kiikii Christopher Azares

Joe y su nieto Tomy viven en un tranquilo lugar asolados por las muertes de sus seres más cercanos. Ambos están pasando momentos tranquilos, sin embargo, algo los observa desde el armario del pequeño, y su sed de sangre hará que sus vidas, en un abrir y cerrar de ojos, tomen un giro macabro. La única salida es dejar atrás lo más preciado, y la salvación parte desde una pequeña luz de esperanza.


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#444 #terror #miedo #sangre #monstruo #suspenso #criatura
Kurzgeschichte
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La criatura del armario

LA CRIATURA DEL ARMARIO

Christopher Azares

Instagram: @pesadillas.y.horrores



Capítulo 1

El sol había salido tras las montañas hace un par de horas, pero Tomy aprovechaba el día completamente, por lo que sus ojos se abrieron al recibir los primeros rayos que se colaban a través del estrecho espacio entre las cortinas. Inmediatamente se puso de pie, se calzó sus pantuflas, se acercó a la ventana para contemplar el cielo unos segundos y luego bajó a desayunar junto a su abuelo Joe, que ya preparaba los huevos con jamón que tanto le gustaban.

Durante el desayuno, ambos conversaron acerca de cómo pasaron la noche, de las cosas que harían durante el día, algunas noticias del periódico y otras cosas que hacían un grato momento cada vez que ambos compartían la mesa. Ya desayunados, ambos descansaban en la sala de estar: el viejo en la mecedora observando la TV y el pequeño Tomy jugando con sus autos favoritos: el Ferrari a escala de tono azulado que recibió de su abuelo la navidad pasada, cuyas ruedas ya habían recorridos muchos metros en las manos del niño a través de las paredes, la alfombra, y todos los muebles de la casa; un Porshe de 2 puertas color rojo fuego con llamativos logos de marcas y una ambulancia que con cada movimiento de sus ruedas emitía una ruidosa pero atractiva sirena y una brillante y llamativa luz roja en su parte superior.

El niño, de tan sólo 7 años, fue criado por sus abuelos. Hace aproximadamente 3 años sus padres murieron en un accidente automovilístico al salir de casa, mientras el pequeño estaba con sus abuelos paseando por el parque. Aunque la versión que el niño tenía sobre aquello era muy distinta, ya que sus padres “tuvieron que ir a salvar al sol”. Al niño sus abuelos le comentaron que sus padres eran unos superhéroes, y que tenían una misión muy importante: salvar al sol para que no se apagara. Todos los días, al despertar, Tomy hacía el intento de mirarlo a través de su ventana, pero le era imposible, le dolían los ojos, sin embargo, él se sentía muy feliz porque sus padres deberían estar haciendo un estupendo trabajo al mantenerlo encendido con tanta fuerza.

Cuando su abuela murió, hace tan sólo algunas semanas, ambos quedaron solos en esa casa. En el funeral, asistieron un puñado de personas, principalmente vecinos del pueblo, y su abuelo estaba en la parte central de la casa, junto al féretro. Su nieto, sentado a un par de metros, se para y se acerca a él, diciéndole que no debería tener pena, porque la abuela iría al cielo a ayudar a sus papas y todos los días él podría mirarla junto a él a través de su ventana.

Al día siguiente a la muerte de su abuela, Tomy le pregunta al anciano:

- ¿La abuela estaba enferma?

- Más que nada estaba cansada, y muchas veces la energía del sol los ayuda a mantenerse vivos por siempre, por eso decidió viajar hasta allá arriba, al igual que tus papis – aclaró su abuelo para darle tranquilidad al niño.

- Qué extraño… - comentó Tomy – anoche soñé con ella. Estaba cocinando, y de repente le dolía tanto el pecho que cayó al suelo y se durmió.

Su abuelo le sonrió con pesar, le revolvió el cabello y le dijo que fuera a jugar a la terraza con sus autos. Mientras el niño caminaba para salir de la casa, las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas del anciano. Sin embargo, su mirada jamás dejó de centrarse en el pequeño, más que nada por una cosa: su esposa murió exactamente en las circunstancias que mencionó el niño en su sueño.

Desde aquella vez, durante todos los días hasta el día de hoy, Joe pensaba sobre la extraña situación, pero sobre todo recordaba a su amada esposa.


