zeokong9 ZeoNaria Kong

¿Y si te enteraras que moriste hace 4 días bajo extrañas circunstancias? Lentamente todos empiezan a olvidarte, es difícil verte, es difícil escucharte, te estás desvaneciendo. Necesitas encontrar a tu asesino antes de que se acabe tu tiempo... Dos investigadores con un gran historial de casos llegan al fondo de su carrera al encontrarse unos terribles asesinatos en serie cometidos por nada menos que una bruja. Ellos junto con la víctima deben adentrarse a un oscuro mundo completamente nuevo, un viaje en donde aquel asesinato solo era la punta del iceberg.


Thriller Dunkle Fantasie Nicht für Kinder unter 13 Jahren. © Todos los derechos reservados

#Thriller
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La Muerte de la Dama Roja

En todas las culturas, la muerte es un punto indispensable, un complejo complemento de la vida. Es un gran listón dividido en 2 partes, una en la que das y otra en la que recibes. Este listón presenta el periodo en el que vives y el periodo en el que estás muerto. Todo lo que hagas al dar marcará tu destino en el recibir. La gran mayoría de culturas coinciden en que hay vida después de la muerte. Pero... ¿Qué pasa cuando estas dos partes chocan? ¿Qué coincidencia podría ser capaz de lograr esto? La magia siempre será incomprensible para los que no se relacionan con ella. La magia es un listón en blanco, infinito e inalterable.

Una joven mujer se encontraba recargada en la ventana de una oscura habitación, miraba un gran bosque con melancolía mientras acariciaba el pelo de un lindo pastor belga.

—Hmm... ¿Cuándo podré volver a salir, madre mía?

—Pronto, hija... No falta mucho para volver...

Aquella tenue y temblorosa voz resonó en toda la oscura habitación.

—¿Sabes algo, pequeña?

—¿Sí, madre?

—Tengo hambre, hija...

—Entiendo, madre.

La joven se paró en aquella ventana y saltó al vacío, estrellándose en unas rocas al lado de un río.

Iglesia Sv. Josipa. Karlovac, Croacia 1968.

Las frescas noches de la provincia de Karlovac son dignas de un poema y una fotografía, inalterables, airosas y hermosas.

Mientras cerraban la iglesia, una mujer llegó corriendo mientras gritaba y mantenía una expresión de horror.

—¡Sacerdote, sacerdote, ayúdeme por favor! —gritó la mujer aferrada a la sotana del cura de rodillas.

—¡Calma, hija, calma! ¿Qué ha ocurrido?

—¡Mi hijo, señor! ¡Mi hijo está siendo atacado! Habla raro... ¡Y no está tocando el suelo! ¡También hay algo más en la casa! ¡No sabemos que hacer! ¡Ayúdenos, por favor!

La mujer rompió en llanto mientras golpeaba el suelo, gritando y pidiendo ayuda. El cura tomó lo que pudo y se dirigió a la cabaña con la mujer aun aterrorizada.

Cuando el sacerdote llegó a la cabaña ya habían varias personas atemorizadas afuera quienes corrieron a recibirlo.

—¡Ya llegó el sacerdote!

—¡Señor cura, le hemos hablado a la policía, pero no han llegado!

Chillidos de cerdos y gritos humanos se escuchaban en el interior mientras el suelo vibraba levemente. Todos retrocedían con temor de lo que estuviese dentro.

—Santo Dios... ¡Todos, retírense inmediatamente! —exclamó el cura ahuyentando a las personas con sus brazos.

Aferrado a su Biblia y sus botellas, el cura entró con bravura. Cuando llegó a la habitación el joven rebotó violentamente de la pared salpicando todo de sangre mientras gritaba por piedad.

—¡Ugh! ¡Sacerdote, váyase de aquí!

Del otro lado de la habitación, el cura vio algo que jamás olvidó, quedó hasta en lo más profundo de su cuerpo. Un cerdo antropomorfo de unos 2 metros, con el cuerpo desnutrido que encontrarías en una persona y unas apófisis espinosas tan grandes que parecieran le iban a desgarrar la piel. Casi cubierto por la sangre del joven, la criatura estaba tratando de subir por las paredes, entonces cayó y lo vio mientras chillaba.

—¡Atrás, bestia inmunda! —gritó el cura con horror mientras mostraba un crucifijo y retrocedía temblando.

