erjamago Jair Martínez

Si alguna vez buscas una respuesta en el sitio incorrecto, en realidad no has comenzado a buscar. Thomas, un joven de 21 años, en espera de respuestas para sí mismo, huyendo de su pasado y ahora de su futuro, decide viajar a Green Valley, buscando reencontrarse con su padre y un nuevo propósito que le arroje algunas respuestas. Desconcertado, se dirige a su vieja casa donde encuentra una carta, lamentable para él, ya qué, dejó asuntos sin terminar en su pasado y no le será tan fácil escapar esta vez.


Thriller Nur für über 18-Jährige.

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277 ABRUFE
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Una buena excusa

Me parece muy bonita, ya sabes, la lluvia, no cualquier tipo de lluvia, esta es especial, no sé cómo explicarlo, el hecho de que choque con las ventanas me da calma, me hace sentir vivo de alguna manera, quizá incluso, me motiva. El roce de las gotas sobre cristal era algo que siempre le había parecido mágico a Thomas, de poder existir un escape hacia otra realidad, una ventana acompañada de lluvia sería la puerta perfecta.


Thomas escuchó como una señora de aspecto lúgubre se quejaba al fondo del vagón con lo que parecía ser su nieto; observó como la mujer, aunque de una edad avanzada, tenía una vestimenta bastante extravagante, un abrigo largo de un morado intenso que llegaba hasta las rodillas y un sombrero que, de haber tenido más espacio, tendría un rosal completo.

—Estoy harta de está maldita lluvia —comentó la señora en tono molesto—. Mi sombrero es muy delicado y la lluvia sólo lo destruirá, se supone que el vago de tu padre nos recogería en la terminal, pero no se puede esperar nada de él, ¿verdad? y ahora estamos en el estúpido transporte público.


Thomas dejó escapar una leve sonrisa, le parecía bastante cómica la situación, aunque se mantenía estoico para no llamar la atención y formar parte del espectáculo; la señora no parecía tener pudor alguno al expresar sus quejas abiertamente ante tantos extraños. Sin embargo, Thomas había tenido suficiente, acababa de experimentar un viaje bastante largo y no quería pasar sus últimos momentos de soledad escuchando las quejas de alguien más. Se levantó de su asiento, con un dolor punzante en las piernas, probablemente por permanecer en la misma posición por bastante tiempo; estiró sus manos intentando no tirar los demás objetos del portaequipaje, tomó su mochila roja, quizá el último regalo que tendría de su madre; volvió a su asiento escarbando entre sus pertenencias hasta que al fin dio con sus audífonos.


<<Aquí están>>, pensó Thomas, felicitándose, listo para disfrutar el final del trayecto; parecía que la mujer al final del pasillo jamás terminaría con su alegato, así que se colocó sus auriculares, listo para perderse en la música.


—En cualquier caso, ¿no entiendo por qué volvemos a Green Valley?, en ese sitio no hay más que dolor acompañado de penumbra—. Sentenció aquella mujer. Esa simple frase pareció ser suficiente para que Thomas perdiera la calma.


<<Green Valley —pensó—. Tiene razón, dolor y penumbra, hace años que no visito mi vieja ciudad, y para ser franco, no sé qué espero encontrar ahí, quizá sólo, una respuesta diferente. "Si buscas una respuesta en el sitio equivocado, en realidad no has comenzado a buscar". Parece muy complejo, pero cada vez que lo escucho, tiene más sentido.>>


La madre de Thomas solía remarcarle la importancia de buscar en el sitio correcto, es fácil perderse cuando no tienes un objetivo, aunque a veces es más difícil encontrar el destino que el camino a seguir. Thomas era un joven de 21 años, bastante soso a comparación de los demás ejemplares de su generación, a pesar de que todos solían llevar su uniforme la mayor parte del día, pantalón negro y camisa blanca fajada; aun así, parecía que los demás tenían una apariencia distinta, incluso heroica. Comenzó a mover las piernas a un compás acelerado, y llevó sus manos a sus rodillas, dejando su mirada fija al suelo. El joven chico volvía a un lugar que había dejado de llamar hogar hace mucho tiempo y era consciente de lo que eso significaba, tener que reencontrarse con fantasmas de su pasado. Comenzó a sentir como un dolor asfixiante recorría su pecho.


