crln25 Carolina Vivas

Mira las cosas lentamente. No juzgues. Observa con cuidado. Detente. Libera tu mente y vacíala de prejuicios. Las apariencias pueden engañar. No todo lo malo es tan malo ni lo bueno tan bueno. Así como la rosa negra, cuya existencia es tan real como efímera, la vida no es más que recordar.



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#Misterio #Suspenso #Fantasía #AlmasGemelas #RosaNegra #VidasPasadas
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Yo asustado

Hoy es uno de esos días en que de verdad el frío congela tus huesos.

El cielo está totalmente despejado y el viento sopla despeinándome el cabello. Sopla con tanta fuerza, que hasta produce un sonido parecido a un silbido haciendo que mi cuerpo se estremezca.

No le tengo miedo a los lugares oscuros y solitarios, no me importa andar de noche por el parque, aunque últimamente tengo en cuenta todas las noticias que me llegan a diario de asaltos, secuestros y homicidios. Sé que lo más seguro es venir a plena luz del día, pero hoy salí muy tarde del trabajo y mi perro Orión no entiende de horarios; es rutina para él salir una hora diaria de casa y marcar cada árbol que se nos atraviesa en el camino.

El parque está en completo silencio, ningún alma merodea el lugar. La luna brilla alta en el cielo y yo presto atención a cada crujir de hojas que vamos pisando, no puedo evitar sentir que lo mejor es no adentrarnos mucho.

En pocas palabras la noche está algo extraña, me causa un mal presentimiento. Pensándolo bien quizá sea hora de regresar a casa.

Comienzo a llamar a Orión, pero éste permanece inmóvil a unos metros de distancia, algo en su actitud me alerta; su lomo está engrinchado y sus orejas parecen dos triángulos apuntando hacia el cielo.

Un gruñido, otro. Luego ladra muy fuerte.

Mi corazón comienza a latir con fuerza y el susto recorre mi columna vertebral lanzando a mi cuerpo pequeños escalofríos, porque sé que la principal causa de ladridos es la presencia de extraños. Quiero caminar hasta Orión, pero estoy congelado en el sitio

« ¿En qué momento te has convertido en una nena, Erik? »

Si logro llegar a mi casa sano y salvo, juro que no veré más noticias amarillistas y también dejaré de leer los libros de pacotilla que hablan de chupasangres.

Escucho pasos acercarse lentamente.

―¡Mierda, mierda, mierda! ―exclamo en un susurro―, voy a morir.

Trago seco cuando no lo escucho ladrar.

« ¿Ya se lo habrá comido? » se me quema el estómago, creo. Arrastro mis pies hacia atrás, quiero correr, pero no lo logro. Frente a mí hay un monstruo de largos colmillos y de dos metros, cinco brazos y garras afiladas, lo escucho chocar sus colmillos « ¡Cac, cac, cac! » y veo como extiende la lengua.

De pronto pienso en Orión « ¡Mi pobre amigo! »

Abro los ojos de golpe y la escena frente a mí me deja con los ojos desorbitados.

Mi Bull Terrier está tirado en el piso, boca arriba y sin sangre. No está muerto, todo lo contrario, agita con energía la pata trasera ―la derecha― en señal de sumisión. Una mujer está agachada a su lado y le hace cosquillas en la panza.

La veo fijamente. Busco los otros tres brazos, pero no los encuentro, dos metros tampoco tiene, de pronto deja de acariciar a Orión y se incorpora, comienza a caminar hasta donde estoy.

Trato de disipar la nube de terror que se ha apoderado de mi vista, cuando lo logro quedo impresionado.

Está un poco pálida, pero tiene una cara bonita; labios finos y delgados, cabello lacio y brillante que le cae en V desde la barbilla hasta la mitad del cuello. Su rostro es como de esos que has visto millones de veces por la televisión y que estás seguro nunca te toparías.

―Disculpa si te asusté ―dice regalándome una sonrisa tan perfecta que hasta luce sombría.

―Estoy bien, no me has asustado ―respondo impactado, pero tratando de mantener la dignidad que me queda.

Ella sonríe. Me fijo en sus dientes y definitivamente no hay colmillos, suelto el aire poco a poco, la verdad es que me pegó un susto de muerte.

―Espero que no lo haya notado.

―Diste un brinco de casi cinco centímetros. ―Y me doy cuenta de que he hablado en voz alta―, por un momento pensé que echarías a correr. Bueno, no te culpo, este lugar está muy solo y oscuro.

Levanto ambas cejas incómodo. Cuando clava sus ojos en los míos advierto que son de un color verde intenso, tan intensos que puedo verme reflejado en ellos. Siento una terrible sensación, ese miedo ante algo inevitable a punto de ocurrir.

―¿Por qué me miras así?, ¿acaso nunca habías visto a una vampira? ―La sola mención de esa palabra me aprieta el estómago de nuevo, pero regreso a la realidad cuando ella se echa a reír burlándose de mí.