La criatura chilló aún más fuerte, de un pisotón quebró ambas piernas del joven y corrió en cuatro patas hacia el cura.

—¡Ayuda, Padre mío!

El cura intentó correr de la criatura, pero esta lo sujetó de una pierna y lo lanzó desde la sala hasta la cocina.

—¡Ay, por Dios! ¡Ayuda, ayuda!

El padre veía con terror como estaba inmóvil con sangre y astillas en todo el cuerpo, desesperado se arrastró con una mano gritando por clemencia.

La bestia corrió hacia él chillando cada vez más fuerte. Mientras extendía su mano para apretar la cabeza del cura, este lanzó agua bendita. El agua quemó la mano de la criatura y empezó a soltar vapor, haciendo que soltará gritos humanos y chillidos todavía más fuertes.

—¡Dios nos protege y está...

Cinco disparos impactaron en la espalda del animal, la policía había llegado.

—¡¿Qué es esa cosa?!

—¡Gracias a Dios! —exclamó el cura llorando—. ¡Aquí esto...

La criatura reaccionó con furia y pateó al cura, estampándolo contra la pared y dejándolo inconsciente. Giró en dirección a ambos policías y empezó a caminar erguido lentamente.

—¡Fuego! ¡Fuego!

—¡No le pasa nada! ¡Sargento, sargento!

—¡Por mi madre! ¡¿Qué es esta aberración?!

Las balas perforaban su cuerpo y hacían que explotara sangre, pero el animal no se detenía, chillaba y chillaba mientras caminaba, advirtiendo a los oficiales su destino.

—¡Vámonos, por favor!

Un sonido agudo empezó a elevarse, algo estaba cargando. Un fuerte disparo resonó en todo el lugar mientras el pecho de la criatura era perforado, el animal gritó y chilló tan fuerte que derribó a los policías. Huyó destruyendo la pared trasera de la cabaña con dirección al bosque.

Tres hombres con uniformes entraron al lugar, revisando todo y sacando a los policías.

—Por Dios, ¿viste de que tamaño era?

—Debió ser categoría 3. Por suerte fue directo al pecho, no durará nada... ¿Cómo está el cura?

—No está muerto... ¡Eh, aquí!

Los tres hombres rodearon el lugar donde le dispararon a la criatura, observando un trozo de carne con un sello negro en forma de ojo sobre la sangre.

—Magia.

—No puede ser...

—¡Vamos a reportar al Centro, esa cosa sigue viva!

Los tres hombres regresaron a una camioneta con un enorme rifle de francotirador con humo emergiendo del cañón, el arma recién disparada. Una silueta empezó a agrandarse detrás de la camioneta y un chillido de cerdo y un grito humano combinado resonaron.

El radio de una gran camioneta roja interrumpió las canciones de dos hombres que viajaban en una carretera en California. Las palabras de aquel locutor enervaron hasta la última persona del continente.

—Este es un corte informativo, Randal. A toda la población, en los últimos días hay dos noticias que han sacudido a todo el continente americano. Dos atroces asesinatos cometidos en las ciudades de Córdoba y Montreal han despertado el terror de las personas al no hallar nada relacionado al crimen. Son casos en blanco, sin pistas y sin declaraciones. Evitamos describir las muertes para no dañar la susceptibilidad de nuestros escuchas y recomendamos a la ciudadanía no salir más allá de las 10 pm.

Sacramento, California en el presente.

Uno de los callejones de la calle Hurley se encontraba acordonado debido a un terrible crimen cometido la noche anterior.

—¿No están tardando mucho? —preguntó un oficial al sargento.

—Sí, me están desesperando, pero el jefe quiere que los esperemos.

—¿Cree que sean tan buenos como dicen? Ni siquiera son oficiales, ¿por qué deberían meterse en este caso?

—Lo mismo creo yo. Pero son caprichos que vienen de arriba. Deben haber tenido momentos de suerte y coincidencia, no creo que...

—Pues está en lo correcto —dijo un hombre detrás del sargento.

—¡Oh! Bueno, solo estábamos...

El hombre de unos 40 años; con bigote y cabello castaño claro, acento refinado, vistiendo un traje gris y una corbata azul, de al menos 1.80 llegó quitándose el sombrero, tirando un puro y poniéndose unos guantes negros.

—¿Qué tenemos, caballeros?

