Día Uno Follow einer Story

Me levanto, como todos los días, a las 8 de la mañana para prepararme e irme al consultorio. Nuevamente se me va a hacer tarde, pero no me preocupo mucho ya que no tengo qué rendirle cuentas a nadie. Tengo la idea de que, hace una media hora, cuando yo todavía vagaba entre el sueño y la consciencia, Magda, la muchacha del aseo que vive con nosotros, se levantó como todas las mañanas a quitar el candado de la reja que da a la calle pero me pareció escuchar un alboroto inusual cuando lo hizo, aunque bien pudo haber sido un sueño ya que en realidad estaba más dormida que despierta. Mientras hago el intento de ponerme en pie, escucho a Miki, nuestro gato blanco, maullando desesperado al tiempo que rasca la puerta del cuarto para que lo deje entrar y yo farfullo que deje de molestar, que es muy temprano para estar pidiendo comida. Medio dormida, abro la puerta para ir al baño y Miki entra corriendo a esconderse bajo la cama. Yo escucho ruidos raros procedentes de la calle pero los ignoro, pues debe tratarse del barullo cotidiano, aunque una luz en mi cerebro adormilado parpadea y me dice que algo no anda bien. Mientras me visto, me pregunto dónde carajos estará Magda, que desde que quitó el candado no se ha aparecido por la casa. Sea como fuere, no tengo tiempo para pensar en eso, se me ha hecho tardísimo y debo correr si no quiero perder el autobús; al poner un pie en la calle, me sorprende que no haya ni una sola persona en las aceras y que no estén circulando los carros. De reojo veo tumbado, a poca distancia de mí, el cuerpo de lo que me parece que es un perro grande, pero no hago caso y me dirijo hacia la parada del autobús a paso veloz. Quizás, si hubiese prestado más atención, habría podido darme cuenta de que lo que tomé por un perro era en realidad algo mucho más humano.

Camino a la parada y me asombra y me enoja a partes iguales el ver que los idiotas desconsiderados de la empresa de grúas que está dos cuadras de mi casa han estacionado una enorme grúa roja a media calle, obstruyendo la vía. ¿Por qué no vienen los agentes de tránsito a castigar a estos imbéciles de una vez por todas? Siempre dejan sus malditos vehículos arrumbados en todas las aceras, pero esta vez sí que se pasaron, ya están obstruyendo la vialidad. No me quedo mucho tiempo pensando en eso porque el taller mecánico por el que paso todos los días, el cual abre muy temprano, hoy está cerrado y eso me sorprende. ¡Qué raro! Ellos siempre son muy puntuales y casi nunca cierran, ni siquiera en días festivos. ¿Qué estará sucediendo aquí? Me doy cuenta también de que alguien tiró un bote de pintura roja en la entrada del taller, la cual ha escurrido hasta la alcantarilla más cercana, dejando a su paso un tenebroso río de color escarlata. ¿Estoy segura de que eso realmente es pintura? Siendo honesta, no quiero comprobarlo y opto por seguir caminando. Al acercarme a la esquina de la calle, veo que hay muchos tanques de oxígeno desperdigados por el pavimento, provenientes de la empresa surtidora que se encuentra muy cerca. ¿Y ahora qué sucede? Empiezo a darme cuenta que algo anda verdaderamente mal. Y justo en ese momento, veo a un ser humano, o mejor dicho, lo que queda de lo que alguna vez fue un humano, arrastrarse con paso lento hacia mí, caminando como si fuera un... ¿Zombi? ¿Es eso un zombi? Es broma, ¿no? Los zombis no existen, todo el mundo lo sabe. Y es en ese momento cuando veo que, entre los tanques de oxígeno, hay cuerpos humanos ensangrentados, algunos de ellos incluso están desmembrados. Tiro la botella de agua que traigo en las manos hacia el zombi que se acerca a mí y salgo corriendo en sentido contrario. ¿Me quedé dormida y estoy soñando? Al pasar junto al taller mecánico veo que la puerta de hierro está manchada con lo que creí que era pintura roja y que, sí, en realidad es sangre. Y lo que en un principio pensé que era un perro resultó ser el cuerpo de un humano. Y como si alguien hubiese encendido el volumen en mis oídos, de repente noto que alguien grita a todo pulmón y que hay muchas alarmas sonando al unísono. ¿Cómo es que no noté estas cosas antes? Al regresar a casa, veo a Magda al fin, esperándome del otro lado de la reja, y noto que trae la cara cubierta de sangre, aunque no parece ser de ella; al darse cuenta de mi presencia, me grita que me apresure, mientras blande un palo de hierro que sacó de quién sabe dónde y que parece que ya utilizó con alguien...

De verdad, no creo que esto pueda estar pasando...

Hoy, 25 de octubre de 20XX, será recordado para siempre como el comienzo del Fin de los Tiempos...