―Muy graciosa ―digo aparentando indiferencia. Miro su ropa tratando de descubrir algo en ella.

« ¡Maldita sea, Erik, esto solo te pasa a ti! »

―¡Por el amor de Dios, no soy una vampira! ―exclama rodando los ojos.

«Espera… ¿Acaba de leerme la mente? »

―¿Leerte la mente? ¡Qué va, sólo que piensas muy alto, necio!

« ¿Qué le pasa a esta loca? » 

Sin decir una palabra más camino hasta el banco más cercano y me siento, necesito un café con urgencia. Incómodo contemplo la hermosura del parque y ella se sienta junto a mí.

―¿Cuál es tu nombre? ―le pregunto ya que ella está enmudecida. Se me queda mirando y entrecierra los ojos estudiándome. Eso o está a punto de echarme una maldición.

―La Rosa Negra.

―¿Qué?

―¿Es que eres sordo? ―suspira―, a ver, te lo digo lento, La… Rosa… Negra.

―¿Estás jodiéndome? nadie se llama así ―refuto con burla―, en serio, dime tu nombre ―insisto.

―Está bien, obvio que no es mi nombre, ¿acaso tú mamá no te enseñó a que no debes darle tu nombre real a desconocidos?

―Erik Spencer. ―Me apresuro a decir y le extiendo la mano―, ¿Ves? ya tu mamá puede estar tranquila.

―Encantada, Erik. Yo soy… ―Los ladridos de Orión hacen que nos levantemos de golpe, ésta vez no se trata ni de monstruos ni de vampiros, ella se aferra a mi brazo con fuerza mientras tres sujetos se aproximan a nosotros.

―¡Erik, nos van a robar! ―Habla con voz temblorosa.

―Eso solo pasará si logran alcanzarnos ―digo tomándola del brazo y obligándola a correr en dirección contraria a los sujetos.

Tengo un dolor debajo de la costilla izquierda de tanto correr sin mirar atrás. Estoy tan asustado que solo siento el dolor en las piernas cuando me detengo en la acera ya lejos del parque, miro hacia atrás y veo a dos de los tipos.

—¡Demonios, no se quieren dar por vencidos! ―Miro a los lados, hay un callejón y dos contenedores de basura, la chica a mi lado respira dando grandes bocanadas―, ¡Vamos, no hay tiempo!

Nos metemos en medio de dos contenedores, me siento en el suelo y la jalo conmigo haciendo que quede sentada sobre mis piernas. Exhalo aliviado cuando veo que los tipos siguen de largo. Recuerdo a Orión y temo que los hombres le hayan hecho daño, la chica se tapa la cara y siento como su cuerpo entero tiembla.

―Shh… tranquila ―murmuro quitándole las manos del rostro―, se han ido.

Ella asiente lentamente, apoya las manos en el suelo y se impulsa para levantarse, se sacude un poco el pantalón y yo noto una mancha en su cuello; sin pensarlo mucho me levanto y coloco mis dedos sobre la mancha creyendo que es sucio, pero aparto la mano rápidamente cuando ella da un respingo.

―¿Qué haces? ―me pregunta girándose bruscamente.

―Es que pensé, pensé que…

―Es un tatuaje ―explica adivinando mis pensamientos.

―¿Puedo verlo? ―Ella duda, pero luego asiente y se baja un poco el abrigo que trae para darme una mejor visión. Vuelvo a pasar la yema de mis dedos sobre su piel, esta vez no se mueve aunque siento que se estremece un poco, tal vez porque mis dedos están fríos.

Tiene tatuada una rosa y no una cualquiera, es una rosa negra, delicada y hermosa. Noto que abajo del tallo hay una inscripción: «Lezark.»

Se gira y su rostro queda a centímetros del mío, me veo reflejado en el verde oliva de sus ojos, su piel es blanca casi mortecina, sus labios están sonrosados por el frío; un estúpido pensamiento cruza por mi mente: «Es la chica más hermosa que he visto en mi vida.»

―La Rosa Negra ―musito de pronto, ella alza ambas cejas y sonríe.

―Tan real como efímera ―contesta. 

Un ladrido hace que me aparte, es Orión, en cuanto me ve corre hacia mí y salta tan fuerte que caemos al suelo, con su lengua me demuestra lo contento que está de verme.

―¡Gracias a Dios esos tipos no te han hecho daño!, ¡Yo también estoy feliz de verte, amigo! ―le digo y al mismo tiempo me limpio la cara con la mano―, ve a que la señorita te haga cosquillas.

No escucho más que los jadeos de Orión así que me incorporo.

Y aquí me encuentro, solo con mi perro en un callejón porque La Rosa Negra se ha esfumado sin dejar rastro.

23. Oktober 2017 00:57 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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