andellewriters Andelle M. Labelle

Os presento mi colección de relatos inspirada en Halloween, nueve historias que suceden la tarde o noche del treinta y uno de octubre. Encontraréis un poco de todo: terror, amor, misterio, humor, sangre y asesinatos. ¡Espero que disfrutéis con la lectura! Un beso, Noelia F. Labelle


Übernatürliches Alles öffentlich.

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No corras, pequeña calabaza


Teresa abre y cierra los ojos para acostumbrar su vista a la oscuridad que reina a su alrededor, no reconoce el lugar y eso dispara una alarma en su interior. El corazón de la adolescente comienza a acelerar sus latidos hasta tal punto que ella teme que este le rompa las costillas para escapar de su pecho. Se intenta levantar, pero un sordo dolor en la sien acaba con sus fuerzas y cuando vuelve a caer contra el suelo palpa la paja que decora el suelo donde se encuentra.


«¿Estoy en una granja?», se pregunta mientras busca desesperada su teléfono móvil. Los acontecimientos de aquel día están borrosos en su mente; pero, como si alguien apretara un interruptor, Teresa recuerda que sus padres le habían prometido a su hermano que visitarían una antes de ir a hacer truco y trato.


Comienza a sentir que le falta el aire, sus pulmones son incapaces de suministrarle el oxígeno que necesita. Se lleva la mano a la cabeza y nota algo húmedo, la palabra «sangre» se desliza por su mente antes de que ella misma pueda procesar todas las posibilidades que eso puede implicar. El miedo se apodera de ella lentamente hasta arrasarla por completo.


Se levanta de un salto resultado de la adrenalina que recorre su cuerpo, a ciegas busca una salida. Sus manos temblorosas recorren las paredes de madera del granero, su pulso acelerado le taladra la cabeza. Teresa sabe que tiene que encontrar la forma de escapar, huir de ahí o algo malo le pasará.


El recuerdo de una voz chirriante y decrépita aflora mientras ella continúa con su búsqueda, no es capaz de vislumbrar su aspecto, no obstante… «¿Te has perdido, pequeña cabalaza?». La adolescente se estremece y la sensación de estar en peligro la ahoga cada vez más.


―Tengo que salir de aquí ―susurra a la nada, dándose fuerza y determinación que no posee, pero desea tener.


Teresa se dice que debe haber una puerta, un punto de fuga o escape. Si ha entrado, debe poder salir. Eso es en lo que se debe centrar.


Un ruido del exterior la paraliza.


―En la víspera de Todos los Santos, una gran sonrisa en tu cara dibujaré… ―Ella se estremece al reconocer la voz, la piel se le eriza al instante. No reconoce la canción y la persona se acerca cada vez más―. Con mi cuchillo la alargaré y unas nuevas cejas te regalaré…


Su boca se abre del horror, el único movimiento que su cuerpo le permite hacer. Las ganas de gritar se apoderan de ella, pero es como si una mano invisible le apretara el cuello impidiéndole realizar ningún sonido.


―Con tus ojos me quedaré y un hermoso recuerdo de ti conservaré.


Ella lo siente, él está ahí. Solo los separan unos pasos y la presencia de la muerte nunca ha estado tan viva para Teresa. «Mamá», murmura con la voz rota. Quiere volver a casa, abrazar a su madre, jugar al ajedrez con su padre, volver a construir un fuerte con su hermano.


Tiene miedo.


El sonido de un pomo al girarse detrás de ella la pone en alerta. Camina hacia atrás hasta que su espalda choca con la pared, intenta pensar en qué hacer, cómo reaccionar; pero no hay nada allí para que pueda defenderse. La puerta se abre y una silueta desgarbada hace acto de presencia. Está a contraluz, por lo que lo único que la adolescente puede ver es que el hombre lleva una gorra de la que cuelgan varios mechones y nada en las manos.


―Te has despertado pronto. ―Suena sorprendido, pero no alarmado. El tono infantil de sus palabras no es tranquilizador ni liviano, es peligroso. Teresa no lo ve, pero presiente que está sonriendo―. ¿Has descansado, hermosa y pequeña calabacita?


Teresa solo quiere dejarse caer y echarse a llorar, pero su instinto de supervivencia le exige pedir clemencia a un ser que quiere destrozarla, acabar con ella de formas que la adolescente no puede llegar a imaginar.


―Por favor ―le suplica―, no me haga daño.


El hombre sisea y mueve la cabeza como si lo considerase.


―Solo quiero volver a casa.


La risa que nace de sus labios es seca, no existe nada de diversión en ella.


―¿Pero por qué no quieres jugar conmigo, calabacita?


―N-no me llames «Calabacita» ―tartamudea Teresa pegando su espalda a la madera todo lo posible, quiere mantenerse lo más alejada posible de él. «Está loco y va a matarme», ese pensamiento se repite en su cabeza. Una y otra vez. Tiene que escapar de allí sea como sea.


―¿Por qué? ―vuelve a preguntar con esa voz infantil, chirriante―. ¿No es bonito? A ninguna de mis calabacitas les gusta, pero a mí sí. Me encanta Halloween, abrir las calabazas para limpiar su interior y cuando ya le he sacado todo lo que quiero les dibujo una gran sonrisa y unos ojos enormes. ¿Sabías que los ojos son el espejo del alma, pequeña calabacita?


―Por favor, no me hagas daño ―repite aunque el miedo quiere amordazarla. Debe buscar la oportunidad de escapar y ganar tiempo, no puede dejarse vencer.