—Un hombre, caucásico, 42 años, 188 centímetros, 102 kilos. El camino de sangre dice que fue arrastrado desde la mitad del callejón. No hay huellas...

—Vaya, es casi un toro... —dijo llegando otro hombre—. ¿Cómo fue hallado?

El segundo hombre, de cara recia, barba cerrada y cabello negro, vestía un chaleco negro con una camisa blanca sin corbata llega tirando un cigarro.

—¿Ustedes son...? —preguntó uno de los oficiales.

—¿Arthur Matney y Francis Silverado? Suena a un par de tontos en un comercial de cigarros. Ni en su hogar los deben conocer, ¿qué se supone que hagan estos dos? —preguntó un elegante hombre sentado en un gran escritorio.

—Los investigadores de Matney Silverado son bastante conocidos en Canadá y Reino Unido, señor Roover. Llevan trabajando desde hace 6 años y varios casos resueltos —respondió una mujer de traje y cabello oscuro.

—¿Resuelven un asalto y una muerte y ya son Holmes y Watson? California tiene mejores investigadores, ¿por qué íbamos a recurrir a extranjeros?

—Francis nació en Colorado.

—Pero su nacionalidad dice Canadá. ¡He dicho que no los necesitamos!

—Ellos concluyeron con los casos de ahorcados de Leeds.

—¿No Inglaterra había declarado haberlo resuelto?

—Gracias a estos hombres.

El hombre comenzó a meditar en silencio, agitando la pierna y rascándose la barbilla.

—Ellos deberían trabajar en esto, señor Roover, el caso de Montreal y Córdoba en Argentina no son una simple coincidencia.

—Hmm...

—¿Cómo dice que lo encontraron? —preguntó el hombre de barba cerrada.

—Un testigo venía a unos 20 metros del interfecto, él aún se encuentra por allá, pero su explicación no nos sirve, estaba borracho cuando llegamos. Dice haber visto cuando entró al callejón.

Ambos hombres se acercaron para hablar con el hombre sentado en la orilla de una ambulancia. El pequeño hombre moreno, lampiño y de ojos pequeños se alteró cuando llegaron a él.

—Disculpe, ¿señor Utley? —dijo el hombre de bigote—. Mi nombre es Arthur y él es mi compañero Francis.

—¿Qué, también viene a burlarse de mí? —preguntó frustrado y temblando.

—Nosotros creemos en usted, pero, ¿qué fue lo que vio?

Arthur observaba cómo movía sus ojos y agitaba sus piernas de nervios.

—Estaba caminando de vuelta a su casa, había bebido mucho y estaba muy borracho...Este hombre empezó a tambalearse y se bajó a la calle, miró mucho al callejón y después empezó a gritar... ¡Y algo negro lo arrastró al callejón! Vi cómo trató de sujetarse... ¡Pero fue inútil! ¡Ay, Dios mío!

El hombre tiró el café y empezó a respirar agitado.

—¿Escuchó algo? ¿Sabe qué fue lo que lo arrastró? —preguntó Frank.

—No... ¡Pero era una persona! ¡Estoy seguro!

—Muchas gracias, señor Utley, créame que su testimonio es lo más valioso en este momento —dijo Arthur palmeando su hombro.

Ambos regresaron con el sargento para ver el cadáver. No sin antes observar lentamente la calle narrada por Utley.

—¿Crees en las palabras del borracho, Arthur?

—Es demasiado fantasioso, Frank, pero sus detalles me hacen dudar, ¿sabes?

Ambos se pararon en la esquina del muro, justo en la entrada del callejón.

—¿Qué están haciendo, sargento?

—Quieren quedar bien rebuscando tonterías, el muerto está en el fondo no en la entrada, maldita sea.

—¿Ves esto, Arthur?

—Por Dios... ¿Una uña arrancada?

—Así es. Esa mancha seca de sangre indica que se aferró a la esquina.

—La mancha está muy arriba, no fue arrastrado por el suelo, se aferró a la pared en el aire...

El sargento observó la uña y mandó a investigar toda la acera de la entrada con enojo.

—Me parece increíble que algo tan básico se le haya pasado, sargento —reprochó Arthur.

—Mejor vayan a ver el cuerpo para terminar de una vez.

—Será mejor que se relaje, sargento —interrumpió Frank—. Si se desespera se equivoca.

