querubinne Tamine Rasse Cartes

Para Fabián las fotos de adolescentes que él y sus compañeros se comparten a través del celular son lo que más espera cada día. Incapaz de encontrar pareja por su cuenta, pasa las horas mirando a extrañas semidesnudas y comentando sus cuerpos con otros hombres en su situación. De algo está seguro: esas niñas se lo andan buscando, porque mira que subir fotos así... Cuando Camila, una nueva amiga que ha hecho en línea, le propone juntarse para tener sexo, Fabián no puede creer su suerte, especialmente cuando esta lleva a una amiga y le insinúa un trío. Pero no está preparado para lo que ambas chicas traen bajo la manga. Relato de terror y gore inspirado en el caso 'Nido.org' ocurrido en Chile sobre tráfico de p0rnografía infantil. Escrito en español Chileno, con modismos y palabras propias de la zona.


Horror Teen horror Nicht für Kinder unter 13 Jahren.

#horror #terror #cuento #relato
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(Im)potentes

Brrrrrrr, brrrrrrr.

Fabián se quitó los audífonos ante el insistente sonido de un mensaje recibido. Se oyeron varios, hasta que el teléfono cayó de la mesa con un golpe sordo sobre la cerámica helada, que el Fabi no había barrido desde que había comenzado a buscar trabajo.

–Puta –se lamentó, y recogiendo el celular se acercó al micrófono–, vengo al toque.

–Oye pero no te podí ir –le respondió una voz lejana desde los audífonos que yacían tirados sobre el escritorio–, estamos defendiendo.

–Cállate weón, oh –le dice el Fabi al aire, sin preocuparse de si su compañero lo escuchó o no. Lo que tiene en las manos es harto más interesante.

MAZO: Lulo te encontré a la que me encargaste. es la ex de un weón de la U y tiene caleta de fotos la maraca, parece que era caliente la weona...

LULO: Esaaaaaa. Sabia que tenia potencial wn, hay que puro buscar a las que ponen cara de caliente en la foto de perfil

FELIPE AGUIRRE: Y te soltó las fotos el weón?

MAZO: Las soltó de una cuando le conté pa que las quería. Me pidió un enlace de invitación si

STALKER: Menos charla y mas acción

Fabi había tenido la intención de volver a la partida en seguida, pero ¿quién se podía resistir a una mina nueva? Además, estaba seguro de que la que había encargado el Mazo era joven igual, y esas eran las más ricas... novatas y dispuestas a todo por unos me gusta y un minuto de fama.

FABI CORNEJO: Suelta tú las fotos mejor

El chat se silenció durante unos minutos, y Fabi comprendía perfectamente por qué: aún con la pantalla trizada en el medio, no tenía problema para apreciar la anatomía de la muchachita.

Fabián no se lo habría admitido nunca a nadie, pero ni siquiera los generosos senos o el bien dotado trasero de la muchacha tenían un impacto importante allí donde contaba. Más osada que muchas, aquella putita había añadido algunas tomas de su bien depilada vulva, pero incluso aquello no lograba levantarle el ánimo. Lo único erecto en su cuerpo larguirucho eran sus pezones, en los que había desarrollado una gran sensibilidad (le gustaba pensar en eso como una muy, muy mala compensación).

Otra vibración lo sacó de su enfurruñamiento.

MOLINO: Esta como pa su burundanga o no cabros?

Lulo: Pa violarla rico y tranquilito

Fabi Cornejo: No cachan na, para qué la van a drogar? En vez de escucharla llorar y pedir ayuda...

MAZO: Anda a masturbarte mejor

FABI CORNEJO: Para la wea

Con un rápido movimiento de mano salió del chat y abrió la galería. Con la otra mano desabotonó el pantalón, ya resignado a lo que le esperaba.

Vida culiá maricona, bueno, por algo era la vida.

El verano pasaba lento y caluroso. El Fabi se daba vuelta en las mismas tres aplicaciones todo el día, ignorando olímpicamente los anuncios de trabajo para los cuales se sentía sobrecalificado, y regalando corazones a las regalonas que dejaban su Instagram público.

Brrrrrrr.

Fabián se incorporó entre las sábanas revueltas. Como anticipaba lo que se venía, la vibración de su teléfono lo excitaba levemente. Pero no eran sus compañeros de chat quienes lo estaban invocando, sino alguien con quien Fabián sólo se había atrevido a soñar cuando la noche era oscura y su madre se quedaba dormida con la televisión encendida a un alto volumen.

