Autor: J.H. Alarcón
LA PAMPA Y LA PUNA
Tal vez y solo tal vez… si se hubieran conocido en otra vida de otro tiempo de otra primavera, solo digo tal vez, pues el hombre por lo general suele echarle la culpa de las desgracias al mero destino y anhelan desde lo más profundo de su ser que en otra vida les iría mejor. Ya que en esta; su amor no fue aceptado ni bendecido, ni en la tierra, ni en el cielo…
Desde que cruzaron sus miradas aquella hermosa tarde de primavera, como solo se puede vivir en la sierra, supieron sin lugar a ninguna duda que se pertenecían el uno al otro por todas las vidas, decidiendo desde entonces a caminar juntos el largo y empinado sendero del vivir. El tiempo que pasaban juntos naturalmente era maravilloso y sin ningún contratiempo, después de todo suele pasar que en la época de enamoramiento los ojos de ambos se pintan de colores vivos dejando de lado alguna imperfección del otro. Pasaron casi tres meses en amoríos y mimos cubiertos de ternura con besos, cuando tomaron la decisión de casarse y fueron a buscar la bendición de sus padres. El joven Leoncio Huamani y la bella Juana Jiménez, se dirigieron a sus respectivos hogares a buscar la tan esperada bendición para poder contraer nupcias y vivir su historia de amor como solo para ellos era lo único importante, nublando la vista a cualquier necesidad aparte.
Para su pesar de ambos, el padre de Juana hombre notable del pueblo, hacendado y prominente empresario se opuso rotundamente a su unión, argumentando que jamás permitiría tal infamia que denigrara a su familia ya que el enamorado Leoncio pertenecía a una casta inferior venida de peones y servidumbre, que ni padre tenía. La oposición del padre de Juana era tal que me atrevería a decir que era algo mucho más de lo que argumentaba. Por otra parte, la madre de Leoncio aceptó la decisión de su contraparte y también se opuso rotundamente a la unión, que si bien era cierto nada malo pedía.
1.Kipi: dícese en quechua al bulto que llevan las personas sobre sus hombros ya sea en manta o costalillo.
Habría que ser una persona que jamás conoció el amor; para pensar que este par de enamorados agachó la cabeza y aceptó la indolente y egoísta decisión de sus progenitores. Les comentaré con entusiasmo y algo de pesar que los dos jóvenes maquinaron un plan de escape, dejando herencia y hogar, recuerdos y sangre, amigos y vecinos, dejar todo y donde sea que fueran, empezar de cero. Habrían creído seguramente que el amor es todo lo que necesita el ser humano para sobrevivir, increíble que no tomaran en cuenta alimento, vestido y techo. Pero en el clímax de estos sentimientos llenos de frenesí es inútil pedir que piensen en realismos, porque todo lo que viven lo hacen en un mundo de fantasías inventados y alimentados por sus deseos y ambición de calor mesclados con besos interminables, que si por ellos fuera, terminarían ahogados en ellos. Cada uno armó su kipi1 con lo que creían necesitar para el viaje, acompañado de algo de dinero juntado o dado, y con la firme idea de no retroceder en su decisión, se escabulleron de sus casas antes que rompa el alba cuando aún todos dormían y sin levantar sospechas hasta que fue muy tarde. Los dos enamorados se encontraron en una terminal terrestre acordada, donde un bus camión viejo y acabado los llevaría a su lugar soñado, mientras estén juntos cualquier lugar al que ballan no les importaba. Mientras el bus se alejaba de su pueblo una que otra lagrima se coló de entre sus ojos abiertos, se miraron fijamente sin contarse melancolías causadas, solo se abrazaron y besaron, cualquier recuerdo que cause tristeza ya estaban de más los arrepentimientos, de ahora en adelante solo estaban los dos que se apoyarían mutuamente, un matrimonio realizado en su mundo imaginario, mientras veían en las ventanas como se alejaban de su vida anterior y un juntos por siempre hasta que la muerte los separe selló la ceremonia. Abandonando su cálido valle llegaron a lo más alejado que pudieron, hallándose ante sus ojos la gélida puna, donde el clima es tosco e inclemente, aquel lugar donde no acaricia la lluvia, sino golpea con fuerza el granizo, donde no te toca la briza, sino que te golpea el fuerte viento helado. Allí fue donde decidieron quedarse y aunque no sea para ellos el lugar perfecto para vivir, su amor, creían, cambiaria el clima en su hogar.
