Nadie imaginó que lo lograrían, pero cuatro duendes llegaron a las bóvedas del rey Yaria.
Allí se perpetró un terrible robo, los duendes se llevaron cuatro de sus tesoros.
Los anillos elementales estaban en sus manos. Cuando los juntaron se escucharon truenos y se vieron relámpagos, luego alcanzaron lo que habían anhelado.
Un portal a nuestro mundo se abrió, luego la ruina y la desolación con ellos caminó.
Ellos se separaron para causar más destrucción. Fue así como esta danza macabra inició.
El duende del fuego a una casa llegó, era media noche, así que miró la vivienda con atención.
Un gran árbol en el patio encontró, de su tronco salían ramas que acariciaban los tejados con algo que parecía ser amor.
Con malicia y energía el duende al fuego de su anillo invocó. Las llamas aparecieron y quemaron lo que él vislumbró.
Gritos, caos y desesperación, eso fue lo que sintió la pobre familia que su hogar perdió.
Satisfecho el duende se esfumó, buscando el próximo objeto de su diversión.
El duende del viento se desanimó, creía que su poder no causaría destrucción.
En ese momento miró a un motorizado conduciendo con exaltación.
La moto iba a gran velocidad, en ese momento el duende vio su oportunidad.
Accionó su anillo y una corriente de aire creó, fue tan potente que al hombre de su moto arrojó.
Un automóvil de improviso frenó y un enorme camión por detrás lo impactó. El vehículo aplastado quedó y la vida de los tripulantes se perdió.
Al ver su obra, el duende desapareció.
Los arqueólogos sintieron emoción, pues un hallazgo ante ellos emergió.
Eran Jarrones, estatuas y joyas de viejas dinastías, sin duda sus carreras llegarían a la cima.
Pero no contaban con la aparición de un duende de la destrucción.
El engendro en las sombras se refugió, luego llamó al poder de su anillo y la tierra contestó.
El techo sobre sus cabezas se estremeció y antes de que pudieran salir, vivos los enterró.
En la cueva quedaron sus cuerpos sin vida. Mientras el duende corría y reía.
Los buzos exploraban el mar con alegría. Viendo corales y peces en cantidades que pocos imaginarían.
El oxígeno en sus tanques casi se había acabado, Entonces esos hombres experimentados decidieron salir de las aguas que tantas emociones les brindaron.
Pero el cuarto duende los encontró. Entonces tocó su anillo y el océano le respondió.
La corriente cambió y a los buzos superó, luego los arrastró a un abismo donde nadie los encontró. Cuando el oxigenó se acabó ellos perecieron en desesperación.
En lo alto de una montaña el cuarteto del horror apareció.
—Yo provoqué pena y dolor —dijo el duende de que la casa quemó.
—Yo sembré la destrucción —comentó el duende que a los arqueólogos mató.
—Yo causé desesperación —agregó el duende que a los buzos ahogó.
—Yo fue artífice del terror —avisó el duende que ese accidente de autos provocó.
Rieron y celebraron, pero pronto saldrían a causar más daño.
Este relato ha terminado, pero los duendes no han acabado. Pronto volverán, eso lo tengo claro.
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