Aquel callejón era peor que una carnicería, la mitad del camino y los muros tenían marcada la sangre seca de las manos de aquel hombre, quien también estaba seco como una momia, tirado boca arriba lleno de golpes, sin un brazo y sin la mitad derecha del cuello.

—Santo cielo... Esto parece haber sido hecho por un maldito oso... Está seco igual que en Córdoba... ¿Arthur?

—¿Un oso pardo en Sacramento? Dios santo...

Arthur se acercó a un pequeño revólver salpicado de sangre tirado a 6 metros del cadáver. Frank revisó la mano, en la cual le faltaba el dedo índice y tenía todas sus uñas. Junto al cuerpo del hombre estaba una huella de una pequeña zapatilla y en el hombro estaba tatuado un pequeño ojo.

—¡Arthur! Sargento. Vengan un momento...

Los hombres incluidos investigadores y oficiales se acercaron para escuchar a Frank.

—Cuando pasó por el callejón notó al asesino, entonces bajó a la calle para sacar el revólver, pero el victimario lo arrastró y le quitó el arma con una fuerza tremenda.

—Eso está más que claro, ¿solo vinieron a atrasarnos?

—El revólver tiene sangre y todas sus balas. Utley tiene la razón. La uña ausente es del brazo arrancado. Mismo con el que se sujetó en aquella esquina. ¿Verdad, Arthur?

—Así es... Pero esta huella me desespera, no tiene nada que ver... ¿Una mujer de al menos 1.60 arrastró y cargó del cuello a un hombre de 100 kilos?

—Las marcas en el cuello indican eso, pero hay varias marcas con distintos puntos de presión, unos más grandes que otros.

—Entonces está claro que fueron varios participantes —dice uno de los forenses.

—Una pandilla asesinó a un hombre por motivos desconocidos —dice el tercer detective, ¿tiene que dar más vueltas? Anoche hizo mucho calor, el alcohol en su cuerpo y el calor lo habrán secado.

—Eso es estúpido e imposible —interrumpe Frank.

Ambos hombres se quedaron en silencio mientras se miraban con confusión.

—¡Aquí hay algo! —gritó un oficial del otro lado del callejón.

Todos corrieron al llamado para encontrar unas líneas de sangre en un contenedor de basura.

—Son tres líneas gruesas... —dijo Arthur agachado—. No coinciden con una mujer tan pequeña...

—Dos personas o más sin armas... ¡Esto es lo visible, caballeros! ¡Una banda de psicóticos asesinó a este hombre con fuerza bruta!

—¿Cómo? —exclamó Frank—. No puede adelantarse, no sabemos si fueron más de dos personas. No puede sacar esas conclusiones en un punto tan temprano de la investigación.

—Y usted no me dirá cómo debemos trabajar, señor pancho. ¿Acaso lo hizo un gorila? Su trabajo es encontrar pistas y el nuestro a quien lo hizo, y a mi parecer ya han cumplido.

Frank volteó a ver a Arthur, quien miraba al suelo pensativo y sin decir una sola palabra.

—Arthur.

—Tiene razón, Frank, creo que es mejor que pensemos en la camioneta.

Frank aceptó extrañado de aquella respuesta de Arthur.

Ambos subieron a la gran camioneta roja y repasaron las cosas con calma.

—Desde un inicio nada tiene sentido, Frank. Utley vio la sombra de una persona, solo escuchó los gritos del hombre pero no escuchó el alboroto de una pandilla, no había huellas dactilares y no había nada más...

—Sí... —asintió Frank echando su cabeza hacia atrás—. Ese revólver arrancado es lo que más me confunde. Suponiendo que la mujer de la huella lo haya hecho, ¿cómo arrancó el brazo y medio cuello? ¡Se llevó hasta el hueso! Es absurdo... ¿Cómo secas de esa forma a un ser humano?

—Este es el tercer caso así, Frank —dijo Arthur sujetando su barbilla con intriga—. La primera y única pista es la zapatilla...

—Montreal y Córdoba... Los lugares son abismalmente distintos, no creo que el asesino haya cruzado de Argentina a Canadá tan rápido. De las dos víctimas una estaba seca y la otra sin un brazo y parte del cuello...

—Así es, Frankie, esta fue una combinación de ambos ataques. Debo decir que me preocupa mucho que puedan estar relacionados...

El teléfono de Frank sonó y este respondió extrañado. Aquellos segundos en silencio se combinaron con la situación anterior, creando un ambiente frío e incómodo.