Thomas lentamente obtuvo el control de su respiración nuevamente, se repitió una y otra vez, que todo estaba bien, sólo estaba precipitándose, sacó su viejo teléfono celular del bolsillo, listo para escuchar música.


Todos los pasajeros con destino a Green Valley, favor de bajar de la unidad de manera ordenada y cuidadosa, gracias. Anunció el parlante ubicado en cada vagón. <<Supongo que no queda más remedio>>, pensó Thomas. Se quedó sentado, expectante a que todos los demás pasajeros bajaran del vagón, ignorando la petición del parlante. Guardó sus audífonos de nuevo en su mochila, lamentando no poder escuchar una última pieza antes de llegar. Una vez que el flujo de personas disminuyó, tomó su mochila, y caminó de manera calmada hacia la salida al final del vagón.


Sus pensamientos eran un desastre, antes de bajar, se detuvo un momento, temiendo que este fuera el punto sin retorno, miró atrás una última vez, un hábito que lo acompañaba siempre que abandonaba un lugar, tenía la sensación de que, de no hacerlo, olvidaría algo. Bajó del vagón, no sin antes colocarse su abrigo, una prenda de un profundo color negro que llegaba hasta sus rodillas; caminó por el borde de la estación, observando detenidamente lo mal que los años habían sido con esta, las grietas en las columnas habían comenzado a cobrar factura, los ladrillos de un color beige y tragaluces en el techo que dejaban escapar leves rayos de luz acompañados del ruido de la tormenta.


<<No cabe duda, una cuidad añejada en su nostalgia>> —pensó Thomas. Lo que alguna vez fue una ciudad llena de vida, estaba ahora en su mayoría, consumida por la naturaleza. Caminó entre las pocas personas que lo acompañaron durante su viaje y bajó lentamente las escaleras de la estación. Comenzó a recorrer las calles de la capital del mundo, o al menos eso querían hacer creer en los diarios, observó como su viejo vecindario estaba abandonado, aunque realmente le costaba recordarse así mismo jugando en él, ni siquiera podía ver nítidamente el rostro de algún vecino en sus memorias; el ambiente era gélido, aunque la lluvia se había tornado bastante dócil, no creía necesario usar una sombrilla, sentía como las gotas chocaban contra su cabello, aunque no le tomaba mucha importancia, su vieja casa estaba a una cuantas cuadras de la estación, sin embargo, debía apurarse, estaba comenzando a oscurecer.


—<<”2 calles rectas y una a la derecha —recordó el joven chico—. Si alguna vez te pierdes camino a algún sitio, usa la estación de tren como referencia, te quiero hijo, presta atención a tu entorno siempre, y nunca pierdas de vista tu hogar".>>


Thomas sintió como un calor abrazaba su pecho dejando escapar una leve lágrima, <<supongo que he vuelto a casa.>> Las calles de un color gris desgastado eran acompañadas por viviendas llenas de polvo, cristales rotos, fachadas descoloridas, una situación deplorable, pero por alguna razón no se sentía triste, era extraño, ni siquiera se sentía solo; giró a la derecha en la segunda calle, y entonces ahí la vio, su vieja casa, bastante modesta, tenía un pequeño jardín afuera bastante descuidado, aunque verde por las constantes lluvias, la puerta principal, de un blanco descolorido y una chimenea en el centro ligeramente desviada a la izquierda, algo que siempre lo fastidió.


Thomas abrió la puerta de su vieja casa, dejando en su mano un poco de polvo, todo el lugar tenía cierto olor a humedad, recorrió la casa a pasos pesados, sintiéndose un extraño; sacudió el polvo de una vieja silla y se sentó en ella; tomó el viejo teléfono de la casa, descolgó y puso el auricular en su oído, sorprendido, dado que, a pesar del deteriorado ambiente, el teléfono aún tenía señal.