―Yo no quiero hacerte daño, solo quiero hacerte más bonita. Como a mis calabazas. Después de que mi cuchillo haga su magia, serás única, calabacita. No habrá nadie que se parezca a ti en el mundo.


―Por favor.


La voz de ella tan descompuesta, destrozada le entretiene. Disfruta de sus lágrimas, de su dolor, de su miedo.


―No llores, calabacita, estropeará tu maquillaje y ya no estarás tan bonita. ―Sus palabras arrancan un sollozo a Teresa. ¿Y si no le basta con matarla? ¿Y si quiere algo más? El hombre da un paso en su dirección.


―No, no te acerques ―le ruega.


―No me tengas miedo. Yo solo quiero ser tu amigo. ―Otro paso, ya solo los separa un metro. La adolescente empieza a negar con la cabeza, quiere cerrar los ojos y despertar, que sea una pesadilla más―. Ven, calabacita, deberías estar dormida, te has dado un golpe muy fuerte, pero no te preocupes, yo voy a cuidarte.


Y cuando aquel ser alarga su brazo para agarrarla, Teresa se encoge ante la perspectiva que esa mano, que promete dolor y sufrimiento, entre en contacto con su piel. Se enferma de pensarlo, así que, aunque de su boca sale un tembloroso «No me toques», suplicar no es lo único que hace. Corre hacia una de las esquinas de aquel lugar.


Él ríe emocionado por el cambio de actitud de la adolescente, la perspectiva de la caza le emociona. Se pasa una de sus manos por la barba abundante que cubre la parte inferior del rostro.


―¿Quieres jugar, calabacita? ―Teresa quiere gritar que no, que es un monstruo y que le deje volver a casa. Es lo único que quiere en el mundo y se lo ruega a Dios con todas sus fuerzas. «Sálvame, no dejes que muera hoy». Él va en su búsqueda mientras sigue su retahíla―: Shh, tranquila, pórtate bien y ven conmigo.


La puerta entreabierta permite que un rayo de luz invada el lugar y lo que antes era una silueta oscura ahora es un monstruo con rostro. Arcadas amenazan a la adolescente al contemplarlo: unos ojos desorbitados repletos de locura, unos labios finos que forman una sonrisa lasciva que le provoca escalofríos, una cicatriz que nace en la sien y le recorre todo el rostro. Todo en ella le pide que corra, que huya lo más lejos posible de él.


El hedor de su respiración se clava en la mente de Teresa, unas inmensas ganas de vomitar se apoderan de ella.


―¡Ay! Se me ha olvidado por completo. ―El tono teatral de sus palabras le recuerda al payaso de It y ahora sabe por qué odia la película, es espeluznante―. ¡Feliz Halloween, calabacita!


Está a punto de atraparla, solo unos centímetros separan esas manos rugosas y extrañas de su piel. «Es el fin», piensa viendo como la sonrisa de ese ser es cada vez más amplia.


―Mamá ―murmura con una voz amenazada por las lágrimas.


―Tu madre no está aquí, solo estamos tú y yo, mi hermosa calabaza.


Y entonces sucede, las manos grasientas y llenas de arrugas del monstruo se aferran a sus brazos. Teresa solloza y, de súbito, unas nuevas fuerzas renovadas se expanden por todo su ser. Así que lo siguiente que hace sin pensar es clavar las uñas en el rostro que protagonizará sus sueños si logra escapar, levantar la pierna hasta que su pie encuentra algo con lo que chocar y chillar, se destroza las cuerdas vocales pero no se detiene.


Sus esfuerzos son recompensados con un gemido de dolor de él y esa es su liberación. El ser cae maldiciendo y Teresa corre por su vida sin mirar atrás. Sale sin reparar que el monstruo no tiene intención de dejarla escapar y que va detrás de ella.


―No corras, pequeña calabaza ―grita desde la puerta del granero mientras intenta recuperarse del golpe propinado por la adolescente.


Pero ella no se detiene. Cruza por el campo de calabazas con la luna como única compañera y escudera, su luz le permite no tropezar con los frutos. La tierra húmeda se pega a sus pies con cada paso que da, sus pulmones están a punto de explotar pero Teresa no interrumpe su carrera. No sabe dónde va, lo único que quiere es alejarse lo máximo posible de él. Sus piernas amenazan con fallar, su corazón da más de sí y, aun así, no para. Hacerlo significa morir, hacerlo significa que él la atrapara.


Esquiva las calabazas como puede, en el silencio de la noche las risas del monstruo retumban, el pensamiento de no morir la mantiene activa, le impide rendirse. Un fruto minúsculo la hace tropezar y caer. Un fuerte dolor le recorre el tobillo cuando se pone de pie.


―Te pillaré, calabacita.


Teresa se estremece de asco y sigue, ahora mucho más lenta que antes. No puede dejar que la alcance, debe huir.


Le cuesta seguir adelante, sus piernas protestan por el esfuero y se nota algo mareada. ¿Cuánto lleva inconsciente? ¿Es por la droga? No, debe continuar. El ser está cada vez más cerca, lo escucha moverse detrás de ella. Sabe que si la coge, está perdi...


Ahí.


Ve una luz, los faros de unos coches. En la distancia, se acercan. Es su oportunidad, quizá la escuchen. Solo tiene que gritar y, aunque sus pulmones le pidan descanso, coge todo el aire que es capaz de almacenar y lo expulsa en un chillido que le rompe sus propios tímpanos.


―Te cogí.




22. Oktober 2022 08:43 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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