«@milanmila ha aceptado tu solicitud de seguimiento»

No lo podía creer. ¿Emilia Milán a su disposición? Había enviado la solicitud hace más de un mes, sin ninguna esperanza de que la rubia aceptara.

Ahí estaba todo en su perfil... las mismas fotos por las que había rogado en secreto, las que había celebrado cuando por fin alguien las compartió en el chat, con ese petito rojo y el short que apenas le cubría las nalgas que llevaba puestos el día que la vio por primera vez en el pasillo del supermercado.

Miró hacia la puerta para asegurarse que estuviera cerrada y respiró profundo.

@fabi.cornejo93: Hola (:

@milanmila está escribiendo...

Su corazón se detuvo.

@milanmila: Hola. Sorry por no aceptar antes tu solicitud, es que había puesto mi cuenta privada hace poco y no sabía cómo aceptar gente jajaja.

@fabi.cornejo93: Y yo aquí pensando que no querías nada conmigo </3

Silencio. ¿Habría sido eso demasiado?

@milanmila: Tonto! Obvio que no es eso ;) Me gustan así como tú.

@fabi.cornejo93: Como yo?

@milanmila: Así como nerd po jaja, ya estoy chata de los típicos musculitos hijitos de papi.

«Si...» pensó Fabián, «uno se debe cansar rápido». Pero no dejó que ese pensamiento lo desanimara.

En el momento en que abrió la puerta y la vio allí parada con su faldita cuadrillé y su cartera Kipling de imitación, supo que se había ganado la lotería. Las dos semanas que habían pasado hablando –llámandose, incluso–, no lo habían preparado para ese momento, pero Fabi se tenía confianza; ya la había traído hasta su casa. Todo iría bien.

Sólo había una cosa que no terminaba de encajar...

–¿Quién es ella? –preguntó Fabián, un poco más bruscamente de lo que había pretendido.

–Hola Fabi –lo saludó ella, con un beso en la mejilla–, esta es la Pao, una amiga. Viene a ayudarnos.

–Pero hoy...

–No me olvidé de lo que vamos a hacer hoy, tontito –se rio Mila, tomándole la mano. Fabián sintió como sus dedos sudaban bajo la manicure francesa de ella–. Ojalá no te moleste saber que tengo gustos... peculiares, igual. Pucha, quizás te debería haber avisado antes.

La Pao, aunque bonita, no era la misma calidad de mujer que su amiga, pero su cita lo miraba con cara de culpabilidad mezclada con picardía, y ¿quién era Fabián Cornejo para negarle a una niña bonita sus deseos? Las guío a su habitación, asegurándose al entrar de que la videocámara escondida entre su ropa sucia no fuera visible. Este iba a ser, quizás, el mejor día de su vida: perdería su virginidad con dos mujeres (y si tenía suerte, las vería 'ponerse cariñosas' la una con la otra), le mostraría al mundo que su cuerpo era perfectamente funcional y de paso le taparía la boca al saco de pelotas de Mazo.

–¿Está tu mamá? –le preguntó Mila tan pronto hubo cerrado la puerta tras de sí.

–Estamos solos.

–Maravilloso.

La Pao echó el cerrojo mientras Emilia Milán lo empujaba sobre la cama, besándolo de forma hambrienta, famélica incluso, sin dejarlo respirar. Desde atrás, el Fabi sintió como pequeños dientes se cerraban sobre su cuello, mientras un par de manos intentaban deshacer la hebilla de su cinturón.

–Espérense –intentó decir. Todo el asunto iba muy rápido, y de pronto tuvo miedo de no poder seguirles el ritmo frente a la cámara.

Mila lo tumbó sobre el colchón de un empujón, y se inclinó para susurrarle en el oído

–Aquí –dijo suavemente–, las reglas las ponemos nosotras.

Fabián sintió como sus pezones se erectaban ante el aliento caliente de Emilia en su oreja, y si bien no le encantaba la idea de obedecer, sabía que no podía dejar ir la oportunidad.

–No pienso ponerme un condón –fue lo único que logró decir–, esa weá es pa' los maricones.

–Con condón no es lo mismo –le aseguró la Pao, guiñándole el ojo–, ahora déjate querer.

Emilia se lanzó a besarlo otra vez, pero no le pasó desapercibido el hecho de que la otra mujer estaba atando algo a sus manos y pies. Déjate querer, se recordó a sí mismo, y se hundió en los besos de su belleza soñada.

–Está listo –anunció la morena.