Capítulo 2

Luego de terminar su café, Joe caminó cansadamente hacia la puerta, la abrió y salió al agradable clima que abundaba en el exterior. Su nieto estaba recostado sobre el suelo jugando, se percata de la presencia de su abuelo y lo mira alegremente.

- Tomy, estaba recordando aquella vez que me contaste el sueño que tuviste sobre la abuela, ¿ella te decía algo?

- No abuelo – respondió – sólo me miraba. Estaba triste, como si estuviera cansada. Yo creo que por eso se puso a dormir.

- Puede ser, ¿y cuándo dices que soñaste con ella?

- La noche anterior que ella viajó al cielo. – aclaró Tomy.

Joe, aún sorprendido con la información que le entregaba su nieto, siempre terminaba por quitarle importancia al asunto, después de todo era un niño, podría estar inventando todo. Además, si bien el pequeño no estaba en casa cuando su abuela tuvo el infarto en la cocina, bien podría haber creado toda esa situación en su cabeza relacionándolo con lo ocurrido a sus padres. “La increíble imaginación de un niño”, pensó el hombre.

Durante la tarde, después de la comida, ambos salieron a recorrer el sendero, recolectando leña, bellotas y las pocas hojas secas que estaban esparcidas en el área. Juntos se entretenían tanto que la tarde les pasaba volando. Volvían con el saco lleno, y el niño, exhausto de tanto caminar y correr, buscando animalitos y bichos raros.

A eso de las 8 de la noche, Joe le secó el pelo a su nieto para meterlo a la cama. El niño lo abrazó acaloradamente, como siempre lo hacía, y se introdujo entre las sábanas. Su abuelo besó la frente del pequeño, le recordó como cada noche lo mucho que lo quería, y le deseó dulces sueños. El anciano atravesó el dormitorio, dejó la puerta abierta y se fue a descansar. El niño observó durante algunos segundos hacia la ventana, tratando de ver entre las cortinas, comprobando que sus padres y su abuela se hubieran ido a dormir junto con el sol.

Al cabo de un par de minutos, Tomy cerró los ojos y se durmió profundamente.


Capítulo 3

Agitado, Tomy despertó en mitad de la noche. Su respiración era acelerada, y con cada exhalación un vapor fino salía de su boca al frío ambiente de su habitación. La puerta estaba cerrada, cosa que lo ponía muy nervioso, aunque recordaba a su abuelo dejarla abierta al salir al pasillo. La lluvia y el viento golpeaban con fuerza la ventana en el exterior.

Se incorporó temeroso, y caminó con paso acelerado a la puerta para abrirla, sin embargo, esta no se movía. La manilla estaba fría y rígida, y era imposible hacerla girar, y el niño comenzó a llamar a su abuelo.

Nada.

No escuchó una respuesta de vuelta ni pasos en el pasillo. Sólo el silencio hacia un lado, y la lluvia golpeando el vidrio hacia el otro.

Comenzó a gemir, asustado, nervioso y al borde del llanto, cuando de pronto, lentamente, se abre una de las puertas de su armario. Las penumbras ocultaban el interior del mueble, pero sentía algo, algo estaba mirándolo desde adentro. Cuando la puerta estaba a medio camino, una mano negra como el carbón, con garras largas en todos sus dedos, se asoma desde la oscuridad. El niño lanza un grito y cierra fuerte los ojos, justo en el momento en que despierta y escucha a su abuelo.

- Tomy, despierta hijo, todo está bien, sólo fue una pesadilla.

El niño, tiritando, miraba en todas direcciones. El armario estaba cerrado, la puerta de la habitación estaba abierta, la luz prendida iluminando cada rincón, y afuera no había lluvia, sólo la oscuridad de la noche. Miró a su abuelo y lo abrazó fuertemente.

- Tranquilo, ya pasó, sólo fue un sueño. ¿Quieres venir a mi cama? – Preguntó el anciano.

- Está bien abuelo, no quiero dormir solo esta noche.

Ambos se dirigieron al dormitorio de Joe, se acostaron en la amplia cama y se dispusieron a dormir. El niño tardó unos minutos en poder calmarse, pero finalmente pudo descansar, aunque no sin antes verificar que la puerta del armario de Joe estuviera cerrada.