Naturalmente ambos provistos de inexperiencia en ser independientes, supusieron que lo primero que debían hacer es buscar posada y trabajo, ¿trabajo en qué? Si eran lo suficientemente jóvenes como para no haber aprendido ningún oficio, sin embargo cuando está presente el deseo, para algunas cosas, el creador suele ponerte al frente tuyo las oportunidades justas y si eres lo suficientemente observador uno se podría dar cuenta de los regalos que la vida te suele dar, así pues lo primero que encontraron lo tomaron, siendo el trabajo de pastores lo que les ofrecía techo, comida y paga para poder sobrevivir, además de todo lo más importante era
1.Kipi: dícese en quechua al bulto que llevan las personas sobre sus hombros ya sea en manta o costalillo.
que en el trabajo podrían estar juntos todo el tiempo.
2.Ichu: yerba que crece en abundancia en las punas y sirve de alimento para los animales q pastan esas zonas
Así comenzó su historia de amor en las heladas e inhóspitas punas, donde poco a poco pudieron aprender a la perfección el oficio del pastoreo mientras se amaban sin límites ni sermones, allí donde todo es libre y corre el viento por el inmenso campo que no lo limitan paredes ni condiciones, allí amándose día y noche cada vez que podían en el ichu2 o en unos pellejos sobre la tierra dentro de su choza. El tiempo que pasó siempre fue dulce y mientras se esforzaban en su trabajo esperaban con ansias la venida de su primogénito que bendeciría más su unión. Con el tiempo llegó su casa, llegaron sus propios animales, pero el niño o niña que esperaban con ansias que fecundara el vientre de Juana; no llegaba. Pero nunca dejaban de intentarlo.
Los jóvenes enamorados que conoció el campo ya no eran jóvenes, los adultos ya no eran adultos, ahora quedaban cuerpos cada vez más decadentes, aunque sus aspectos habían cambiado, el amor que se tenían no era afectado por el tiempo o al menos eso se lograba notar a simple vista, pero por más enamorados que ellos estén no podían ocultar su sueño frustrado y el hijo que nunca llegó; llenó de tristeza aquellos frágiles y ancianos corazones que ya no podían desear un heredero tener.
Nunca fueron capaces de echarse la culpa el uno al otro, su amor era tanto que solo se recriminaban en silencio a ellos mismos, para luego mirarse a los ojos con compasión. Poco a poco Juana había dejado el sueño y la esperanza de concebir; tratando de desviar su atención y cuidado a sus perros, gatos y algunas ovejas a las cuales trataba como personas, como a los hijos que nunca pudo tener, les tejía ropas, teniendo largas y entretenidas conversaciones con sus adoptados de otras especies; de esa manera pasaba sus días disfrazando su dolor, siempre viéndola con una gran sonrisa dibujada en su cara.
Por otra parte, Leoncio, nunca pudo superarlo y siempre trató de curarse por todos los medios para poder embarazar a su amada esposa, porque creía fervientemente que el problema radicaba solo en él. Sabía que, aunque su esposa lo recibía siempre con una cálida sonrisa, en realidad lloraba sangre por dentro y quería ser madre, aunque no lo dijera.
