mavi-govoy Mavi Govoy

La expedición enviada a la luna del planeta Iota Horologii b desaparece tras el alunizaje. Las investigaciones previas indicaban que Iota Horologii b es un gigante gaseoso con una masa varias veces superior a la de Júpiter y que su luna posee atmósfera, un campo magnético estable y agua en su superficie, pero la acusada excentricidad de la órbita del planeta en torno a su sol hacía poco realista la búsqueda de vida, puesto que los hipotéticos organismos vivos tendrían que ser capaces de soportar temperaturas extremas tanto en invierno como en verano. La expedición tenía por objeto valorar la posibilidad de explotar yacimientos de minerales raros. Pero ha desaparecido misteriosamente, su ordenador central enmudeció de repente, sin ningún aviso previo de funcionamiento anómalo, y tampoco se ha recibido señal de los cuatro tripulantes vivos ni del androide. Desde la estación orbital Sidereus domus se organiza una expedición de rescate… * * * Mi agradecimiento a los lectores Beta que dedicaron tiempo y ganas a la Misión Horologii. La trama y la redacción de la historia son mías, pero ellos aportaron su granito de arena para que la narración fuese un poco más fluida.


Science Fiction Weltraumoper Alles öffentlich.

#LaOperaEspacial
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1. Prueba rutinaria


«Es una secuencia, solo hay que seguir los pasos en orden. Y mantener el enfoque, que nada te distraiga», se recordó Lorelei.

Sentir sobre ella la mirada fija de la instructora e imaginarse el gesto ceñudo que tendría su rostro chato y algo fofo no facilitaban la concentración, pero Lorelei había llegado a un acuerdo con su cerebro y fingían no ver la compacta masa opaca que masticaba goma sin descanso y tomaba notas en la tableta adosada a la manga del mono.

Por lo menos no estaban en una cabina cerrada, sino en el gran hangar de la estación orbital Sidereus domus. Allí había corrientes de aire y, aunque el olor predominante era el de los aceites industriales, también había vegetación. De hecho, la gran novedad de Sidereus domus eran los jardines. En las demás estaciones orbitales la vegetación estaba constreñida al espacio disponible en el invernadero, pero aquí uno de los ingenieros diseñadores convenció al patrocinador para extender jardines verticales por todas las superficies posibles. Las paredes y gran parte del techo del hangar donde se estacionaban y se realizaba el mantenimiento de las pequeñas naves de exploración estaban vivas y transmitían sosiego y ánimo a Lorelei.

Una luz azul empezó a parpadear casi en el extremo inferior izquierdo del gran tablero de control del simulador de vuelo.

«Es el indicador de panel en modo manual, que pide una ratificación para no saltar al modo centralizado automático. Apágalo y sigue».

Las mandíbulas de la instructora inexistente crujieron. Era difícil fingir que una trasteaba un simulador de navegación por voluntad propia cuando quien tendría que ser imperceptible como un fantasma se esmeraba en hacer ruidos molestos, los crujidos le ponían las vibrisas de punta a Lorelei. La instructora explotó una pompa de chicle y las sensibles orejas de Lorelei se encogieron, pero sus dedos finos y ágiles no perdieron el ritmo sobre el enjambre de palanquitas, botones, relés y visores del extenso panel de control.

No se iba a dejar amilanar. Solo se trataba de una prueba rutinaria, no era un examen y en teoría no pasaría nada si lo hacía mal o se olvidaba de alguna comprobación, pero quienes fallaban las pruebas rutinarias no participaban en las misiones reales, de modo que se elevó un poco más en el aire vacío y prosiguió con la rutina de encendido manual de una nave de exploración.

No hubo sonido, ni tampoco un olor reconocible, pero las vibrisas captaron la sutil agitación de aire, por supuesto. Lorelei no entendía que otras especies pudiesen apreciar lo que sucedía a su alrededor sin disponer de vibrisas. Suplían con ingenios electrónicos la inferior eficacia de sus órganos sensoriales, pero eso los hacía dependientes de las máquinas. Ella no necesitaba de ningún aparato chivato ni de sus ojos ni de sus orejas suaves y puntiagudas para saber que alguien muy sigiloso se había detenido junto a la instructora cuya existencia su mente negaba, aunque, por desgracia, su palpable ausencia no impedía los desagradables ruidos de masticación.