Capítulo 4

A la mañana siguiente, el niño abrió los ojos y se puso de pie. Su abuelo ya no estaba a su lado, posiblemente estaba en la cocina preparando el desayuno. Debía ir a su dormitorio a buscar sus pantuflas y mirar por la ventana, porque siempre lo hacía. Tenía que hacerlo. Era de vital importancia para él comprobar todas las mañanas que aquellas personas amadas que se fueron al cielo se hayan despertado para prender el sol y darles energía, y también que en las noches se hayan ido a descansar. Caminó hacia el pasillo, y se detuvo frente a la puerta de su habitación, la cual estaba cerrada. Suspiró con los ojos apretados. Los abrió, y con toda su valentía cruzó el umbral.

Atravesó la habitación, mirando siempre de reojo el armario que estaba cerrado, y corrió las cortinas con entusiasmo, pero la ventana dejaba ver a través de ella un día nublado. Miró hacia arriba, imaginando si sus padres y su abuelita estarían cansados, porque el sol se veía débil a través de las nubes grises. Finalmente se colocó sus pantuflas y se puso en marcha hacia la cocina. Antes de perderlo de vista, se dio la vuelta para ver nuevamente.

El armario estaba abierto.

Nervioso, llegó a la cocina y su abuelo lo miró intrigado.

- ¿Todo bien Tomy? Pareces preocupado.

El niño no le respondió. Simplemente se sentó y procedió a comer lo que había sobre la mesa, con su mirada fija en el plato.

Joe no le tomó mayor importancia al asunto, posiblemente esté triste y recordando a sus padres, sentimiento compartido durante varias veces en el día cuando pensaba en su hijo y en su esposa.

Durante el día, llovió de forma intermitente, sin embargo, al llegar la noche, la lluvia caía de forma abrupta. Algunos truenos interrumpían ocasionalmente el constante sonido de las gotas, y el viento removía los árboles con vehemencia.

Ambos estaban recostados sobre el sofá mientras miraban la televisión. A pesar de todo, de la lluvia, los truenos y el constante aleteo de las ramas, la calma se apoderó del hogar.

Pero a eso de las 8 de la noche, un ruido los dejó helados. Un ruido desconcertante, seco y breve, acompañado del corte de todas las luces de la casa.


Capítulo 5

- Al parecer uno de los árboles fue derribado por el viento, Tomy. Y el maldito justo tuvo que caer sobre el transformador. – Le dijo Joe al niño, el cual estaba asustado en un rincón del sofá con una lámpara de gas encendida en la mano, mientras su abuelo inspeccionaba con su linterna en el umbral de la puerta. El resto de la casa permanecía en penumbras.

- Tendremos que esperar hasta mañana para poder solicitar alguna ayuda, con esta lluvia nadie querrá venir. Vamos, hora de ir a la cama.

Tomy estaba realmente preocupado, no recordó en su aún corta vida algún momento en que su casa estuviera completamente a oscuras. Al menos tenía algunas fuentes de luz al alcance, eso era algo. La lámpara en su mano era un amuleto que le daba un poco de tranquilidad y seguridad.

Ambos subieron las escaleras, y Joe acompañó a su nieto a su cuarto. El niño al principio no quería entrar, aún recordaba la puerta del armario, sin embargo, Joe se adelantó y él lo siguió entrando en su habitación.

Las puertas del mueble estaban completamente cerradas, las cortinas extendidas sobre la ventana. Todo normal. Como cada día, pensó el niño.

Rápidamente se puso su pijama y se introdujo entre las sábanas.

- Dejaré la lámpara acá Tomy, ten cuidado, recuerda que si se cae y se golpea puede estallar y dejarte ciego. No queremos que suceda lo de la última vez

- Si abuelo, lo sé. – dijo el niño ruborizado.

Hace algunos días estaban jugando en las noches a hacer sombras con las manos cuando el niño sin querer le dio una patada a la anterior lámpara y esta emitió una luz tan caliente y cegadora que el niño tuvo los ojos enrojecidos por varias horas. Afortunadamente no generó una llama. Decidieron comprar otra, ya que el tubo de la lámpara se había dañado.

El abuelo besó su frente, le deseó las buenas noches y salió de la habitación, dejando la puerta abierta. El pequeño miraba constantemente el armario, mientras los pasos de su abuelo se desvanecían por el pasillo, amortiguados por el sonido de la lluvia al golpear en su ventana.

