Barcelona, amor y odio sembrados desde la playa hasta las montañas que la rodean. A veces asquerosa como un escupitajo que el sol seca en el asfalto, otras tan linda como una rosa roja con espinas de seda. Desde mi Barceloneta canalla hasta la Vallvidrera gourmet de Pepe Carvalho, subiendo por la Rambla entre putas y ladrones, cabalgando las calles del centro con sus tiendas que venden camisetas del Barça. Paseando por Gracia con su arte, su música y luego arriba por los barrios pijos, donde viven futbolistas y actores. Sant Gervasi y Sarría. Sitios que casi ni parecen pertenecer a esta ciudad. Me pierdo después por el Eixample y su ambiente gay friendly que te permite relajarte, disfrutar de los placeres de la vida y a lo mejor romper algún que otro tabú, si te apetece. Vuelvo a bajar hasta el Raval para interactuár con los que quieren venderme cualquier cosa, desde hashish hasta su cuerpo. Luego el Gótico y su olor a meado. Peleas entre guiris y carteristas, policías persiguiendo al mismo ladrón de siempre, los travestis, los centroafricanos, los magrebíes, los latinos, los mediorientales, los chinos, los italianos. Poble Sec, con los dominicanos y sus bares. El Paralelo que parece Broadway con sus teatros y su Moulin Rouge. Poblenou y los okupas, rastas, perros y porros. La Zona Franca por si quieres pillar algo de farlopa, la Mina con su estatua de Camarón y los gitanos con guitarras y palmas. El Carmelo y sus calles cuesta arriba como la vida misma. Badalona y l' Hospitalet como columnas de Hércules defendiendo la ciudad. Colores, sabores, etnias, idiomas, política e historia se funden en esa ciudad y dan vida a algo hermoso e irrepetible. Como una obra de arte, como la película perfecta, como el culo de aquella mujer.
Vielen Dank für das Lesen!
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