—¿Cómo? Sí, sí así es... ¿Antier? Santo cielo...

—¿Qué es, Frank?

—Llamó Aliona... Tenemos un cuarto caso, Arthur.

—Creo que es hora de tomar notas manuales, Frankie.

Av. Eugène-Lamontagne. Québec, Canadá.

Las noticias de la noche empezaron en un viejo televisor de unas 20 pulgadas. Se hablaba de la inusual alerta a las personas por recientes incidentes por toda la provincia de Quebec.

—Así es, Etienne. Y es que el departamento de policía no ha dado ninguna declaración oficial, pero son ya demasiados testimonios afirman que estos incidentes no están relacionados con el crimen organizado.

—Las primeras y únicas palabras del cuerpo de policía es que se encuentra bajo investigación, pero nada más. Los asesinatos son demasiado violentos hasta para decir que lo hizo otro ser humano, el único patrón son distintas marcas parecidas a un ojo en los miembros arrancados cual zanahorias. ¿La firma de quien hizo estas atrocidades?

En la televisión se mostraron las horribles muertes de estas pobres personas de casos anteriores, quienes además parecían secas como una momia.

—Y no solo en Quebec, en esta provincia empezaron los casos en Canadá, pero en todo el mundo se han repetido estos terribles asesinatos en los últimos meses. Ya varios investigadores sugieren que pueda tratarse de alguna criatura más allá de lo que estamos acostumbrados.

—Aconsejamos a los habitantes estar siempre listos para llamar a emergencias y no salir después de las 10 pm.

"El miedo es el sentimiento más poderoso en los seres vivos, siempre está presente, observándote, sientes que te está cazando, a tu lado, detrás de ti, en esa puerta al fondo. Jamás te dejará, debes aprender a vivir con él, porque él no está dispuesto a dejarte.

El miedo es un arma, una herramienta, y para algunos incluso llega a ser alimento. ¿Cuántas veces te pareció ver algo por el rabillo del ojo? Escondiste tu miedo diciendo que era una pestaña al voltear y no ver nada, pero siempre habrá algo devolviéndote la mirada, siempre habrá algo observándote. Lo estás alimentando. Rara vez atacará, pero... ¿Qué pasa cuando lo hace?"

—Ay, Dios, solamente yo leo estas cosas a esta hora. Son las 9... Vamos a tener que rezar doble antes de dormir.

Susurró mientras cerraba su libro y se levantaba una joven más o menos alta, de cabello corto y rojo con unas raras puntas rosas y ojos redondos de un azul ligero y envolvente. Daba vueltas llamando al perro por el pequeño apartamento de solo un cuarto, un baño y una pequeña sala comedor.

—¿Mochy? ¿Cómo te pierdes en un lugar tan pequeño? Aquí estás —dijo rascándole la panza al rat terrier vendado de las patas traseras que tiene como mascota—, es hora de cenar... ¡¿Que qué?! ¡Mochy, ya no tienes comida! Creo que había algo en el refrigerador... Nada, hmm. ¡Se te acabó el antiinflamatorio! Soy la peor madre del mundo...

Mientras cerraba el viejo gabinete, la puerta de este se desprendió y le rasgó la mano, haciendo que cayeran unas cuantas gotas de sangre.

—¡Ay!

Al dar un paso atrás el piso se fracturó, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera sentada.

—¡Pobrecilla! ¡Estúpidos! ¡Puerta, puerta! ¡Ah, ja, ja, ja!

—¡Au! ¡Cómo duele! ¿De qué te ríes, Sergei Petrovich? —preguntó enojada al loro de nombre extraño que empezó a burlarse–. ¡Tal vez te venda para arreglar estas cosas! Todavía tengo que ir a comprarle comida a Mochy, y hace frío afuera... ¿No quieres ir tú, Mochy? Me lo imaginé.

Se guardó una pequeña navaja multiusos y salió con calma del viejo apartamento vistiendo una gran sudadera, un pantalón ajustado y unas grandes botas negras. Cerró con cuidado cuando algo parecía pasar por la ventana del edificio; ella volteó con rapidez y confusión, asomándose sin encontrar nada y cerrando la ventana.

«Debe haber sido un murciélago, no hay nada en el tercer piso...» —pensó para calmarse.

Un pájaro chocó contra la ventana, pero no parecía haberse estrellado por un mal vuelo, porque tenía las alas arrancadas, detalle pasó desapercibido por ella.