Nervioso, asustado, Tomy no dejaba de mirar. Sin embargo, al cabo de unos minutos, sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente. Finalmente se durmió.

Los pequeños ronquidos del niño parecían murmullos entre el golpeteo del agua afuera y el viento. Los truenos decoraban la noche con sus estruendos, pero él seguía durmiendo tranquilamente.

Los pasos de Joe comenzaron a sonar en el pasillo, entró a la habitación de Tomy, cogió la lámpara y se fue. Decidió cerrar la puerta, ya que su intención era reparar el transformador, o lo que quedara de él, y posiblemente el ruido o el frío se podría colar a través de ella. Eso hizo que la habitación del niño quedara oscura, sólo con la luz de la luna colándose entre las cortinas.

El hombre se puso su chaqueta para la lluvia, su linterna en una mano, una caja de herramientas en la otra, y salió a la fría noche para verificar lo que había sucedido. La puerta principal se cerró a sus espaldas.

Los pequeños ronquidos del niño esta vez eran silenciados por el bullicio cada vez más intenso en el exterior: la lluvia, truenos y el vaivén de las ramas de los árboles por el viento desvanecían cualquier sonido que ocurriera en aquella habitación.

Tampoco se escucharon las bisagras del armario al abrirse lentamente.


Capítulo 6

En su sueño, Tomy caminaba por el pasillo de su casa, bajaba las escaleras, se dirigía al comedor y veía a su abuelo tendido boca arriba, respirando entrecortadamente, agitado y con sus ojos muy abiertos.

El niño se acercaba rápidamente a él, se arrodillaba a su lado, y el hombre trataba de emitir palabras incomprensibles para el pequeño. Entre el dolor, la desesperación y el miedo, no lograba expresar a su nieto nada concreto. Tomy le tomó la mano y este la apretaba con leves impulsos. El charco de sangre se extendía bajo Joe y comenzó a empaparle las rodillas a su nieto, pero al niño no le importó. Se acercó a su abuelo, y con cautela puso su oído a escasos centímetros de su boca:

- Corre…

El niño vio como el hombre dejaba de respirar, sus ojos se perdieron mirando más allá sin destino, y la mano de Joe de pronto ya no presionaba.

Aterrado, con lágrimas en los ojos, Tomy se puso de pie y comenzó a correr. Salió de la casa y se internó en el bosque. Cada 3 o 4 segundos giraba la cabeza para mirar hacia atrás. Aquello lo perseguía, se acercaba velozmente, corriendo con una rapidez sobrehumana.

Al llegar a la carretera, un auto se aproximaba. Era su salvación, así que le hizo señas para que se detuviera…

Mientras soñaba en su cama, la puerta del armario se abría. Aquella mano negra, como el carbón, con garras tan largas como los propios dedos, se asomaba. Ambas manos se posaron en el suelo, y emergió de la oscuridad un ser terrorífico, con cuencas vacías en vez de ojos, sin nariz, sin orejas. Su boca era tan grande como la mitad de su rostro, y tenía cientos de dientes afilados. La lengua era gruesa y alargada, y sobresalía fuera de su boca de una forma inquieta. Todo su cuerpo era de un negro espectral y cubierto de cicatrices. No tenía pelos, tampoco genitales, y sus pies eran el doble de grandes que el de una persona normal.

Caminó en cuatro patas, lentamente, acechando a su presa, que descansaba en su cama. Se acercaba poco a poco, pero decidida. Sus cuencas vacías no dejaban de “mirar” al pequeño, y su boca saboreaba su carne, su sangre.

Cuando estaba a un metro del niño, de pronto la luz se encendió, la criatura se contorsionó de una forma antinatural, y volvió al refugio del armario, a la oscuridad. Las puertas se cerraron ferozmente, y Tomy de un sobresalto despertó, aturdido, mirando en todas direcciones, pero luego fijó sus ojos en el armario.

Todo en orden, pensó.


Capítulo 7

Joe entró de repente en la habitación de Tomy, empapado, pero con una sonrisa agradable en su rostro. Su nieto estaba sentado en su cama.

- Eh, arreglé el transformador, o al menos eso creo. De todas maneras, mañana debemos ir a comprar ciertas cosas al pueblo.

El niño suspiró aliviado, se acababa la oscuridad.

