maryahwell Maryah Well-Autora

¿Amor o Venganza? Nadya ha experimentado una de las pérdidas más dolorosas que alguien pueda tener en su vida. Eso la llevará hasta su siguiente objetivo, ciega por la sed de venganza. Sin embargo, algo dentro de ella la hará entrar en razón y descubrir que ha sido víctima de un engaño. ¿Podrá acabar con la última persona que ha querido mover los hilos de su vida? Venganza por amor El pasado de Nadya regresa a su vida cuando pensaba que ya había saldado su deuda por tantos años de servicio al gobierno de Sonroda. Un viejo pretendiente de la muchacha querrá reclamarla para sí, aun sabiendo que la joven ya está felizmente casada. ¿Podrá la pareja regresar a casa sana y salva?


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¿Amor o Venganza? Prólogo


13 de abril de 2021

Nindram, Adanac.

Casa de Mauro Bertutti.

La mansión estaba rodeada por el equipo de redadas del GEMAT (Grupo Especial de Mar, Aire y Tierra), solo necesitaban la orden de su capitán para entrar en acción y detener a uno de los mayores narcotraficantes del país.

Agazapados alrededor de las flores, setos y fachadas de la casa esperaron y observaron con paciencia los movimientos de la guardia que custodiaba a la familia armados hasta los dientes.

El capitán subió los prismáticos para observar y comprobar el momento perfecto para entrar en acción. Miró el reloj de su muñeca, se puso el pasamontaña para ocultar su rostro, excepto los ojos, se preparó con el fusil y esperó hasta que dieron las doce en punto de la noche para dar la señal a su equipo.

Sus hombres avanzaron por los alrededores del edificio y entraron en él respondiendo a las ráfagas de balas que los guardias del narco les lanzaban en un intento por detener la acometida que se estaba llevando a cabo.

El GEMAT se hizo con el control de la situación cuando los enemigos se rindieron antes de perecer bajo el proyectil de los fusiles.

El capitán subió las escaleras de mármol rojizo listo para disparar si encontraba resistencia en su camino. Mientras su equipo se cercioraba de que no había nadie más en las habitaciones, el hombre entró en la última estancia del pasillo en forma de semicírculo y vio a una chica joven de pelo rubio, ojos verdes dorados y cuerpo atlético sentada en la cama y ataviada con un camisón de seda blanco.

La chica alzó las manos en señal de rendición y le hizo un leve gesto con la cabeza señalando hacia el armario de madera de roble que descansaba en la pared de la izquierda.

—No se mueva de donde está —le ordenó a la joven mientras se dirigía hacia el armario.

Abrió la primera puerta y apuntó al hombre agazapado entre las ropas con el arma.

—Mauro Bertutti, queda detenido por contrabando de sustancias estupefacientes.

—¿Sustancias qué? —preguntó el hombrecillo al erguirse delante del capitán con cara de desconcierto.

—Drogas, Bertutti. Date la vuelta. Estoy seguro de que conoces muy bien tus derechos, ¿verdad? —el capitán lo esposó y avisó por radio a sus hombres de que había encontrado al objetivo—. Señorita, tendrá que venir con nosotros.

—Es mi esposa y no irá a ningún lado. Ella no sabe nada de mis negocios —increpó el narco con los dientes apretados.

—Eso hay que averiguarlo, así que, de momento, vendrá con nosotros —entregó al hombrecillo a uno de sus agentes y esposó a la muchacha lentamente—. Gracias por tu ayuda, Verona. Tengo que llevarte al cuartel, pero te dejaré ir en cuanto tu marido no se dé cuenta —le susurró al oído.

Ambos dieron media vuelta para caminar hacia la puerta cuando el sargento del equipo apareció en el hueco con el arma en alto y apuntando a la joven con ella.

—Sargento West, puede bajar el arma. Todo está controlado —el capitán se adelantó en dirección hacia el hombre y se deshizo del pasamontaña.

—¿Está seguro, capitán?

—Muy seguro. Yo mismo la he esposado. Baja el arma.

El sargento obedeció poco a poco, pero solo para volver a subirla con rapidez, gritar una advertencia inaudible y disparar a la muchacha en la frente.

—¡Sargento, baje el arma de inmediato! —le ordenó su superior—. ¡¿A qué ha venido eso?! —tronó llegando hasta su hombre en dos largas zancadas.

—¡Estaba armada! ¡Iba a atacarte por la espalda! —se excusó el sargento sosteniendo aún el fusil como si fuera a disparar de nuevo.

El capitán dio un paso atrás, sacó su arma de la funda amarrada en su muslo y le apuntó a su compañero.

—Suelta el fusil, Malcolm. No me obligues a hacerlo por las malas.

—Vincent, estaba armada y a punto de atacarte. Te acabo de salvar la vida —intentó hacerlo razonar.

—Suelta el maldito fusil —le advirtió de nuevo con los dientes apretados.

Malcolm obedeció la orden, dejó caer el arma para que quedara colgando de su hombro y separó las manos para hacerle ver que se había rendido. El capitán lo rodeó para esposarlo, pidió refuerzos y una ambulancia.

—¿No crees que estás exagerando? Solo acabo de salvarte la vida y así me lo pagas —replicó el detenido mirando el cadáver de la joven con una leve sonrisa de orgullo.

—No me has salvado de nada. No estaba armada y lo sabes. No sé cuál ha sido el motivo de este asesinato, pero te aseguro que no saldrás impune de ello —le quitó la cámara que tenía en el hombro derecho, la guardó en uno de sus muchos bolsillos del chaleco antibalas y dejó que otro de sus agentes se llevara a su compañero al furgón de los detenidos.

El capitán escuchó la sirena de la ambulancia, se acuclilló al lado del cadáver lamentando haberla convencido de que lo ayudara y le cerró los ojos dejando escapar una lágrima que resbaló por su mejilla hasta su mandíbula. Se la enjugó con la manga y se apartó para dejar a los paramédicos hacer su trabajo.

6. Dezember 2021 16:43 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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