geronime Gerónimo Le Goff

"-El talento es nepótico." ______ ⚜ Historia finalista en el concurso #Aventúrate 2017 de Sweek. ⚜ Fecha de publicación: 17/07/2017 ⚜ №Total de palabras (sin contar el título ni la descripción): 1.202 palabras


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#crecer #arte
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Talento

  Nakel salió disparado de la habitación, sin decir siquiera una palabra que aportara al bullicio que dejaba detrás de sus fuertes pisadas. Tomó su fiel morral y se apresuró a bajar las escaleras para poder retirarse, apretando los puños en un intento por mitigar su irritado temperamento. Abandonó la casa con un portazo, mordiéndose fuertemente la lengua para no refunfuñar nada mientras caminaba por la calle. Sentía rabia, impotencia, y un grave e intenso sentimiento de decepción.

Confundido por la vorágine de sentimientos encontrados que lo asfixiaban, fue hasta la estación de Metro. Buscó rápidamente entre sus numerosos bolsillos su tarjeta de transporte público y, en cuanto la encontró, pagó la tarifa de estudiante. Bajó al andén amedrentadamente, yendo al último vagón del primer tren que pasó.

Nakel tiró su mochila contra la puerta tan pronto como ésta se cerró, pateándola para moverla hacia una pared, donde se apoyó con pesadumbre, deslizándose mientras las lágrimas se apelmazaban en sus ojos. Se abrazó las piernas, ocultando el rostro entre las rodillas mientras sollozaba a todo pulmón.

Olvidó que estaba en un transporte público, y dada la furia y la acongoja que sentía, no pudo sentir vergüenza por sí mismo ni por la lamentable imagen que debía estar dando. Intentó medir el tiempo en estaciones, y como ya habían pasado al menos unas siete, supuso que habría estado llorando unos diez minutos como mínimo. Se calmó un momento, sin despegar el rostro de entre las rodillas, dedicándose a mirar el sucio y desgastado suelo del vagón como si fuera lo más reconfortante que podría apreciar en esos momentos. De pronto, una mano apareció en su reducido campo visual, sacudiendo suavemente un pañuelo. Nakel se quedó mirándola sin mucha emoción. Luego, más por instinto que por voluntad, tomó el pañuelo. Se sonó no sin cierta vergüenza.

—Gracias—musitó con desánimo mientras miraba receloso a la desconocida que se había sentado a su lado en el suelo.

—¿Quieres otro?—le preguntó con una dulce sonrisa mientras sacudía una pequeña bolsita de pañuelos desechables.

—No...

La muchacha lo miró un segundo antes de acomodarse mejor, mirando vacíamente al fondo del vagón, donde los barandales se difuminaban con las luces y las personas no eran más que fúnebres sombras que iban y venían, ensimismados en su monotonía e individualismo.

—Una vez me pasó lo mismo, solo que me ofrecieron un rollo de papel higiénico en vez de un pañuelo—se rió cálidamente, y Nakel pudo apreciar cierta nostalgia en su voz. La joven suspiró una sonrisa—. El chico que me ayudó fue muy amable, pero estaba tan nervioso que se notaba que no sabía qué hacer para consolar a alguien. Fue muy cómico—comentó alegremente.

Nakel la miró desconcertado, sin embargo, la curiosidad pudo con él.

—¿Y qué pasó después?

—Ah, bueno. Me ofreció ir a por un refresco o algo, que no podía dejarme en ese estado y todo eso. Se notaba que estaba preocupado, pero le dije que no porque tenía un compromiso e iba tarde, pero… ¿te imaginas que de las dos horas de viaje que estuve llorando, fue la única persona que me habló?—relató mientras miraba vacíamente hacia al frente—. Me gustaría encontrarlo de nuevo algún día para poder agradecerle.

Nakel bajó la mirada hasta el pañuelo entre sus manos.

—¿Esta es tu forma de agradecerle?—preguntó sin ninguna emoción en la voz.

La muchacha hizo como si se lo pensase. Finalmente, lo miró risueñamente a la cara.