La lluvia afuera seguía mojando todo a su paso, de forma torrencial, el frío era cada vez mayor y el viento golpeaba ferozmente.

Sin embargo, el niño tuvo un sueño, y Tomy sabía exactamente lo que pasaría. Sus ojos seguían fijos en el armario. Él no lo veía, pero al otro lado de aquellas puertas, dos cuencas vacías lo observaban furiosamente.


Capítulo 8

A eso de las 8 de la mañana, el hombre fue a despertar a su nieto. Cuando llegó, el niño estaba sentado en su escritorio, con la mirada perdida hacia el exterior. Su mano derecha sostenía un lápiz. Al percatarse de que su abuelo entraba en la habitación, el pequeño arrugo la hoja en la cual trabajaba y la arrojó al papelero. Rápidamente le ofreció una falsa sonrisa, se calzó sus pantuflas, miró algunos segundos por su ventana y salió del dormitorio para dirigirse a la cocina.

Joe, extrañado, se acercó al papelero. Tomó la hoja, y vio lo que estaba haciendo el niño. Una extraña criatura estaba dibujada en la hoja, con ojos negros como la noche y una boca enorme llena de dientes afilados, de la cual salía una lengua alargada y sinuosa.

Volvió a arrugar la hoja y la depositó donde estaba.

Mientras Joe conducía hacia el pueblo, Tomy miraba hacia afuera por la ventana del vehículo, pensativo. El clima se había calmado, seguía nublado, pero la lluvia había cesado. Al menos por ahora.

- Abuelo, creo que pronto te tocará acompañar a la abuela y a mis papis.

- Supongo que me quedan aún algunos años para eso, Tomy. Tienes que estar tranquilo, yo sé que no ha sido fácil para ti, para mí tampoco lo ha sido, pero no te preocupes, tendrás a tu abuelo a tu lado por un buen tiempo aún. – Joe parecía divertido ante las palabras del pequeño.

- Soñé anoche que algo te atacaba, y debía correr para ponerme a salvo. – Dijo melancólico el niño.

- Bueno, pero en nuestra casa nada puede atacarnos, recuerda que es nuestro hogar y nuestro refugio, y si algo llegase a pasar, yo estaré ahí para defenderte, no para irme a dormir. – trató de calmar Joe a su nieto.

El niño no dijo nada más. Su mirada todo el tiempo estuvo en el exterior, memorizando el camino al pueblo. Quizás su abuelo no lo creyera, pero algo pasaría aquella noche, y él tenía que estar preparado para cualquier cosa.

Joe no lo dijo, pero las palabras del pequeño lo inquietaban.


Capítulo 9

Ya en casa, el hombre le dio los últimos arreglos al transformador, al menos pasaría la temporada, pensó. Cortó efusivamente el árbol implicado en el incidente y obtuvo leña.

Tomy estaba en la parte delantera de la casa, sentado jugando con sus cosas, y a la vez mirando constantemente el camino a través del bosque hasta la carretera más próxima.

A eso de las 8 de la tarde, ambos estaban sentados cenando, con la televisión encendida y las luces iluminando la estancia.

El niño estaba nervioso, no quería irse a acostar. La preocupación de su sueño no lo dejaría descansar.

- Ok Tomy, nos vamos a la cama. – Le ordenó su abuelo una vez finalizado la cena.

- ¿Podemos quedarnos un poco más despiertos? Por favor…– Le suplicó el pequeño.

- Sólo unos minutos más.

Ambos se sentaron en el sofá a mirar la televisión. Luego de unos 25 minutos, ambos dormían incómodamente. El hombre semisentado y el niño extendido con la cabeza sobre las piernas de su abuelo.

La lluvia volvió afuera, y algunos rayos iluminaban periódicamente el cielo. El sonido de los truenos llegaba tímidamente. Poco a poco el viento iba meciendo los árboles.

Había quietud dentro de la casa. Sin embargo, en la habitación de Tomy, la puerta del armario comenzó a abrirse nuevamente.


Capítulo 10

Con el estruendo Joe despertó de golpe, sobresaltado. Aquel trueno lo sacó de su sueño ligero. Tenía la espalda adolorida, y las piernas entumecidas con la cabeza del niño aplastando sus muslos. Eran las 10 de la noche, y la lluvia era intensa. El viento hacía también de las suyas.