–Rompe la cámara –ordenó Emilia mientras se ponía de pie, en un tono muy diferente al que había estado usando hasta ahora.

–¿Cómo sab...? –Pao parecía sorprendida–. Filo. Cerdo.

Eso último iba dirigido a él.

Luego de apenas unos segundos hurgando, Pao halló la cámara entre la pila de ropa, y sin ningún dejo de consideración, la estrelló fuerte contra el suelo. Al percatarse de la mueca de incredulidad de Fabián, pisoteó el lente con más fuerza, haciéndolo añicos.

–¡Sorpresa! –dijo Emilia, llamando su atención.

–Déjenme tranquilo, locas culiás, váyanse de mi casa –intentó amenazar, pero la voz le tiritaba–, voy a llamar a los pacos.

–No vai a llamar a nadie –le dijo la Pao–, porque eres un pedófilo de mierda, y más encima estay amarrado a la cama. De aquí no sale nadie hasta que lo diga yo, ¿entendí?

–¿Qué me van a hacer?

La Pao no le contestó, se había dado vuelta a buscar algo en su mochila. La Emilia, que estaba poniendo música en su computador –¿por qué chucha lo había dejado prendido? -, tampoco le respondió.

–Mira esta weá... –le dijo a su amiga mientras leía el foro Choroy–, weones enfermos por la cresta...

–Oh conchesumadre...

–Así te queríamos ver –se burló la rubia–. Bien aweonao ponerse el nombre y apellido de verdad en un foro como éste, po, Fabi.

La Pao soltó una carcajada.

–Y más aweonao aún ponerse los mismos nombres en Instagram, y hablarle a una mina.

–Y creer que a la mina le gustai –añadió la otra.

Las dos se empezaron a reír, pero Fabian ya había tenido suficiente de eso para toda una vida.

–¡CÁLLENSE MARACAS CULIÁS!

–¡CÁLLATE TÚ! –rugió la Pao, lanzándosele al cuello con la navaja pequeña que había sacado de su mochila–, sólo vai a decir lo que necesitamos que digai, y después te vai a quedar callao, ¿entendiste?

–Entendió amiga, mírale la cara. Está cagao de miedo.

–Pa que veai como se siente... –murmuró la otra–. Ya, Mila, pregúntale tú. Yo no puedo.

Mila asintió, sentándose a horcajadas sobre el cuerpo inmovilizado de Fabián. La pequeña daga, que estaba ahora en sus manos, fue directo a su cuello.

–¿Esparciste o no las fotos íntimas de la Dani? –escupió la pregunta con odio certero centellando en sus ojos, y el Fabi supo que no le convenía mentir.

–Todos las esparcimos... –se justificó–, no fui sólo... ¡¡AHHGG!!

Emilia había cortado una de las mangas de su camisa con un certero golpe y la sangre comenzó a derramarse por su hombro. Fabián se retorció, intentando desesperadamente sacársela de encima, pero el cuchillo volvió rápidamente a su garganta y se quedó quieto.

–¿Te pajeaste o no con las fotos de la Dani? –preguntó esta vez con más rabia–. Y no quiero excusas de mierda.

–Ni siquiera se me para...

–Te dije que no quería excusas de mierda –lo reprendió la mujer, y volvió a deslizar el cuchillo, esta vez en el otro brazo.

La vergüenza que sintió al admitir su secreto no fue nada comparada al profundo dolor que sintió con el segundo corte, que había sido desgarrado con más fuerza y que gorgoteaba en una cascada caliente que le provocó nauseas.

–Para, por favor –lloriqueó–, por favor.

–No –se entrometió la Pao mientras su amiga se levantaba y le entregaba el arma–. Tenías razón, la mejor parte es escucharlos llorar y pedir ayuda...

Fabián abrió los ojos, espantado.

–Stalker –dijo Emilia simplemente.

–Se creen los tremendos hacker por usar una aplicación de mierda a la que cualquiera puede entrar –con tres rápidos movimientos de muñeca, e ignorando los chillidos de dolor y el llanto ahogado de Fabián, Pao cortó el pantalón en tres partes, dejando expuesto el pene lánguido del chico.

–Te voy a ayudar con eso –anunció, y luego se dirigió a su amiga–: Mila, sácale la ropa.

Con más fuerza de la necesaria, Emilia lo despojó de su camisa y ropa interior, asegurándose de manipularlo de la forma más dolorosa posible. Fabián sollozaba y se ahogaba, lanzando maldiciones entrecortadas y patéticas disculpas.