—La verdad es que no. Somos personas, ¿sabes? Es eso, ¿entiendes? Quiero decir… No somos más que seres humanos aprendiendo a serlo. No planeo pagar las acciones de la gente con la misma moneda. Sean cuales sean. Es solo que… necesitabas un pañuelo, llorabas a moco suelto y ya. Yo solo te tendí el pañuelo. Sin compromisos.

Nakel sintió cierto calor en las mejillas y se llevó el arrugado pañuelo a la nariz para cerciorarse de que estaba bien limpia. La chica comenzó a reírse suavemente, una risa que se la contagió a él también, aunque en él, sonó casi famélica. Nakel se sentía algo extraño, pero no le molestaba. Lo dominaba esa extraña sensación de tener la garganta apretada y los ojos cansados mientras nos reímos con ganas. Sí, esa sensación de satisfacción mientras estamos tristes. Ciertamente, esa era una de las emociones más indescriptibles e intensas que alguien podría sentir.

Nakel suspiró a la vez que sonreía y luego miró a la desconocida. No supo por qué, pero se lo agradecía.

Apoyó la cabeza contra la pared del vagón, ladeando su rostro para mirarla mejor.

—Quiero estudiar música—le dijo con confianza. La joven lo miró esperando a que continuase—. Participé en un concurso donde había que componer una melodía para una obra en el teatro nacional.

—¿Y qué pasó?

—Gané—dijo Nakel sin emoción alguna—. Les dije a mis padres. Ellos no sabían que había participado. Y también les dije que con ello me había decidido a hacer mi inscripción a la facultad de música del país y todo eso, que iba en serio con ser profesor de música en las escuelas, y tal vez, después, director de orquesta. E incluso, ya me matriculé sin preguntar a nadie—relató, y cierta ilusión brilló en sus ojos—. Pero…—murmulló con decepción—…escucharon lo último, diciendo que desperdiciaba mi vida, que solo mantendrían a un vago, que no llegaría lejos, que un cartón de medicina o derecho es mucho mejor que uno de juguete como los de la música, las artes plásticas o la escritura… que moriría de hambre como cualquier artista aficionado, que aquí el arte no valía y a menos que tenga contactos el talento jamás vale… Aquí… el talento es nepótico.

Nakel miró sus manos con aprensión, deteniéndose en los ensangrentados nudillos gracias al golpe que había dado en la pared. La muchacha no decía nada, pero no le molestó.

El muchacho soltó una risita de histeria.

—Fue una discusión bastante agria, ¿sabes? Me costó una guitarra y una mano…

—Felicitaciones—le interrumpió la joven.

Nakel la miró confundido, casi dolido.

—¿Qué?

—¡Felicidades por haber ganado algo de esa magnitud, hombre!—exclamó abrazándolo cuando estaba desprevenido—. ¡Tienes que trabajar muy duro para seguir en la facultad y ser el mejor!—le dijo con un orgulloso y esperanzado ánimo mientras lo tomaba de los hombros para mirarlo directamente a los ojos—. Lo harás. ¿Prometido?

El muchacho la miró sorprendido, sin saber qué decir. No sabía cómo responder ante ello. Ella era la primera persona en felicitarlo por haber ganado, por haber hecho lo que lo hacía feliz.

—Eh…

—Es una promesa—le dijo tendiéndole el meñique.

Nakel sonrió a la desconocida.

—Hecho—aceptó apretando el meñique de ella con el suyo.

De pronto, por casualidad, Nakel vio la estación y se impacientó.

—¡Aquí me bajo yo!—exclamó con desesperación a la vez que se levantaba.

—¿A dónde vas?—le gritó la chica desde la puerta aún abierta del vagón, viendo cómo Nakel se perdía entre los demás pasajeros que se movían por el andén.

—¡A una audición!—le gritó desde en medio del gentío—. ¡Tengo una promesa que cumplir y a un mundo al cual taparle la boca! ¡Estoy condenado al éxito! 

16. Dezember 2017 01:20 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Gerónimo Le Goff Nací como Gabriela Herrera Navarro, pero, yo me di vida como Gerónimo Pierre Le Goff Febvre. Aún así, llamadme Gero, por favor. Me defino como un escritor por limerencia y un lector por necesidad del alma. En fin... ¡Nos leemos pronto! Podéis leerme en Wattpad, Sweek, Inkspired y Litnet. * Instagram: @gero.pierre

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