El hombre se desperezó, se levantó del sillón y tomó a Tomy en sus brazos. Subió las escaleras con el peso de su nieto y lo depositó en su cama. Se percató de que el armario estaba abierto, lo cerró y luego salió de la habitación dejando la puerta entreabierta. Se fue a la cocina a limpiar lo que había quedado de la cena.

En un rincón oscuro, se encontraba aquella criatura. Esperando el momento oportuno para atacarlo. Sin embargo, había luz, demasiada luz. Le temía, le quemaba el cuerpo, y sus ojos mutilados sufrían con el calor que emanaba de ella.

Una vez que el hombre apagara las luces, podría actuar.

Y así fue.

Joe terminó en la cocina, apagó la televisión y por también la última fuente de luz de la casa: la luz del comedor.

En el momento en que dejó de iluminarlo todo, sintió algo desgarrar su espalda. Tan profundo, tan intenso, tan certero. Gritó terriblemente de dolor, tanto fue el alarido que su nieto, acostado en su dormitorio en el segundo piso, se despertó inmediatamente. Las piernas de Joe al instante dejaron de funcionar, y cayó tendido boca arriba. La criatura se posó en cuatro patas sobre Joe, Con cada extremidad sujetando las del hombre. El olor a sangre hizo que aquel ser se saboreara, sus cuencas estaban fijas en los ojos del herido, y su boca se abría lentamente para comenzar a devorarlo.

Mientras tanto, Tomy bajaba lentamente las escaleras, encendiendo cada luz a la cual accedía. Al llegar abajo, vio una difusa escena en la oscuridad: una persona tendida sobre el suelo del comedor, jadeando, derrotado, y sobre eso, algo agazapado, con una forma tan poco humana que le dio un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Rápidamente corrió al interruptor y prendió la luz.

Su abuelo era la víctima. Con su cuerpo ensangrentado sobre el piso y respirando de forma dificultosa. Jadeaba, emitía sonidos sin sentido, y su mirada reflejaba el terror y la desdicha. No había rastro de aquello que lo acechaba hace algunos segundos.

El pequeño corrió hasta donde su abuelo y se arrodilló junto a él, sujetando su mano. Sabía lo que tenía que hacer, pero tenía que asegurarse. Acercó su oído a la boca del hombre y escuchó lo que anticipaba: “Corre”.

Llorando por la pérdida de su último familiar, y por el miedo, salió al frío y la lluvia y comenzó a correr, no sin antes tomar la lámpara de gas que reposaba sobre la mesa en la terraza del frente de la casa. Desesperado, trató de encontrar la ruta que había aprendido durante la tarde, y echó a correr en esa dirección.

El viento y la lluvia hacían todo más difícil, sus piernas muchas veces tropezaron por la inestabilidad del terreno, pero el niño tenía claro su objetivo: llegar a la carretera. Y habría un coche pasando cuando llegara. Así lo había soñado, así tenía que ser.

Durante toda la carrera miraba descontroladamente hacia atrás, casi de forma sistemática. Y allí venía, a una velocidad casi irreal. El ser, en sus cuatro patas, corriendo al acecho, saboreando mientras lo perseguía. Y es que la carne y la sangre eran su alimento, pero el miedo lo deleitaba aún más.

El niño, después de un interminable recorrido, logró llegar a la carretera, y por supuesto, venía el automóvil. Le hizo señas descontroladamente, sin embargo, el vehículo no se detuvo. Quedó completamente solo en la carretera, y su cazador venía.


Capítulo 11

El pequeño, solo y sin nadie a quien pedir ayuda, lloraba con una tristeza y un miedo que rompía la tranquilidad de la escena. La lluvia lo empapaba, y los relámpagos eran constantes destellos que iluminaban un instante todo el lugar.

La criatura estaba cerca, podía sentirla. Y es que el despiadado ser no terminaría tan rápido la tarea, una cosa era devorarlo y saborear su carne, empapar su boca con su tibia sangre, pero otra muy distinta era excitarse con el miedo del pequeño, el placer del terror que causaba en su presa.

Tomy, llorando y tiritando además por el frío, vio algo con la ayuda de un relámpago: una guarida.

Atravesó un pequeño claro más allá de la carretera, y llegó a la base de un enorme árbol, tenía tablas martilladas en él en forma de escalones, y a unos 3 metros de altura, una caseta pequeña, su salvación. Subió decididamente y se percató que no tenía ventanas, solo una gruesa puerta de una madera firme. No estaba mojado adentro, así que sería un buen lugar para esconderse.