—¡Ay! —gritó mientras choca la espalda contra la pared—. «Que susto...» Pobre, ¿no notó la ventana? «Pero es de noche, ¿entonces?»

Siguió avanzando hasta bajar las escaleras y encontrarse con un viejo vecino.

—Buenas noches, Nachloe. ¿Vas a salir tan tarde?

—Buenas noches, señor Gagnon. No tengo otra... Mi perro no tiene comida ni medicina. Solo voy a la veterinaria de la 1116, la Old Clinic.

—Deberías ir con cuidado, querida, las cosas estuvieron empeorando últimamente en toda la zona...

—Gracias, a esta hora todavía hay algunas personas en la calle. ¡Nos vemos!

El hombre se despidió con clara preocupación y entró a su apartamento.

Mientras caminaba entre unas cuantas personas por las frías y lindas calles de la 48, una patrulla de policía se detuvo junto a ella y dos oficiales bajaron para hablarle.

—Buenas noches, señorita, ¿caminará muy lejos? Necesitamos hablar con usted —dijo recargándose a la patrulla.

—¡No he hecho nada!

—No se preocupe, solo queremos decirle que tenga cuidado, ha habido muchos incidentes en las últimas semanas. Aunque hayamos intensificado los patrullajes esto no parece bajar.

—¿No le molesta que la acompañemos? También es una sugerencia.

—No creo que sea necesario que se preocupen... Solo voy a esta veterinaria, gracias.

—Vaya con cuidado y siempre esté preparada para llamar a emergencias. Tenga buenas noches.

—Buenas noches.

—Sí, gracias.

«Siguen las preocupaciones por eventos extraños... Las noticias dicen que no es un conflicto de bandas. En internet afirman haber escuchado ruidos muy raros y han visto animales enormes persiguiendo personas, también creen que los asesinatos son por estos mismos, pues las heridas son tan grandes, exageradas y profundas como el ataque de un oso... No he visto nada, pero he oído ruidos cerca del edificio. Espero llegar pronto con Mochy...»

Después de comprar, y regresar, Nachloe se regañó a sí misma mientras miraba a todos lados.

«Solo yo hago estas tonterías, ¡para la otra compro todo temprano o no compro nada! Tengo hambre...»

Fuertes golpes se escucharon al fondo de unos callejones, como si un martillo golpeara unas láminas. Nachloe volteó con miedo y empezó a caminar más rápido.

«¡Madre mía! ¡Madre mía! ¿Qué fue eso? ¡De todas formas no quiero saber, tengo que irme de aquí!»

Entonces notó algo que no estaba igual que cuando llegó a la veterinaria, la calle estaba completamente vacía, las personas se habían ido. Una fuerte luz a unos 20 metros de ella empezó a acercarse.

—¿Qué está...? ¡¿Qué es eso?!

Chillidos y sonidos extraños empezaron a aumentar poco a poco al mismo tiempo que los golpes se sentían cada vez más cerca.

Nachloe retrocedió con terror; entonces emergió de la oscuridad una especie de araña lampiña con una gran cabeza de murciélago y manos humanas en la punta de las patas. Se movía en la oscuridad, acercándose y cambiando de dirección a gran velocidad.

—¡Ay, Dios! ¡No! ¡No! ¡Ayuda, por favor!

Nachloe empezó a correr tirando sus cosas y gritando por ayuda mientras sacaba su teléfono.

La araña se movía de forma tal que la acorraló hacia uno de los callejones, la señal de teléfono se cortó y sus gritos jamás se escucharon.

—¡Quien sea! ¡Ayuda, por favor!

Una mujer salió del callejón tomándola de la mano y corriendo lejos de la criatura.

—¡No te detengas!

La araña empezó a soltar gritos de mujer, ladridos y chillidos mientras se estrellaba entre paredes y contenedores sin detener su persecución.

—¡¿Qué... ¡¿Qué es esa cosa?!

Después de adentrarse a varios callejones, la mujer se detuvo y la bestia dejó de escucharse, el silencio volvió y solo la respiración agitada fuera de control de Nachloe es lo que se resonaba esa noche.

—Bien, ya estamos bien, ¿no te ha pasado nada, querida?

—N... No... Creo que estoy bien —respondió con terror arrastrándose hasta la pared.

