marekmakaniverse Marek Makani

Este es un relato corto de Marek Makani que narra la terriblemente bizarra jornada de un hombre que alega no encontrarse del todo bien. Poco a poco su realidad se deformará hasta revelar qué le ocurre verdaderamente. Prohibida su copia y/o adaptación.


Horror Nur für über 18-Jährige.

#345 #343 #347 #245 #50774 #50773 #440 #444 #50776
Kurzgeschichte
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Cuando la realidad supera la ficción

¿Qué pensarías si una mañana despiertas escuchando ruidos extraños en tu cabeza todo el rato, como el común crujir de la madera, sientes como que te cuesta respirar, o incluso mucha presión a tu alrededor aun estando completamente solo?

Eso es lo que me lleva ocurriendo desde esta mañana, me he levantado alrededor de las 8:45 a.m., con mucha prisa, como siempre, soy un verdadero desastre, me vestí rápidamente como pude para ir a trabajar y cogí un plátano como desayuno.

Tras pasar el umbral de la puerta, comencé a sentir la sensación de la que os hablo, se sentía, de hecho, demasiado fuerte, y los ruidos demasiado cerca. Mientras caminaba por la calle, estaba feliz, pero no me terminaba de encontrarme del todo bien, casi como si aquel día algo fuera de lo normal se dispusiera a tomar lugar unas horas más tarde.

Todavía nada indicaba realmente que esto fuera a ser así, por lo tanto, trataba de hallar la tranquilidad por todos los medios. Me fijé en el cielo, el cual no estaba muy claro a pesar de estar totalmente despejado y ser primera hora de la mañana. Tenía incluso un tono entre el azul del cielo y un marrón oscuro del que no había sido testigo en mi vida hasta aquel entonces.

Llegué al centro de la ciudad, la gente parecía muy feliz, aunque sus rostros poseían una sonrisa extraña y macabramente dibujada, que realmente inquietaba lo más profundo de mi ser. Miré el reloj, y las manecillas ya no se movían, pensé que podía haberse estropeado ya que lo obtuve en una feria cuando tenía 20 años, ahora tengo 35 pero aparento menos, es decir, el reloj era de hace quince años, por lo que no me extrañó que dejase de funcionar, era lo normal.

Marcaban las 9:04 a.m., yo entro a trabajar a las 9:30 a.m., por lo que sentí paz al principio, pero claro al saber que se había estropeado y ya no funcionaba, algo en mí se desató, se llama estrés, ya que la incertidumbre de si llegaba tarde debido a no saber la hora, me mataba.

Le pregunté a una señora mayor, de estatura baja, casi como todos los ancianitos, y parecía rondar los 80 años, o por lo menos se hallaba en esa década. La señora se giró realmente lento, pero se lo disculpé ya que es algo común en gente de la tercera edad. Pero algo extraño escondía su mirada, estaba vacía y no paraba de sonreír.

No me contestó nunca, por si teníais la duda, continuando su camino lentamente, y yo, parado como un pasmarote. Entonces miré a mi teléfono por si acaso él sí era competente y podía revelarme la respuesta a tan enigmática o complicada pregunta como se la de, ¿qué hora es?

Cuando miré la hora en el reloj del teléfono realmente me quedé congelado, porque no avanzaba, parecía haberse congelado literalmente el tiempo, comencé a agobiarme, pero no podía parar de caminar o nunca llegaría al trabajo.

Mis piernas entonces no respondieron, por un momento pensé que me estaba dando algún tipo de infarto cerebral o algo así, pero no, ya que, al instante, pude recobrar la movilidad y continuar mi marcha. No podía más, solo había empezado el día y ya estaba siendo horrible, tanto que nunca pensé que llegaría a decir esto, pero dios, estaba deseando llegar al trabajo.

Crucé varias calles a velocidad normal, aunque de vez en cuando parecía ralentizarse todo de nuevo. Llamé a mi jefe para notificarle que llegaría tarde o incluso que no llegaría ya que estaba teniendo el peor día de mi vida y por un largo rato medité acerca de si realmente estaba en mis cabales para ir aquella extraña jornada a mi trabajo.

Al momento de responder a mi llamada, la voz de mi jefe se escuchaba realmente aterrorizada, casi como si le hubiera llamado un fantasma, y claro yo no comprendía nada. Me preguntó desde dónde llamaba, y le respondí, que evidentemente desde mi teléfono móvil. Él se cayó por un momento, no supo que responder, yo me disculpé por mi brusquedad, ya que se trataba de mi jefe y lo que me faltaba es que ahora también él se enfadara, para tener ya el peor día de todas mis vidas.

Él me aseguró que no pasaba nada, que no me preocupara, y me preguntó si me encontraba bien, a lo que yo le respondí que no ya que estaba siendo todo demasiado extraño aquella mañana. Pero claro, meditando mientras tanto, me percaté de que era demasiado raro que me hiciera aquella pregunta tan poco frecuente ya que en ningún momento le expuse el motivo de mi llamada, ni siquiera se lo insinué, de modo que la pregunta llegó a asustarme un poco.