Tomy entró a su nuevo refugio, cerró la puerta de golpe y se arrinconó con la lámpara de gas en sus manos. La encendió, y puso su cabeza entre sus rodillas, llorando por su abuelo y esperando que llegara el día nuevamente.


Capítulo 12

El niño comenzó a gemir de terror nuevamente cuando escuchó sonidos de arañazos en las paredes de la caseta. Aquella criatura lo había encontrado, y no tenía escapatoria. Se arrinconó con más decisión y su cuerpo temblaba sin control. Las lágrimas recorrían incesantemente sus mejillas, y sus manos estaban tan apretadas que los dedos se le entumecieron.

Lentamente, la puerta de la guarida comenzó a moverse. El niño miró y gritó de terror, a medida que se asomaba la criatura por el espacio. Tomy abrió los ojos tanto que pareciera que se le saldrían los globos oculares, pero nunca había visto nada igual. Se orinó en aquel lugar al ver aquello que apareció ante él y nuevamente escondió su rostro entre sus piernas, rodeándola además con sus brazos.

La lámpara comenzó a menguar rápidamente, llegando a transformarse casi en una pequeña chispa en ese oscuro lugar. Esa luz no era peligro para ese extraño ser, que se adentró y cerró con vehemencia la puerta. No habría vuelta atrás, la puerta se cerró firmemente. Tomy comenzó a rezar y a pedirla a sus padres que iluminaran todo, que saliera el sol, que lo encendieran, quería volver a mirarlo, aunque le dolieran los ojos…

De pronto, recordó la lámpara, el sol, el estallido, la luz cegadora. El niño miró a la criatura por última vez, esas horribles cuencas vacías, ese terrorífico color negro, esas garras a pocos centímetros de su rostro. Y azotó la lámpara aún apenas encendida contra el suelo de la caseta.


Capítulo 13

El destello ocasionado fue tan intenso, que la criatura se revolcó de forma desesperada. Lo quemaba, era un calor insoportable para esa cosa que evitaba la luz. De sus cuencas salió un líquido rojizo, espeso, como la sangre. Sus garras rasgaban su propio cuerpo, lo despedazaban, y su boca emitía sonidos guturales que jamás volvería a escuchar un ser humano.

En ese mismo instante, la lámpara encendió una pequeña llama que pronto se volvió un incendio en ese pequeño lugar. La criatura seguía revolcándose, y el calor de las llamas comenzaron a calcinarlo.

El niño estaba atrapado, la criatura en llamas estaba entre él y la puerta, pero tenía que salir de allí. Corrió casi por instinto empujando a la cosa a un lado y se arrojó contra la puerta. Esta cedió y el pequeño salió despedido hacia el exterior, precipitándose duramente desde los 3 metros de altura contra la tierra mojada.

Poco a poco Tomy fue quedando inconsciente, y lo último que escuchó antes de desmayarse fue los alaridos de la criatura siendo consumida por el fuego.


Capítulo 14

Despertó en la mañana cuando unos niños lo encontraron tendido en el barro junto a la pequeña casa quemada. La lluvia había apagado el incendio, por lo que no se propagó más allá de la caseta.

El niño se levantó asustado, mirando la guarida. Observó a los niños que estaban junto a él, miró nuevamente hacia los restos calcinados, y se puso a llorar.

La criatura permanecía dentro de la caseta, inmóvil, sin vida. Lentamente sus restos fueron haciéndose cenizas, para finalmente mezclarse con los restos de la madera quemada.

Tomy jamás volvió a su casa.


Capítulo 15

La policía llegó al lugar unas horas más tarde para investigar el asesinato de Joe. Encontraron un charco de sangre, y marcas de algo que fue arrastrado desde aquel lugar por todo el comedor. La marca de sangre continuaba dejando su rastro por las escaleras, atravesaba el pasillo del segundo piso y entraba al cuarto del niño. El vestigio atravesaba el cuarto y terminaba delante de un armario.

Los oficiales cautelosamente caminaron hacia él, se miraron nerviosos y luego abrieron las puertas.

El armario estaba vacío.

Jamás se encontró el cuerpo de Joe.

2. November 2022 13:07 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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