goldenphoenix Golden Phoenix

Nao solo tiene un objetivo en esta vida, sobrevivir, atada a una promesa que hizo tiempo atrás, algo difícil de cumplir, sobre todo en pleno apocalipsis. Por suerte, no está del todo sola, un gato negro, llamado Nebulosa, le da compañía en su vida diaria. Todo iba bien, Nao llevaba una vida tranquila en el bosque junto a su mascota, hasta un encuentro inesperado, con dos particulares hermanos. ¿Cómo terminó en una cabaña desconocida? Herida, luego de ser atropellada.


#8 in Postapokalyptisches Nicht für Kinder unter 13 Jahren.

#sobrevivir #gatos #zombies #romance #suspenso #apocalipsis
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Capítulo 1: Soledad.

Puede escuchar con claridad el llanto de una mujer. Es un sonido desesperado e impotente.

Busca el origen de aquel lamento, sintiendo como su pecho es oprimido, de alguna forma quiere consolarla. Pero ¿Por qué?

Una puerta aparece al final de aquel difuso camino. La abre sin pensar. Encontrándose a una mujer con ropa desgarrada y arrodillada en el suelo. Ella no voltea a mirarla, sino que sigue llorando, aferrada a algo que no puede divisar con claridad.

Se acerca a la mujer, tocando su hombro para llamar su atención. Quiere que deje de llorar.

Entonces ella voltea lentamente, mostrando su verdadero ser. La sangre brota de sus labios agrietados y carentes de color. Su mandíbula está dislocada, pero ella no grita de dolor, su piel se pudre y sus ojos no poseen brillo.

No debería estar viva.

En sus brazos, carga un bulto envuelto en una manta ensangrentada. Retrocede horrorizada cuando esta última se retuerce.

— Nao…— La mujer susurra su nombre— Lo lamento tanto…


Despierta de forma agitada, puede sentir el sudor frío caer por su espalda y empapar sus cabellos castaños, otra vez, aquel sueño…

Se incorpora luego de unos segundos, sentándose sobre el saco de dormir, para luego buscar en su mochila una botella con agua.

Tanto movimiento termina por despertar a su compañero, un gato completamente negro, el cual descansa a sus pies, y maúlla disgustado.

— Lo siento Nebulosa— Ella se disculpa— ¿Quieres? — Mueve la botella, a lo que el felino se estira, para luego incorporarse.

La chica le sirve un poco, en un pequeño plato portátil que siempre lleva consigo.

Está considerando levantarse. Los primeros rayos del sol ya comienzan a contrastarse sobre la tela verdosa de la carpa.

— Bien, ya es hora.

Sale de esta última para realizar sus labores diarias, en aquel pequeño campamento en el que se ha asentado desde hace un tiempo. Su refugio se encuentra rodeado de árboles y naturaleza, alejado de la impredecible ciudad.

Lo primero en su lista es revisar la fogata, enciende un pequeño fuego, moviendo las cenizas de la noche anterior. Las mañanas son frías, algo para calentarse no vendrá mal, además, prepara las llamas para poder cocinar luego.

Lo segundo es revisar si aún le queda agua para su aseo diario, encuentra el cubo vacío, lo que significa que tendrá que bajar por más.

— ¿Quieres dar un paseo? — Le pregunta al gato que se asoma por debajo del cierre de la carpa. A lo que Nebulosa bostezó en respuesta— Bien, entiendo, cuida la base entonces, su majestad— Ella rueda sus ojos y tomando el cubo comienza a descender la colina.

No tarda en llegar a un riachuelo, cuya agua se origina en la cima de la montaña, por lo que fluye pura. Aun así, la ocupa en su mayoría para lavar y no como fuente de agua potable, a menos que se hierva primero, claro.

Deja el cubo a un lado, para luego sumergir su rostro en las aguas heladas, para refrescarse y despertar del todo. La sensación fría en su cara y manos aleja rápidamente las imágenes de aquella horrible pesadilla.

Lleva un tiempo viviendo así, sola en el bosque, subsistiendo a base de los pocos suministros que le quedan, la casería ocasional, cuando las presas caían en las trampas, y los recursos que le otorgaba la naturaleza.

