Sé bien cómo comenzar esta carta, porque ya la he leído. Hace muchos años, cuando yo era vos; cuando estaba en tu tiempo. Tal vez sea extraño de comprender, pero esta carta la estoy escribiendo para mí mismo. Para un yo del pasado; para vos que sos yo en el pasado. Puedo ver tu cara de incredulidad al leerla, porque es la misma que yo tuve cuando fue mi turno de hacerlo.
Pero es cierto... He aprendido que somos capaces de manipular el tiempo. O mejor dicho, he aprendido que somos capaces de detenerlo en nuestra memoria, y de volver a él tantas veces sea necesario, sin respetar ninguna ley física.
Al decirlo así, tal vez me oiga como un simple loco escribiéndole a un recuerdo, pero creo estar seguro de haber leído esta carta hace tiempo. Tal vez porque mis recuerdos ya no existen de forma independiente, y solo existen aquellos que yo deseo que existan... Sean reales o no.
Sé todo de vos, porque ya lo he visto. Sé que estás solo, que puedes estirar tu brazo derecho y tocar uno de los muros. Que puedes estirar tu brazo izquierdo y tocar el otro. Sé dónde estás... Ese cuarto... Esas cuatro paredes de esa prisión sin llaves ni candados, sin rejas ni seguridad, vigilada solo por un triste carcelero que pasa su tiempo frente a un monitor, con su vista y su alma perdida en placeres sexuales que jamás experimentará.
¿Pero, cómo llegaste a ese sitio? Ya no creo poder recordarlo, porque no hay ningún recuerdo en mi vida que no la involucre a ella.
Pero también hay cosas que sé y que vos desconocés. Hoy, en una de esas caminatas que das cuando el aire del cuarto se torna gris por el humo del veinteavo cigarrillo que enciendes en el día, en una esquina de las tantas que tiene la vida, tu mundo se cruzará con algo que no esperabas. O más bien con alguien a quien no esperabas: Un alma rota; tan rota como tu propia alma.
Hoy el tiempo no existe para mí, porque no existe un pasado sin ella a mi lado. Siento que mis pies nunca han pisado una avenida sin su mano tomando la mía, que mis besos nunca se depositaron en algo que no fuesen sus labios.
Sé que estoy mintiéndome, porque vos recordás un pasado sin ella. Sé que nuestros pies caminaron muchas avenidas sin su mano, que nuestra boca besó otros labios antes de conocerla, pero no puedo recordarlo... O tal vez no quiero hacerlo. Es posible que no lo entiendas ahora, pero lo entenderás cuando la encuentres.
Esto fue hace ya muchos años para mí, y será hoy mismo para vos. Tomarás su mano y la conducirás por esas escaleras que subes y bajas a diario hasta tu cuarto, escondiéndote de la mirada de ese triste carcelero que de todas formas no se levantará de su monitor.
Y ahí en ese cuarto, vas a comprender lo que yo comprendí en ese momento: Que los grandes genios están equivocados; que hasta las leyes de la física pueden alterarse con un beso... Con una caricia... Con una palabra... ¿Después de todo, cómo puede el tiempo ser infinito en un cuarto tan pequeño; en un espacio tan limitado?
Y luego todo desaparecerá...
Tu pasado desaparecerá, y sentirás que tu vida comienza en el momento en el que tomaste su mano y la llevaste por las escaleras. O tal vez antes, muy poco antes, cuando en esa esquina de las tantas que tiene la vida sus mundos se cruzaron.
En este punto sé que te preguntás lo que yo me pregunté: ¿Por qué estoy escribiendo esta carta? ¿Acaso voy a pedirme a mí mismo que no lo haga; que no destruya el tiempo, que no borre mi pasado?
La respuesta será eternamente un “No, no es por eso que te escribo”. La respuesta es mucho más sencilla: Te escribo porque quiero que lo hagas.
Así como no es casual que recibas esta carta el día en que la conocerás, tampoco es casual el día en que yo la estoy escribiendo. Hoy descubrí algo importante, que hasta ahora no había sido capaz de comprender.
Muchas veces intentarás, en vano, curar a esa alma rota. Por momentos sentirás que es tu deber, tu obligación, y tu responsabilidad... Pero no lo es.
De hecho, no es responsabilidad de nadie hacerlo. Ni tuya, ni suya. Hay un motivo simple detrás de esto; y eso es lo que he descubierto hoy: El alma rota no tiene cura, porque no necesita ser curada.
Solo necesita que tomes su mano, que la conduzcas por esas escaleras hasta tu cuarto, y que allí ambos descubran como destruir el tiempo. Como borrar cualquier pasado en el que los pies de ambos pisaban avenidas sin la mano de uno tomando la del otro. O cualquier pasado en el que sus bocas besaron otros labios.
Ahora puedo comprenderlo, no es mi misión curar a nadie. Mi única misión es tomar esa mano cuando lo necesita; cuando los recuerdos comienzan nuevamente a fragmentar su alma.
Tomar esa mano y llevarla nuevamente al mismo punto, al mismo recuerdo: Ese en el que nuestros mundos se enlazaron.
Tomar esa mano y no soltarla, hasta que el pasado quede nuevamente borrado. Y cuando este vuelva, volver a hacer lo mismo; una y otra vez, por todo el tiempo que sea necesario.
Pero nada de esto sería posible si no recurro a vos en esta carta. Porque vos, recuerdo de mi pasado, sabés que tu alma también está rota. Pero lo que no sabés es que lo único que tu alma necesita es tomar su mano y subir con ella por esas escaleras.
Y ella lo hará. Tomará tus manos tantas veces como lo necesites, cuando tus propios recuerdos sean los que vienen a fragmentarte el alma.
Y así será para siempre, una y otra vez se tomarán de las manos, y juntos lograrán borrar cualquier pasado que los persiga.
Vielen Dank für das Lesen!
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