Cada vez que podía Leoncio solía visitar a los más reconocidos curanderos, chamanes y brujas de pueblos vecinos o de la ciudad, que naturalmente le prometían la solución tan ansiada que buscaba; sin embargo, lo único que conseguían era dejarlo con menos dinero del cual disponía antes de verlos. Viejos y viejas charlatanes que solo se aprovecharon de su ingenuidad, de su ilusión y de su necesidad. Claro está que todo esto que hacía era sin hacer sospechar a Juana. Pese a que fue engañado tantas veces, el viejo terco seguía intentándolo, tal vez también creía que siquiera alguno de esos brujos tendría que ser autentico, rogando a Dios poder encontrar su cura o llevarlo hacia la puerta del quien la tuviera, con los años intentándolo su fe fue decayendo y la duda existencial rondaba su frágil mente preguntándose si Dios realmente existía, con las dudas pecaminosas, insidiosas y blasfemas, durmió. Durmió como siempre y antes de hacerlo le dio el tan acostumbrado beso de buenas noches que se daban ambos desde que comenzaron a compartir el lecho. Sea como fueren los pensamientos oscuros que tubo antes; repercutieron en sus sueños y se infiltraron en ellos, convirtiéndolos en horrendas pesadillas, apareciendo en ellas todos los chamanes, curanderos y brujas a los cuales había visitado durante todo este tiempo tratando de buscar cura a su mal, las imágenes de estos personajes si bien los reconocía a la perfección, ya no eran los mismos sino que sus ojos, sus caras y sus cuerpos se veían tenebrosos, le recriminaban una y otra vez que si en verdad creía en Dios por que llegó a buscarlos si se sabe muy bien que ellos y sus prácticas no se encuentran bien vistos ni aceptados por la gracia del creador, también le hacían recordar que sea como fuere que acabe su vida, su alma ya estaba destinada a arder en lo más profundo de los infiernos, se abalanzaron contra él, arañado su piel y mordiendo sus carnes con unas tenebrosas garras y colmillos que les habían crecido, causándole un enorme y sobrenatural dolor que no podía resistir más y despertó abruptamente sudando frio, para darse cuenta q era como las tres de la madrugada. Estaba agitado y sudoroso, miró a su esposa que aun dormía plácidamente, para alivio de él solo era un mal sueño o quizás una advertencia por sus pensamientos y actuares pecaminosos. Volvió a mirar a Juana que hasta de dormida sonreía y no pudo evitar sentirse la peor basura que haya pisado este mundo al no poder cumplir su trabajo esencial como hombre que era de preñar a su mujer, se levantó de la cama muy sigilosamente para no despertarla. Sintiendo la imperiosa necesidad de salir a caminar en la oscuridad de la noche con la tenue luz de la luna, el ambiente estaba frio y corría mucho viento, el viejo solo quería que se fuera de su mente aquella horrenda pesadilla y si fuera posible la culpa de su esterilidad, hasta que no pudo más con el dolor y el llanto, se tiró de rodillas contra el suelo, golpeó el piso y murmuró “Dios si no puedes ayudarme, seguro estoy de que hay alguien más que si podrá”. Y con las lágrimas en los ojos y voz entre cortada llamó al diablo con todas sus fuerzas, el lugar donde vivía era una estancia en medio de la nada, así que nada ya le impidió llamar al oscuro ser, después de eso le siguió un silencio sobrenatural en el cual no se escuchaba ni al viento, para luego sentir un pequeño temblor y la tierra crujió como lo hace un árbol cuando se rompe, después todo siguió con normalidad. El insensato anciano pidió respuesta o una señal, pero nada más pasó. Resentido y con la esperanza completamente muerta, decidió regresar a su aposento y pedir perdón a su esposa por ser tan inútil como hombre, de pronto mientras caminaba pudo distinguir entre la noche el tenue y débil sonido del cantar de una mujer con la voz más hermosa que haya podido escuchar en su patética vida, Leoncio sintió un alivio y dio un enorme suspiro con el cual pareciera que se fueron sus penas, se dispuso a seguir escuchando el canto que era un disfrute en cada melodía. No podría explicarles de que se trataba la canción, pero era como si recibieras un abrazo y un duradero beso de la persona a quien amas, así que
3.pukio: se refiere a un manantial en la lengua quechua
familiarizado con esos sentimientos decidió averiguar de quien podría ser tan sublime voz. – ¿hay alguien allí? - Gritó el anciano al sentir la voz cada vez más cercana, fue cuando inmediatamente después que hablara la voz se apagó. Entre el ichu crecido encontró un pukio3 que no había visto nunca antes, parecía ser nuevo, algo pequeño con un diámetro de dos metros, pero también parecía muy profundo y la luna llena se reflejaba perfectamente en el, como si se tratase de su espejo.
El viejo ya presa de su locura, decidió solo seguirle el juego y dijo en voz alta: - ¿Quién eres? ¡muéstrate! No te haré ningún daño.