—Perfecto, ah... ¡Ese terror, ese miedo suena totalmente exquisito! —dijo la mujer mientras frotaba todo su cuerpo con sus manos.

—¿Cómo? ¿Qué hace? ¡No! ¡No!

La mujer lamió la mejilla y la ceja de Nachloe mientras exhalaba profundamente. Unos sonidos extraños empezaron a salir de ella, con fuerza apretó sus brazos y expandió su mandíbula para soltar una terrible mordida en la tráquea, provocando un salpicón de sangre. Entre pataleos y arañazos, Nachloe escuchó como algo crujió y se desprendió, pero sin dolor alguno, dejó de sentir, dejó de ver y dejó de escuchar.

Los colores rojo y negro se apoderaron de su mente mientras veía todos sus recuerdos, el lecho de muerte de su padre, la despedida de su madre, la tristeza, el dolor y la soledad fueron los únicos sentimientos que experimentó antes de repetir su muerte una y otra vez.

—¡El marido mató a su mujer! ¡Estúpidos! ¡Puerta!

—¿Así ocurrió, Arthur?

Nachloe se despertó violentamente, pateando en todas direcciones mientras gritaba. Su escándalo hizo que cayera de la cama y reaccionara momentáneamente.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué pasó?!

Mientras miraba a todos lados sujetándose el cuello, notó las pastillas del perro, un saco de alimento, su sudadera colgada en la puerta y sus botas acomodadas. El perro le lamió las manos chillando de hambre.

—¡¿Un sueño!? ¡Todo fue un sueño! Santo cielo... —dijo mirando el libro de terror que estaba leyendo—, desgraciado...

—Así es, Frank, no hay más noticias de ella.

Revisando su teléfono, no había llamadas ni mensajes, también parece que no había hablado con alguien en un buen tiempo. Cuando Nachloe entró al baño su puerta empezó a ser golpeada repetidamente.

—Ya voy... ¡Señor Gagnon! —saludó cuando se asomó—. ¿Pasó algo?

El hombre vio a todas direcciones sin encontrar nada.

—¿Señor Gagnon?

—¡Dios! No me asustes así, chica.

—¿Cómo? Pero si le estuve hablando, ¿pasó algo?

—¿Qué si pasó algo? ¡¿En dónde estabas, chica?! Ayer te llamamos a la puerta por la tarde y no respondiste.

—Anoche hablé con usted, ¿no se acuerda?

—¡Esa fue la noche anterior! Nos preocupaste a todos, ¡deberías tener más cuidado! La familia del 3, mi esposa y yo nos preocupamos mucho. Estábamos a punto de ir con la policía a reportarte desaparecida.

—Lo siento, gracias por preocuparse.

—Esto es muy enredado, Arthur, suena horrible...

Miró su teléfono después de despedirse para darse cuenta que estuvo un día entero durmiendo.

—¡¿Pero cómo?! ¿Habré comido algo mal? Ya mañana tendré que trabajar...

El resto del día se la pasó pensando en lo que había pasado.

Mientras llegaba al trabajo, saludó a uno de sus compañeros, pero este pareció ignorarla.

—¿Hola? ¿Pasa algo? —preguntó mientras le sujeta el hombro.

—¡Ah, Nachloe! Que susto, no te había visto.

—¿En serio? Pero te estuve hablando.

—No te escuché.

«¿Él tampoco? Ya van tres veces que pasa lo mismo. Esto me está poniendo nerviosa».

—Recuerda que el ataque empezó el viernes, Frank. Vamos.

El extraño fenómeno siguió sucediendo durante todo su turno en el centro comercial, era ignorada por compañeros y por clientes, Nachloe empezó a desesperarse poco a poco, rascándose la ceja cada vez más rápido.

Mientras regresaba por las frías calles de Québec, se dio cuenta que estaba por pasar por el callejón de aquella pesadilla, ese horrendo lugar que no podía tolerar; escalofríos recorrieron su cuerpo mientras trataba de cruzar sin voltear.

Una abrupta sensación de asfixia la atrapó comenzando a tambalearse hasta que cayó. Ninguna de las personas cerca notó eso, incluso alguien se tropezó con ella sin percibirla.

—¡Ah! No... No he comido nada, tal vez sea eso —mencionó levantándose.

Así terminó el lunes. La hermosa aurora de la mañana marcó el inicio del martes, donde las cosas se pondrán peor para Nachloe.

—Buenos días, Mochy.