–La Dani era una mina la raja –empezó Pao, que se había sentado a su lado en la cama–, era tierna, amable, piola, se preocupaba de todos.

Con sus dedos índice y pulgar, la morena comenzó a masajear el pezón derecho de Fabián, que respondió al tacto inmediatamente. Jugueteó con él por unos segundos, mientras Emilia los observaba, seria, pero ausente. Luego llevó la navaja hacia su pecho.

–¡NO! ¡¡NO NO NO NO!! –rogó él.

–Si te quejas –le advirtió–, te mueres.

Dicho esto, procedió a separar el rosado pezón del resto del cuerpo, deslizando la navaja mal afilada bajo la carne, en una lenta agonía que a Fabián le pareció que duraba horas. El muchacho se retorció otra vez mientras las lágrimas caían por su cara, pero la amenaza no había sido olvidada, y se partió en dos el labio inferior en su intento de no soltar un quejido. A pesar del insoportable dolor, sus incisivos y caninos seguían enterrados en la carne hinchada.

–Las fotos que esparcieron se las había sacado hace años, cuando recién habíamos pasado a la media. Tenía un pololo tóxico. Era una cabra chica y quería gustarle, estaba súper arrepentida de haber mandado ese pack –Pao seguía cortando, aunque su mente parecía estar muy lejos de allí–. Le dijimos que no se preocupara, que ya era historia vieja. «Ya entramos a la U» me acuerdo que le dije «el weón se olvidó de ti».

Su mentón tembló mientras manipulaba el pezón restante para ser extraído.

–Fui tan tonta... debería haberle escuchado. Cuando le empezaron a llegar sus propias fotos por Instagram, se fue a la chucha. Le llegaban cientos de solicitudes al día, videos de hombres masturbándose, la llamaban al teléfono. Un par de veces le fueron a tocar el timbre a la casa de noche, y la Dani ya no funcionaba del miedo.

Le rajó el pezón de una cuchillada.

–Mi polola se suicidó por su culpa –le espetó con rabia–. Tenía toda la vida por delante, y la mataron de miedo.

Fabián convulsionó, luchando contra las cadenas que lo ataban, pero Pao lo ignoró.

–Vamos a ir casa por casa, ¿cierto Mila?

Emilia asintió.

–Era mi mejor amiga –dijo.

–Vamos a ir por todos –sonrió–, pero te vamos a cumplir un último deseo.

Pao se arrodilló junto a la cama, y al igual que había hecho con los pezones de su víctima, lenta y laboriosamente se puso a trabajar la carne del maltrecho pene sobre el área de los testículos. Sin poder evitarlo, Fabián soltó un grito que, de no ser por el estridente volumen de la música, habría alertado a toda la cuadra. La sangre salía a borbotones, espesa, caliente, densa. Toda la zona de la ingle le palpitaba a medida que el líquido bombeaba hacia afuera.

Se iba a morir. Se iba a morir por culpa de una pendeja culiá caliente, una puta que le gustaba calentar, pero no que la buscaran. Se iba a morir por una maraca malagradecida, por unas feminazis cagadas de la cabeza.

Volvió a gritar, pero Emilia subió el volumen de la música, y la guitarra eléctrica perforó sus oídos.

–Pásame ese lápiz –pidió la Pao indicando su escritorio.

Tenía su miembro en la mano, sin vida y ensangrentado, como un pedazo de carne recién salido del matadero. Sin pudor alguno, le enterró el lápiz allí donde su pene se había encontrado con su cuerpo, y... Fabián lo vio venir demasiado tarde.

Con una estocada certera, enterró la otra punta del lápiz allí donde estaban sus testículos hinchados, provocándole hasta ahora el dolor más agudo que había sentido en toda su vida. Fabián vomitó sobre sí mismo.

–Ahí está paradito –anunció Pao, metiéndole un calzoncillo sucio en la boca–. Remátalo, amiga.

Emilia, quien había esperado su turno pacientemente, cogió un sobre de la mochila y una engrapadora grande.

Fabián cerró los ojos.

Doce veces la engrapadora se enterró en su carne, doce veces más la sangre brotó.

Antes de perder la conciencia, Fabián lo comprendió, aunque le habría gustado no hacerlo. Doce eran las fotos que había compartido.

30. Dezember 2020 02:54 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Tamine Rasse Cartes Ella / él / elle. Lesbiana no binarie. 25 años. Vegan, parent of two bunnies, art enthusiast. Escribo fantasía y terror, gotta give you guys the thrills.

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