Sin embargo, por más que llamó, nadie acudió con una respuesta excepto la del cantar de algunos grillos que merodeaban cerca. Respiró profundamente tratando de entrar en razón y convencer a su mente que no existió ninguna melodía cantada por nadie, se sentó al lado de aquel pukio y mirando fijamente el reflejo de la luna quería encontrar consuelo, entonando una melodía con silbidos siguiendo el ritmo de una canción que escuchó hace tiempo cuando conoció a Juana, la cual era siempre su favorita. Mientras lo hacía en su mente se dibujaban los momentos felices que pasó hasta entonces con su esposa y de pronto una traviesa lagrima bañada de melancolías se atrevió a salir sin aviso, resbalando por su arrugada mejilla y cayendo sin remedio a las aguas del pukio, antes de permitir aflorar sus sentimientos y entregarse al llanto, vio moverse algo dentro del agua, se frotó los ojos para poder ver mejor y dijo de manera más cortés: - ¿Qué eres? Muéstrate que no te haré daño.
Y se veía como lentamente algo se asomaba desde las profundidades hasta la superficie, poco a poco se pudo distinguir el rostro de una joven y bella mujer hasta sacar fuera del agua su cabeza y su torso desnudo dejándose ver lo delicados y hermosos pechos fuera del pukio apoyándose en la orilla. El anciano estaba atónito ante la presencia de aquella desnuda y hermosa mujer, solo atinando a decir maravillado por presenciarla: - ¡Por Dios, eres una sirena!
La sirena con torso de mujer era la criatura más hermosa que haya podido ver jamás de cabellos largos y negros como la noche que brillaban con la luna, sus ojos verdes como limones, tenía adornos de oro en el cabello, orejas, en el cuello y sus muñecas, la doncella le miró fijamente y le dijo: -No menciones ese nombre; no estoy aquí en nombre de él, estoy por a quien tu llamaste después.
Al escucharle decir eso entendió todo, supo que sus llamados implorando ayuda habían sido escuchados, el anciano agachó la cabeza en señal de que estaba listo para dar lo que fuera con tal que le dieran lo que pedía.
La sirena comenzó a hablar: -Yo te diré cuál es el problema y después te mostraré la solución, pero antes de todo tienes que cumplir mis deseos- el anciano aceptó – nunca me sentí amada y quiero saber qué es lo que se siente, así que tú me harás sentir eso y harás todo lo necesario para sentirlo, te hechizaré para que te enamores de mí. Pero no te preocupes; que, una vez cumplida tu parte, te liberaré.
Leoncio aceptó sin titubear, en realidad hubiera aceptado cualquier condición incluso sin escucharla y fue cuando la sirena le ofreció beber agua del pukio de sus manos y sellando el hechizo con un beso, justo después de haber terminado el apasionado beso, el anciano la miró con otros ojos quedando completamente enamorado de la sirena a causa del encanto. Acordando verse cada noche a la misma hora y así el anciano cumplía su parte quedando cada vez, después de verse, más enamorado que la noche anterior, llevándole joyas costosas como regalo y dedicándole muchas canciones y sumergiéndose en el pukio para hacerle el amor.
Por otra parte, a su esposa dejó de prestarle atención, ignorando cada detalle que día a día tenía para él. La tierna y alegre sonrisa de Juana que siempre llevaba de adorno en su rostro; poco a poco iba desapareciendo como cual granizo se derrite con el sol. En cambio, Leoncio cada vez se veía más rejuvenecido y feliz, así pasaron cruelmente seis meses y seis días.
Juana era consiente que su esposo se iba de su lecho cada madrugada, pero no era capaz de seguirlo hasta que después de todo ese tiempo recibiendo espinas de quien le prometió amor eterno, tomó valor y se atrevió a seguirlo sin que se diera cuenta y así pudo descubrir que fue lo que le ocasionó tan radical cambio, triste y llorando regresó a su casa para esperarlo en su cama.
Mientras tanto el viejo que ya no parecía tan viejo se hallaba en el pukio, desnudo teniendo relaciones con la criatura, que al terminar el acto se vistió y se sentó en la orilla, con una mirada de amor mezclada con malicia, la sirena se acercó a Leoncio y le dio un beso, luego le hizo tomar agua del pukio en sus manos, liberándolo del hechizo. El viejo consiente de lo que había cometido quiso gritar, pero se aguantó las ganas de hacerlo ya que sospecho que podría ser una ofensa para la sirena y esta posiblemente no cumpliera la parte del trato, se miró en el reflejo del agua y pudo percatarse que, aunque estaba muy delgado por no haberse alimentado bien por el encantamiento se veía más joven que antes.