Me respondió que estuviera tranquilo, y que, si podía respirar correctamente, claro, ahí realmente entré en pánico, porque no tenía nada que ver con mi situación aquella pregunta, con lo cual algo tan fuera de contexto, en esa mañana tan extraña, no podía ser más horrible.

Le pregunté por qué me hacía esa pregunta, a lo que me respondió como él dijo, con la versión suave, ya que me aseguró que no me encontraba en una buena situación en aquel momento y que lo mejor sería pedir ayuda. Ahí mi desconcierto alcanzó prácticamente las nubes, por lo que decidí cortar el hilo de la conversación contándole el motivo de mi llamada, asegurándole que le llamé para justificar mi retraso o para directamente justificar mi falta a la jornada laboral de aquel día ya que, tras meditarlo, había decidido, que sería mejor descansar por aquel día ya que tan solo esa hora de la mañana, ya había sido suficiente para mí como para desear encerrarme en mi casa y no pensar en nada ni nadie más.

Entonces me dijo que mi falta estaba más que justificada, y que si se trataba de la broma pesada de alguien que me estaba imitando. Yo respondí claramente que no, que era yo, el mismo de siempre, y que no comprendía qué estaba pasando. Me dijo entonces que mirase alrededor, pero yo lo veía todo igual que siempre, salvo el extraño color del cielo, la ralentización del tiempo, la extraña actitud de la gente incluyendo mi propio jefe, o los repentinos parones de mi cuerpo, los cuales sufrí como ya dije con anterioridad, en varias ocasiones aquella mañana.

Él me dijo que debía estar bromeando, aunque yo no comprendía por qué, le aseguré que me hallaba a dos manzanas de las oficinas, y que si lo deseaba iba para demostrarle que sí que era yo.

Me respondió que perfecto, que fuera y se lo demostrase, aunque no entendía su tono entre desafiante y atemorizado, aunque de todos modos me dispuse a caminar para ir hacia mi destino. No podía caminar, para mi horrenda sorpresa, mis piernas no se podían mover ni un milímetro de su posición original, y cada vez que trataba de hacerlo parecía que chocaba con algo.

Por un momento pensé que me estaba ocurriendo algo como en aquel famoso filme protagonizado por Keanu Reeves y dirigido por las hermanas Wachowsky. Matrix, me sentía del mismo modo, solo que de una forma más tétrica que futurista.

De pronto, comencé a sentir que perdía audición y ya no podía escuchar a mi jefe en aquella llamada, solo podía escuchar como cada uno de mis suspiros, mis inhalaciones y exhalaciones de aire, parecían deteriorarse hasta el punto de que ya no formaban parte de mí. Pensé que me estaba muriendo porque claramente eso parecía, entonces comencé a gritar y nada ni nadie parecía escucharme.

Quise correr, pero como dije anteriormente, ni un solo milímetro podía moverme de mi posición, por lo que le dije a mi jefe, que, aunque yo no le oía, que, si él podía oírme a mí, que por favor hiciera lo que llevaba preguntándome desde el principio de la llamada, que pidiera ayuda y llamase a una ambulancia.

De pronto sentí esa presión de la que os hablaba con anterioridad, como iba in crescendo, y hasta como el cielo se oscurecía poniéndose cada vez más marrón. Ahí fue cuando el ruido que llevaba escuchando levemente desde mi despertar comenzó a escucharse mucho más claro y fuerte.

Entonces, sentí como mi teléfono, el cual estaba en mi mano, sentía como vibraba entrando una llamada, el problema era que no vibraba en mi mano, sino en mi pecho, no comprendía nada.

Fue en ese momento que todo se fundió en el negro más profundo, aterrador y absoluto que he podido vivir en toda mi existencia. Cerré los ojos, era todo tan perturbador, los abrí, no podía ver nada, cogí el teléfono, que estaba en mi pecho, y yo me hallaba extrañamente tumbado sin saber por qué.

Cuando encendí el teléfono, escuché la voz de mi jefe que deseaba saber dónde estaba y enviar ayuda, pero se me heló la sangre, ya que con la luz que desprendía su pantalla, pude darme cuenta de que nunca había estado en la calle, o que no era un día normal, ahí estaba la explicación de todo, de los ruidos como el crujir de la madera, la presión, no poder moverme, la congelación del tiempo, o por qué mi jefe me hablaba de que era una broma, o me hacía preguntas como, si necesitaba ayuda.

Llevaba todo el tiempo… Enterrado vivo.

4. Oktober 2022 10:36 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Marek Makani Marek Makani, nacido Marcos Marín Molina, es un autor español especializado en cuento y novela corta. Algunas de sus obras más célebres son sus Narraciones Independientes, Hellands, sus novelas gráficas RUINA o Red for Blue, las series MANIAC o Kosmik Tales y los cuentos de su antología Necrotales.

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