Es una vida tranquila, pero solitaria, Nebulosa era su única compañía y comenzaba a sospechar que mantener conversaciones todos los días con un gato era algo loco, pero contradictoriamente, eso era, lo que la mantenía aún cuerda.

A veces bajaba a la ciudad por suministros, pero siempre que se encontraba con algún otro sobreviviente era un problema. La confianza era cosa del pasado, la humanidad siempre había sido un asco, pero ahora era mucho peor. En esos tiempos era matar o morir.

Prefería la soledad.


Volvía a su campamento cuando fue alertada por el tintineo de un ruido metálico. Dejó caer el cubo, sin importarle tirar su contenido, cuando el sonido persistió. “Nebulosa” pensó en su mascota mientras apresuró el paso, hasta prácticamente correr colina arriba.

Cuando llegó el ruido había cesado, la trampa oeste estaba rota, cables y latas desparramadas por el suelo. Escuchó un gruñido proveniente desde dentro de la carpa casi desmoronada.

¿Dónde estaba?

Un suave maullido llamó su atención, Nebulosa estaba seguro en la cima de una de las ramas de un árbol cercano. Seguramente había corrido a resguardarse al sentir el peligro.

Eso la tranquilizó, permitiéndole respirar aliviada, aunque aquello no significaba que no se encargaría de la cosa que los acechaba.

Desenfundó el machete que siempre colgaba de su cinturón, para luego acercarse lenta y cautelosamente al origen de los gruñidos, la tela se movía erráticamente, aún más después del maullido de Nebulosa.

No tenía que ser un genio para saber qué era aquella cosa que los estaba acosando. Tiró del cierre suavemente, para no llamar la atención de la criatura. Pero, esta enseguida volteó al percibir su olor.

“Malditos depredadores” La chica no pudo evitar pensar y retrocedió cuando aquel zombie se abalanzó en su dirección, haciendo que la criatura cayera y se arrastrara por el suelo de tierra. Tuvo que cubrir su nariz, al percibir el nauseabundo olor que esta emanaba, sin duda su carne llevaba más de un año descompuesta, dado que se desprendía de su rostro y extremidades, como pedazos de jamón mal cortados.

El nivel de descomposición jugaba a su favor, hacía más lenta a la criatura. Lo dejó arrastrarse y atravesar el campamento, hasta lograr alejarlo de las cosas que eran importantes, como la fogata, siendo ella la carnada. Una vez estuvo lo suficientemente lejos, no dudó en hundir el machete y cortarle la cabeza de un solo y certero corte.

La única forma de matar a un zombie, o rematarlo, era cuestión de perspectiva, era desconectar su cuerpo del órgano más importante y aún funcional que tenían, el cerebro. Aún puede recordar cuánto tiempo le llevó averiguar aquella valiosa información, lo inexperta que era en un principio y lo temerosa que era ante la idea de matar. Aunque técnicamente ellos ya estaban muertos, no tenía sentido sentir culpa por ello.

Limpió el sudor de su frente, para luego empujar con sus piernas al cadáver colina abajo. Más tarde se encargaría de enterrarlo para que no apestara el lugar. Por ahora tenía cosas más importantes que hacer, cómo evaluar los daños que había causado la criatura a su campamento.

Observó el estado de su carpa, toda desgarrada y cubierta por aquel nauseabundo olor.

— No puedo dormir ahí— Suspiró.


Terminó de armar su mochila con todo lo que necesitaría, el sol aún no estaba en su punto máximo, por lo que tenía tiempo suficiente para bajar a la ciudad. Aunque volver quedaría pendiente.

Nebulosa se acarició contra su pierna derecha, sacándole una sonrisa. Nao abrió su mochila y acomodó las cosas de tal forma de dejar un espacio cómodo para su mascota. El gato negro no tardó en saltar a esta. Al parecer quería acompañarla.

Colgó la mochila en su espalda, mientras Nebulosa ronroneaba y se acomodaba mejor para el viaje. Días atrás había divisado una tienda de artículos para acampar en el centro, que le sería de mucha ayuda, aunque debía ser consciente de lo peligrosa que era la ciudad. Mantenerse oculta y sigilosa era la mejor opción.