Tragó saliva y comenzó a jugar con sus manos, nervioso por cómo debería comenzar una llamada con alguien que no había visto en mucho tiempo; comenzó a sentir un fuerte dolor en el estómago; <<Sólo salúdalo, él entenderá, después de todo, es tu padre —se repitió a si mismo—. No tiene por qué ser tan difícil, ni tener una buena excusa, sólo llámalo.>>


Thomas marcó el número de manera lenta, teniendo mucho cuidado en no fallar ningún número, después de todo, no quería echarlo a perder; comenzó a sonar el teléfono, pero no fue hasta el segundo pitido cuando escuchó una voz que hizo paralizar al joven chico.


—¿Hola? —respondió una voz desconcertada y profunda del otro lado de la línea.


—¿Papá? —contestó el joven de manera nerviosa tartamudeando sobre si era correcto referirse a él de esa manera—. He llegado a la cuidad, tengo entendido que debo esperar a que Lauren pasé por mí, pero...


—¿Qué quieres?, estoy ocupado —sentenció aquel hombre de manera molesta.


—Sólo quería saber si quizá podría ir a verte y pasar un tiempo juntos para que me ayudes a ponerme al corriente y saludar —dijo Thomas en tono firme.


—No vuelvas a usar este número para esto, sabes que Lauren se encarga de tu cuidado —"No vuelvas a pasarme estas llamadas" —. Escuchó Thomas de fondo, antes de que se cortara la comunicación; arrojó el teléfono con furia contra la pared, maldiciendo y agitando la cabeza sobre porque las cosas no podían ser más sencillas.


Pedazos y botones volaron en todas direcciones fruto del choque contra la pared, dejando caer un par de libros mal posicionados que yacían sobre el librero; Thomas se levantó y comenzó a recoger todos los pedazos, deseando terminar para volver a tirarse al suelo ahogándose en su tristeza. Fue entonces cuando la vio, una vez que prestó atención al entorno incluso parecía brillar, era una carta firmada con el nombre de Sybelle, abrió la carta de manera cuidadosa intentando no romperla; sacó un fino trozo de papel acompañado de un perfume endulzante, un aroma parecido al de las flores.


Tomó la carta con ambas manos y comenzó a leer:


Hola Thomas, no estoy muy segura de sí me recuerdas o si en realidad dejamos de hablarnos hace tiempo, me siento tonta escribiendo esto para una persona que probablemente no lo lea nunca, pero la verdad es que necesito tu ayuda.


Hace 6 meses que perdí la memoria, no sé quién soy y no sé porque estoy sola. Todos los días frecuento un parque del que parece tengo miles de dibujos, me pregunto si me gustaba pasar mis ratos libres dibujando; no sé si me odies, o que tan difícil sería para ti volver a verme, pero estoy aterrada y maldigo lo injusto que es esto para mí, sólo desearía poder volver a verte. Junto a esta carta hay una foto de nosotros juntos sentados en ese parque, no sé qué habré significado para ti, pero te ruego vengas.


Escuché que pronto estarás en la cuidad, pero no reúno el valor para ir a verte en persona, así que dejaré esta carta en tu vieja casa, esperando que quizá, vengas a verme, no sé quién eres Thomas, pero eres lo último que me queda...

Esta carta se está haciendo muy larga y no quiero que me recuerdes si no quieres, pero espero aún haya una parte de ti que me quiera lo suficiente como para no abandonarme.


Sybelle


<<Sybelle... ¿Qué te pasó?>> —pensó Thomas—. Buscó en el sobre nuevamente y encontró una foto de ellos 2 sonriendo sentados en una banca del parque que describía en la carta; tomó la carta con cuidado, estaba rota, y tenía un desgarre justo en la mitad que había sido pegado con cinta adhesiva. Thomas giró la carta y leyó en el reverso:


"Feliz cumpleaños 18 Sybelle, espero esto te recuerde que te quiero", con cariño Thomas.

6. August 2021 00:19 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Fortsetzung folgt… Neues Kapitel Alle 10 Tage.

Über den Autor

Jair Martínez Quizá yo no sea para ti, o quizá si, ¿quién sabe?, intenta leer algo, imagina como te sentirás, y dime que te parece, me encantaría saber tu opinión, si no te apetece, regala una sonrisa y que tengas un buen día. Atentamente: Jair Martínez

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