La sirena le tomó de la mano y le dijo: -han pasado seis meses y seis días desde nuestro pacto y en el tiempo que pasamos juntos pude experimentar lo que se siente ser amada, aunque fuera ilusión, cumpliré mi palabra diciéndote primero quien es el problema y luego cuál es la solución.
El viejo estaba ansioso por saber la solución ya que el problema sabía que radicaba en él. Recuerdos borrosos empezaban a invadir su cabeza como si quisiera inconscientemente recuperar la memoria sobre algo, se sacudió y exigió a la sirena que hablase.
-El problema nunca fuiste tú mi querido Leoncio - la sirena mostro su vientre al viejo, el cual estaba hinchado, dándole a conocer que estaba embarazada de él y acariciando su vientre lleno y con una sonrisa maliciosa prosiguió- sino tu esposa que tiene seco el vientre.
El anciano, sorprendido y aterrorizado calló de rodillas y lloró de pena e impotencia, de colera contra el mismo. También exigió una solución a la sirena, la cual se sumergió en el pukio y cuando salió sostenía en su mano un cushuro4 del tamaño de un melón.
-Este fruto es la solución, si se lo come, el vientre de tu esposa sanará y podrá tener un hijo, no más.
El viejo estiró sus manos para recibir la tan ansiada cura, pero la sirena se lo negó, aludiendo que el trato consistía en decirle el problema y mostrarle la cura, pero jamás fue parte del trato que se la iba a dar ya que aquella cura tenía otro precio de igual valor, rechazando oro o joyas. Ya que la cura serviría para dar una vida, lo justo, manifestó la engañosa criatura, era que se pagara con otra vida o mejor dicho un sacrificio. El viejo le juró que le traería un sacrificio digno, pero que le diera el fruto cuanto antes, la sirena accedió ya que supo que le decía la verdad.
4.cushuro: alga en forma esférica que crece en los canales de agua o lagunas en los andes, provisto de un gran contenido nutricional
-Cocina este cushuro, has un guiso y sírvelo de desayuno a tu esposa, procura que se lo coma todo y tú solo prueba una cucharada, después de comer hazle el amor y veras los resultados, regresa aquí dentro de nueve meses y nueve días, a las nueve de la noche con mi paga, sino iré a por ti, tu esposa y tu hijo cobrando lo que me corresponde con intereses, tu primogénito nacerá a los ocho meses, así que tendrás tiempo de disfrutarlo hasta nuestro encuentro.
El anciano lleno de emoción y alegría, beso la mano de la sirena y su vientre, para luego irse a casa a realizar lo sugerido. A la mañana siguiente la casa de los esposos se llenó del aroma de la sabrosa comida que Leoncio cocinó con todo su esmero. Juana se dirigió a la cocina para curiosear y vio que la mesa se hallaba servida con un solo plato el cual se veía muy apetitoso, miró a su esposo al cual casi no podía reconocer ya que una sonrisa muy amorosa se dibujaba en su rostro después de tanto tiempo, le invitaba a sentarse y comer, algo confundida por los acontecimientos de anoche, por ese momento decidió creer que solo se trató de un mal sueño y se dispuso a recibir la invitación de su amado, lo saboreó con mucha alegría y quería compartirlo pero él solo le recibió una cucharada. Habiendo terminado la comida y viéndose satisfecha por el agasajo, de pronto sentían como sus cuerpos de cada uno se llenaban de calor y libido, una energía solo vivida en su juventud regresaba a sus cuerpos y el deseo que sentían el uno por el otro ardió como un horno de ladrillos a gran intensidad, se besaron y acariciaron pasando a su lecho a consumar su amor y cumplir con lo que la sirena había propuesto, y durante todo un mes no había día en que no hicieran el amor. Y así como dicho por bruja a los tres meses Juana se dio cuenta perfectamente que estaba en cinta, Leoncio también lo supo y saltó de alegría como nunca lo había hecho, todo lo que le dijo la sirena era cierto y el pago que dio valió la pena, aunque todavía no estaba saldada la cuenta a cero, ya que le debía un sacrificio, por el momento lo único que le importaba era disfrutar de ver a su esposa en cinta y alistar todo para la llegada de su heredero. El viejo construyó una casa más grande, pintándola de bellos colores, comprando adornos hermosos, juguetes y las mejores ropas que pudiera encontrar en el pueblo.
