Era temprano. El día apenas estaba comenzando. Y aun así el jefe superior del cuerpo policiaco ya estaba estresado. ¿Y cómo no iba a estarlo teniendo tal cargo? Pues él ya estaba acostumbrado. Lo único que tenía que hacer era darse un pequeño descanso para despejarse.
Entró a su oficina, tan limpia y pulcra como siempre. Las paredes estaban repletas de reconocimientos por su excelente contribución a la seguridad civil. Once años de vida y de servicio estaban plasmados entre todos los cuadros. Se sirvió una taza de café desde su cafetera y agarró unos panecillos que estaban a lado. Sobre su gran escritorio ordenado, destacaba su computadora y una pila de expedientes que estaban en una esquina. Se sentó y con el bocadillo en la boca analizó una a una todas las carpetas. Y ese era su descanso, porque no había tiempo para otra cosa. No tenía esposa ni hijos, estaba casado con su trabajo. Había estado enamorado profundamente tiempo atrás. Pero el mismo se repetía constantemente <<Una mente ocupada no extraña nada>>
Y en el fantasmal silencio, alguien tocó la puerta con desesperación.
—Adelante. Está abierto.
—Señor. Ocurrió una emergencia— dijo un subordinado al entrar a la habitación
—¿Qué ocurre ahora?
Tenía la taza de café todavía entre sus dedos, no se exaltó en ningún momento. La clave de su éxito siempre había sido la serenidad.
—Nos acaban de reportar que hubo un motín en la celda 38, aún no sabemos por qué pero hasta ahora un preso está gravemente herido.
Con sutileza colocó la taza sobre el escritorio y enseguida buscó unos archivos en su computadora.
—La unidad 5 y 6 están en camino. Llama a los familiares del herido e infórmalos. Sé empático.
—Sí, señor. Eso fue lo primero que hice.
Y entonces el teléfono del supervisor sonó. Eso lo preocupó porque sólo las personas cercanas a él tenían acceso a su número. Algo andaba mal.
—Permíteme un minuto. Estaré con ustedes enseguida.
Cuando estuvo a solas finalmente contestó la llamada.
—Habla el comandante Víctor Hernández, ¿En qué puedo servirle?
—Víctor... tu hermano...— dijo una voz débil, sollozante—. ¡Se fue! Estoy e-en la casa. ¡No está!
—Tranquilízate madre, respira hondo. ¿En dónde está Andrés? A él le tocaba cuidarlo.
—El tamp-poco está. Aquí sigue su botiquín pero tu her-hermano no está. La puerta traserá estaba abierta. Luck también se fue.
<<Estúpido Andrés. Creí tener controlado a ese bastardo>> pensó.
—No te preocupes, conseguiré que alguien más cubra mi puesto. Voy enseguida.
Y el capitán policiaco Víctor Hernández colgó el teléfono.
Vielen Dank für das Lesen!
Wir können Inkspired kostenlos behalten, indem wir unseren Besuchern Werbung anzeigen. Bitte unterstützen Sie uns, indem Sie den AdBlocker auf die Whitelist setzen oder deaktivieren.
Laden Sie danach die Website neu, um Inkspired weiterhin normal zu verwenden.