Sentado en el sofá de mi salón, dejo el libro que estoy leyendo y me ajusto las gafas para ver mejor, a través de la ventana, la felicidad que tienen los niños bajo la lluvia. Esa misma que a mí me falta desde que no estás en mi cama.
Debe ser que te echo tanto de menos, que me centro en una pareja que consigo divisar a lo lejos. Hasta que me fijo bien, y compruebo que eres tú. Se ve que me echas de más, y duele. Duele porque fui tan tonto de no querer despegar del cielo que me pintaste para volar el día que saliste por la puerta. Y duele porque en mi interior sigo cruzando los dedos para que vuelvas, a pesar de estar viéndote cruzar con él la ciudad.
Así, perdiéndome en mis pensamientos a la par que tú te diviertes con ese tipo, dejó atrás la ventana mojada. No quiero ver cómo eres feliz sin mí. Y lo peor de todo es que, aún así, sigo sin querer mandar lo que tuvimos a la mierda.
Deambulo por el salón, pensando en si salir corriendo a la calle a hacerte una última oferta, a lanzarme al vacío, con la esperanza de que, en el fondo, aún sigas despierta y quieras aceptarla, pero no creo que sea lo mejor para ninguno de los dos. En su lugar, cojo esa foto que tanto te gustaba. Esa en la que sales riendo desprevenida en la playa mientras yo te miraba a los ojos, pensando cómo podía ser tan afortunado de tenerte. Ese mismo día te dije que te prometía tanto como abarcase el mar si no te marchabas de mi lado, y que me escocería igual que una herida abierta en contacto con la . si lo hicieras... Y lo hiciste. Me dejaste solo. Y ahora no sé qué hacer para acercarme a ti.
Los recuerdos del día llegan como relámpagos a mi cabeza, explotando con un estruendo varios segundos después. Cierro los ojos y ahí estás, muy pegada a mí. Esa noche, mojados en alcohol, fuimos sólo un alma que viajaba libre e inundaba toda la habitación en cuestión de segundos. Incluso el sol no quiso salir; quiso que siguiéramos jugando toda la noche, perdiendo mis sentidos en cada curva de tu cuerpo mientras te retorcías encima de mis muslos, disfrutando de ti misma, de nosotros...
Espero que tú también recuerdes ese día y lo felices que fuimos. Que pienses en esa noche cada vez que te acuestes con él. No es venganza, es desesperación por recuperarte, entiéndeme. Realmente lo único que deseo es que, el día que te despiertes pensando en mí, lo cuentes, y que le llames rápidamente para que salga de tu mente. Que vuelvas corriendo a mí y que me digas que soy tuyo para siempre.
Vielen Dank für das Lesen!
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