Pasaron los ocho meses dichos por la sirena y la criatura ya daba contracciones para salir a ver a sus padres y el mundo que le querían mostrar. Leoncio fue lo antes posible a traer a una partera del pueblo para ayudarle a dar a luz. Nació un varón grande y sano, pero tenía unos detalles que inquietaron a la vieja partera, ya que la criatura tenía seis dedos en cada mano y pie, además un pequeño rabito al final de su espalda, la vieja quiso reclamarle al hombre y este en reacción le dio más dinero amenazándola que no podía mencionar nada de eso a nadie, la vieja ávida tomo el dinero y se fue. Tal vez la casualidad o el destino que al día siguiente la vieja partera murió mientras dormía para conveniencia de los esposos.
El tiempo que pasaban, ahora los tres, fue sublime y alegre. Aunque prefirieron no decir a nadie que tenían un hijo, nunca llevándolo al pueblo o a la ciudad, todo lo hacían en sus terrenos, no pedían más, ya que todos sus sueños estaban cumplidos, sin embargo algo todavía angustiaba al pecaminoso Leoncio a lo cual su esposa le preguntó sobre sus pesares, Leoncio no pudo más y decidió contarle toda la verdad a su amada esposa, después de todo le amaba tanto que no podría ocultarle más esos secretos, increíblemente Juana le entendió en toda la complejidad de lo vivido por el viejo e idearon la forma de pagar la deuda a la sirena. Decidieron que el marido se dirigiera solo a la ciudad por un tiempo y se haga amigo de algún borracho vagabundo sin hogar ni familia, efectivamente el marido eso hizo, ganándose la confianza de un borracho al cual llamaban “el topo”; porque paso la mayor parte de su vida trabajando en una mina y cuando se jubiló su familia le abandonó, quedando solo e infeliz porque hasta su esposa ya había tenido un amante mientras él trabajaba y se fue ya que había formado otra familia. Leoncio aprovecho las desgracias del pobre alcohólico infeliz que con engaños y regalos le invitó a su casa manifestando que sería invitado en la fiesta de su cumpleaños que se realizaría en su hogar y de todas maneras al ser su mejor amigo recibiría las mejores presas en la comida y el mejor licor abundante para saciar su sed alcohólica. El inocente borracho aceptó gustoso y efectivamente fue recibido en la casa de Leoncio y atendido de lo mejor posible, bebiendo como si se acabaría el licor ese día hasta que quedó profundamente dormido, Leoncio lo subió a una carretilla y se dispuso a llevarlo al pukio para entregarlo a la sirena, la esposa quiso acompañarlo a lo cual el viejo se opuso rotundamente aludiendo que tenía que cuidar al pequeño, el cual llevaba el nombre de Inti. Leoncio se encontraba ya frente al pukio y alistaba un cuchillo para clavarlo en el corazón de “el topo” pero este al despertar se movió esquivando la estocada que de todas maneras le hirió en el estómago, “el topo” desesperado comenzó a huir, Leoncio al querer darle alcance no dio ni dos pasos y se resbaló con la sangre de su víctima y cayó sin remedio al suelo, y sin querer, se presionó en cuchillo contra su propio cuello, dejando una herida chorreante que lo llegaría a matar, de pronto y a la vista de “el topo” la sirena salió del pukio y se llevó a Leoncio aún con vida, diciendo: -Mi amado pacha sabía que cumplirías tu promesa, tu si eres un sacrificio digno para mí, no ese mal oliente alcohólico, además jamás te permitiría que te quedes con esa anciana, después de todo eres el padre de mi hija. “el topo” murió desangrado y Juana al sospechar de lo ocurrido al no encontrar a su esposo, decidió criar y cuidar a Inti mientras le quede vida, que no fue mucha y el hijo de ambos vivió aislado en la puna alejándose de toda vista lo más que pudo…
Es inocente creer que en un trato con el diablo has de salir sin pagar con usura.
Tal vez, solo digo tal vez, si el padre de Juana y la madre de Leoncio no hubieran caído en sus bajos deseos o le hubiesen dicho la verdad a Leoncio de que Juana era su media hermana, nada de esto hubiera sido necesario sufrir, tal vez…
Vielen Dank für das Lesen!
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