— No me arrepiento. Si te digo la verdad, nunca lo hice. Recuerdo que pasé por noches de frustración: lleno de frío, con dolores en el pecho y ganas de romper la ventana, a ver si me escapaba de una buena vez. Ese día en que me echaron me dolió. La lluvia no era lluvia sino insultos, reclamándome por qué fui tan mala persona con mis allegados. Hasta yo mismo me insultaba en aquel diluvio, con reclamos que nacían en mis ojos y rodaban por mis mejillas.
Aun así, siempre creí que los días eran mejores. Y te lo podría contar como una historia de éxito, superación personal y motivación. ¡Toma mi curso por solo U$D 999 y llévate… pero no. La pasé muy mal, enserio. Años y años de no saber qué hacer, porque hasta no decidir es equivocarse. Y yo me equivoqué muchas veces.
Hay momentos en los que me acuesto y empiezo a pensar si podré disculparme con todos. Ahí ellos, en fila, intentando romperme la cara a la mínima oportunidad. ¿Podré decirles lo que siento? ¿y si no se quedan satisfechos? Muchos son personas que admiro y que no quiero perder, así su odio sea la manera en que me recuerden.
Y tal vez ese sea el problema. Las relaciones no son inversiones; no son un control de cuantos halagos ingresas por los elogios que gastas. Así no son las cosas, pero no tengo que juzgarme por ello. Si estoy a esta hora pensando esto es porque me torturo pensándolo, y eso me hace perder el norte. No tengo que juzgarme tan fuerte así como no debo juzgar a los demás. No soy quien para hacerlo, y no tengo ni la obligación, ni el poder para hacerlo. Debo preocuparme más en cómo soy en vez de cómo fui.
E incluso: muchas veces, la gracia está en decir “hola” cuando lo único que esperan esas personas es un adiós; y eso vale mucho más que unas disculpas. ¿Cierto, amor?
Y me asientes con la cabeza: ese vaivén de tu sonrisa vale más que todos mis arrepentimientos. Ven aquí.
En tus ojos veo que equivocarme fue una buena idea.
Vielen Dank für das Lesen!
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