para poder vivir en paz. Se fueron a un piso ocupado, ya que no tenían trabajo. Dormían en un colchón en el suelo y comían pizza fría. Un día, algún chivato le informó al hermano de Elena que la pareja estaba dejándose ver por la calle después de varios días encerrados en casa. El hermano de Elena salió a buscar a su hermana como un cazador sale a cazar. Cuando Pablo y Elena lo vieron, empezó una persecución en moto. El hermano de Elena gritaba y daba patadas a la moto de Pablo para que parase. Al final una de esas patadas hizo que Pablo perdiese el control y la pareja se cayó al suelo. Pablo se levantó en seguida, ileso. Elena no tuvo la misma suerte y no volvió a levantarse ni a querer a nadie más.
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