Nachloe se sirvió su gran tazón de cereal como en todas las mañanas, pero cuando se llevó la cuchara a la boca escupió todo sin poder tragarlo y empezó a toser y a atragantarse cada vez que lo intentaba.

—¡Ugh! ¡Cof, cof! No puede ser... Debo ir a ver a un doctor... Buenos días, Sergei Petrovich... ¿Hola?

Por más que sacudía sus manos y la jaula el loro se muestra asustado por ser incapaz de verla o escucharla.

—Había escuchado historias de personas que no se logran dar cuenta que murieron, pero esto...

—¿No me puede ver? ¡No me puede ver! Dios, no puede ser, ¡no puede ser!

La cuchara y el plato empezaron a agitarse solos. Los epilépticos recuerdos en rojo y negro regresaron en forma de jaqueca, lo que hizo que dejara todo tirado y saliera corriendo del cuarto hasta la puerta de la familia Bouchard del apartamento 3.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡¿Hay alguien?!

El hombre abrió la puerta y comenzó a ver hacia todos lados confundido.

—¿Señor Bouchard? ¡Señor Bouchard! —gritó apretándole el brazo.

—¡Ah! ¡¿Nachloe?! ¡Qué susto! ¿De dónde saliste?

—¡Estuve frente a usted todo el tiempo!

—¿Estuviste qué? No te escuché, querida.

—¿No me escuchó?

Nachloe empezó a respirar tan agitadamente y con tanta desesperación que comenzó a marearse. Un sonido agudo resonó tan fuerte que tapó sus oídos con sus manos y chocó contra la pared.

—¡Debo salir de aquí! ¡Alguien debería poder ayudarme!

Corrió entre las personas intentando hablarles con desesperación; un esfuerzo inutil, ya que jamás fue percibida.

—¡Nadie sabe que estoy aquí! Nadie sabe...

Tambaleante regresó hasta su apartamento donde solo fue recibida por el perro. Los pensamientos rojos de dolor y negros de tristeza empezaron a golpear sus recuerdos, corrió hasta el baño para vomitar durante 3 minutos completos. Sin fuerzas y con la vista borrosa caminó temblando hasta caer boca arriba en la sala.

Entre la oscuridad de su mente una puerta estaba siendo golpeada, cuando intentó abrir los ojos empezó a sentir un hormigueo en la garganta, después una molestia y al final un ligero dolor. Nachloe no podía hablar, no podía ver y no podía escuchar. El dolor de la garganta creció hasta el punto en el que ella era casi consciente de su cuerpo; el dolor se volvió tan insoportable que sentía que iba a explotar; entonces su garganta se desgarró escurriendo sangre y expulsando cientos de murciélagos y arañas que recorrieron la habitación. Lo último que vio fue un ojo negro sobre una luna roja en su techo.

Nachloe volvió a despertar para encontrar a su perro lamiéndole la garganta. Agitada y repleta de sudor se levantó de un salto viendo a todos lados con frustración.

—¡Ah! ¡No! ¡¿Qué?! ¡Mochy!

La puerta seguía siendo golpeada una y otra vez.

—Otra terrible pesadilla, iré a buscar ayuda pronto. Espero que no hayan oído esto... ¡¿Qué?!

Al pasar por su espejo notó una pequeña línea roja en su garganta, como si una cuerda la hubiese apretado muy fuerte; pero la puerta aún estaba siendo golpeada, cosa que la distrae.

Nachloe abrió la puerta lentamente; en el pasillo estaban dos hombres de aspecto serio y con cara de auténtica sorpresa.

—Santo Dios... —susurró Frank viendo a Nachloe.

—Buen día, ¿desean algo?

—¿Nachloe Étoiles? —preguntó Arthur.

—¿Sí? «¡Gracias, Dios mío! Sí pueden verme...» —pensó con euforia y suspir de alivio— ¿Desean algo?

—Venimos a resolver su deceso.

—¿Cómo? No, debe ser un error, no tengo familiares recientemente fallecidos.

—Usted ha muerto.

—Perdón, ¿cómo?

—Usted murió hace cuatro días.

El rojo recuerdo de aquel ataque regresó, el miedo regresó en forma de palabras, una descarga de nervios y horror recorrió todo su cuerpo, su mente colapsó. Nachloe entendió entonces que en verdad murió.

Capítulo 1. Fin.










3. Juni 2022 02:53 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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