De repente, cuando solo faltaban un par de comprobaciones más para terminar la simulación de la maniobra de despegue manual, el puño de la instructora masticadora inexistente se materializó sobre el panel y aplastó el botón rojo de cancelación.

Por instinto, Lorelei se elevó un poco más, y también se apartó un paso. El simulador de navegación ronroneaba y se apagaba. Sabía que lo había hecho todo bien hasta ese momento. ¿Por qué no le habían dejado acabar la prueba? ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa?

Sus grandes ojos redondos enfocaron a la instructora y al intruso, que agitó con energía una mano flaca para saludarla.

La instructora era una mujer grande, atlética, pero al lado de Sigfredo parecía bajita y regordeta. En realidad, casi cualquier humano parecía bajo y grueso al lado de Sigfredo. Para los vryks la talla media estaba en dos metros veinte, y Sigfredo superaba con holgura la media de su especie. Mucha altura y una constitución enjuta, de hombros estrechos y extremidades interminables, delataba que procedía de un planeta con menos gravedad que la Tierra. En realidad, Klorus, el mundo natal de los vryks, era una luna de un planeta de clase supertierra en órbita alrededor de una estrella binaria en la constelación del Draco.

Los vryks fueron la segunda civilización extraterrestre localizada por los humanos. La primera, un siglo antes, fue la de las nereidas. Es decir, los humanos llamaron nereidas -en griego, hadas- a los seres inteligentes del planeta Vergel debido a su pequeño tamaño, a las alas y a que habitaban en bosques; de la misma forma que a los vryks les pusieron ese nombre en referencia a los vampiros -vryk procedía del término griego vrykólakas, que significa vampiro-.

Esos nombres, nereidas y vryks, no se conocían en sus respectivos mundos, donde los nativos se identificaban a sí mismos como gente, lo que era bastante lógico. Pero los sonidos sibilantes del idioma de los vergelitas y los borboteantes de los klorineses provocaban nudos en la lengua de los humanos, que idearon otros términos para identificarlos. Podían haber empleado vergelita y klorinés, sin duda, pero decían que también las demás especies vegetales y animales autóctonas eras vergelitas y klorinesas. Y tenían razón.

Además, no podía negarse que la apariencia de los vryks los asemejaba a los chupasangre míticos, altos, delgados, pálidos y de hábitos nocturnos, aunque más que la nocturnidad, lo que los caracterizaba era su buena vista en la oscuridad. No era de extrañar, en su hábitat natural se producían eclipses de sol cada vez que el planeta que orbitaba su luna se interponía delante de los soles. Había dos razas vryks principales, con diferencias en el color del pelo y de la piel, pero en ambas el iris de los ojos era rojizo y los colmillos, largos y afilados.

Lo curioso es que eran vegetarianos, no toleraban la carne y tampoco eran aficionados a los lácteos.

—Lo siento, niña. Comandancia te reclama ahora mismo —rumió la instructora sin dejar de masticar chicle, como justificación a lo que acababa de hacer.

A Lorelei no le gustaba que la llamasen niña, pero había descubierto que la mayoría no lo hacía como un desprecio. Para los estándares humanos ella era bajita, menuda y de cara aniñada, y a nadie le importaba que para los estándares de las nereidas fuese excepcionalmente alta.

Parado junto a la instructora, la de por sí gran sonrisa de Sigfredo se hizo aún más extensa, aunque consiguió mantener los labios cerrados, era consciente de que a los humanos les intranquilizaba la visión de sus largos colmillos.

El motivo por el que la evolución los había dotado de unos colmillos tan largos se descubrió al investigar su sexualidad. Para reproducirse, los vryks fecundaban una planta y, para fecundarla, por descabellado que sonase, le clavaban los colmillos y le inyectaban… bueno, el equivalente a espermatozoides.

La idea de que existiese una especie inteligente con los genitales dentro de la boca era retorcida, pero ahí estaban los vryks para demostrar su factibilidad. Todos ellos eran varones. No tenían hembras porque ciertas plantas de su mundo eran las que gestaban a sus hijos. Y no solo eso. Los niños vryks no rompían el equivalente al cordón umbilical hasta los cuatro o cinco años, que era cuando dejaban la guardería vegetal y se incorporaban a la sociedad adulta.