Nao observó la tienda lejana a través de sus binoculares, contó al menos unos siete zombies caminando por la calle principal, podía encargarse de ellos o simplemente tomar un rodeó, divisó el callejón trasero, vacío. Un rodeo era la mejor opción.

Aun cuando había comprobado antes el lugar con sus binoculares no bajó la guardia, el machete se encontraba firme en su mano derecha, y su mirada se movía velozmente de un lado a otro, esperando no toparse con ninguna sorpresa.

Entró por la puerta trasera de la tienda, enseguida arrugó su nariz, la humedad era palpable en el aire, al igual que el olor putrefacto de la carne descompuesta, había cadáveres por todo el lugar. Seguramente aquella tienda había sido utilizada como un refugio, pero era claro que algo había salido mal.

Cubrió su boca y nariz con un pañuelo rojo que siempre llevaba consigo, y se armó de valor, recorriendo el sucio lugar, Nebulosa terminó despertando de su siesta por el olor, rápidamente saltó de la mochila a uno de los estantes, alerta.

Nao le hizo una señal de que guardara silencio. Aquel lugar no era seguro. Pero necesitaba reponer su carpa o las noches en el bosque serían inclementes.

La chica recorrió con cautela los deplorables pasillos, encontrándose con objetos deportivos desparramados y cadáveres por doquier. Se detuvo a comprobar uno de estos, dado que ninguno se había levantado a pesar de su presencia, debían estar genuinamente muertos. Identificó agujeros en sus cráneos.

Esta información no le agrado, significaba que alguien rondaba la zona y hacía limpieza. Un sobreviviente, pero ella no se llevaba muy bien con estos últimos.

— Todo despejado— Murmuró para sí, y comenzó a buscar rápidamente la razón por la que había descendido a la ciudad.

Buscó en la zona de camping, mientras Nebulosa se dedicaba a pasear por el lugar. Encontró lo que buscaba en pocos minutos, en una pila amontonada de objetos en uno de los rincones. Sonrió, al leer la etiqueta del producto, esta carpa era más grande y al parecer más cómoda que la anterior. También se adueñó de unas camisetas deportivas que encontró tiradas. La ropa limpia siempre era bienvenida.

Se alertó cuando escuchó un ruido repentino de objetos caer en la tienda, junto a un maullido, fue rápidamente a comprobar, quizás no todos los cadáveres estaban “muertos”.

Se encontró con Nebulosa, quien maullaba y alzaba su pata en dirección a un pequeño estante semi caído, cuyo contenido eran barras energéticas.

La señal era obvia, el felino tenía hambre.

Nao no tardó en sacar una lata de comida para gatos de su mochila y dársela a su mascota, mientras Nebulosa comía, ella se dedicó a recoger algunas barras del suelo. No quitaban el hambre por completo, pero podían sacarla de apuros.

Luego de aquello se sentó contra una de las repisas para descansar un poco y comer una de las duras barras de cereal. Debía buscar un refugio antes del anochecer, dado que quedarse en aquella tienda infestada de cadáveres no era una opción. Las enfermedades acechaban por todo el lugar.

Acarició la cabeza de Nebulosa cuando este terminó de comer. Era hora de irse.

Salió por la puerta trasera, recorriendo el mismo callejón de antes, pero esta vez fue diferente.

Nebulosa se erizó a su lado y gruñó, mirando a un punto fijo al final de la calle.

Entonces Nao lo vio. Un enorme e intimidante perro estaba a unos metros de distancia de ellos, observándoles con ojos hambrientos, de su hocico caía saliva y su pelaje estaba maltratado y lleno de costras. El animal dio un paso en su dirección, mostrando sus filosos dientes mientras soltaba un ligero pero amenazador gruñido.

Si había algo peor que un zombie, era un perro salvaje hambriento. Solo podían correr.

23. November 2022 17:27 3 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Lesen Sie das nächste Kapitel Capítulo 2: Correr.

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Jonathan Cordero Jonathan Cordero
Muy bueno este capítulo.
April 16, 2023, 03:30
Marco Campos Marco Campos
Tal vez seguire leyendo.
February 10, 2023, 12:07
silver black silver black
Curioso y bueno al mismo tiempo es la primera historia que leo la cual tiene una mascota desde el inicio, espero ver los demás capítulos
January 23, 2023, 02:04
~

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