Los ojos de sigfredo relucían con brillos rojos, parecía encantado de la situación. Hizo un rápido gesto de saludo a la instructora antes de apremiar a Lorelei a seguirlo. Su boca se movió para dejar escapar una catarata de ruiditos chasqueantes y gorgoteos que el aparato traductor que llevaba incorporado al cuello de su uniforme convirtió el palabras.

—Vamos de prisa. Me ha costado localizarte y nos están esperando —dijo la voz metálica del traductor.

El habla de los vryks era un completo galimatías, difícil de reproducir incluso para las inteligencias artificiales. El verdadero nombre de Sigfredo era impronunciable, un sonido no apto para humanos -ni para nereidas, apuntó Lorelei en su mente- que recordaba el rociar de agua con una regadera sobre un suelo arenoso. Por eso le habían puesto un apodo.

Para ser precisos, lo había elegido él mismo. Había tres vryks en la estación orbital, Alfredo, Sigfredo y Godofredo. Era claro que habían seleccionado los apodos por su sonoridad.

Lorelei revoloteó para alcanzar a Sigfredo, que avanzaba con las zancadas silenciosas de un depredador al acecho. Por lo común ella prefería moverse a ras de suelo, llamaba menos la atención, pero estaba enfada y se alzó hasta la altura del vryk, apenas consiguió contener la protesta antes de alejarse unos cuantos metros de la instructora.

—Has hecho que me cancelen una prueba de control de vuelo —siseó con los dientes apretados—. Espero que haya una buena razón para…

Sin dejar de sonreír, Sigfredo le dio un golpecito con el codo que la desestabilizó en el aire. En la estación orbital estaban convencidos de que ellos dos eran grandes amigos, incluso el vryk parecía pensarlo. Vale, quizá fuera cierto, no se llevaban mal, pero la realidad era que no tenían muchas más opciones.

Sidereus domus era una estación orbital humana, casi toda su población era humana y los escasos vryks y nereidas tendían a juntarse entre ellos, era casi inevitable, los mismos humanos les dejaban mesas aparte en el comedor «para que se sintieran más cómodos». Lo hacían de buena fe, y a Alfredo, Godofredo y Sigfredo les parecía oportuno y adecuado tener su propio espacio. Pero el caso de Lorelei era especial.

Los humanos la consideraban una nereida, tenía alas de nereida, volaba como ellas y sus rasgos faciales eran más similares a los de las nereidas que los de los humanos, pero las nereidas la consideraban humana, era casi tan alta como una humana, no tenía garras retráctiles en los dedos y aunque tuviera vibrisas en las cejas y en las orejas, situadas en lo alto de la cabeza y orientables como las de un gato, carecía de bigotes y su nariz era humana.

Lorelei era ambas cosas, una mezcla de ambas especies, pero parecía no encajar en ninguna de las dos. Por eso no era infrecuente que acabase en compañía de los vryks. Con ellos no se planteaba si era humana o nereida ni hasta qué punto era cada cosa, con ellos era Lorelei y nada más.

Sin dejar de andar, el vryk emitió una sucesión de ruidos. El susurro metálico antinatural se superpuso a los excitados borboteos de la voz. El aparato traductor de Sigfredo era del modelo más básico: funcional, compacto y poco eficaz para transmitir emociones y, sin embargo, de algún modo, tradujo la alegría del vryk.

—Comandancia nos llama a ti y a mí. La gran jefa está reunida con Viriato el trol y ha ordenado que nos presentemos de inmediato… ¡Vamos a conocer al trol!

7. Februar 2023 00:00 4 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Joni Mercado Joni Mercado
Me deslicé por los renglones de manera amena y fluida, merito tuyo. La seguiré leyendo en algún momento.
May 11, 2023, 05:08

  • Mavi Govoy Mavi Govoy
    Gracias por comentar y por darle una oportunidad a la historia. May 11, 2023, 06:57
Joel Villalba Joel Villalba
Me a gustado hasta cierto punto, trataré de ver cómo dejar mi reseña
February 07, 2023, 17:13
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