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Allan Diaz


La historia gira en torno a Lucas, un hombre con un pasado oscuro que recupero las ganas de vivir gracias a su amada Adeline, quien se convirtió en su único motivo para vivir y la razón de seguir adelante. Por desgracia, en un repentino y confuso día, Adeline desaparece sin motivo aparente dejando paso a la incertidumbre en la vida de Lucas y su familia. Impotente y con el corazón cada ves mas frió y oscuro el pasado vuelve a surgir desde lo mas profundo provocando confusión y que lo llevara a escoger un bando de su ser, el que creo Adeline a base de un afecto incondicional o el que escondió en lo mas profundo de su ser para poder tener una vida con ella. Mientras todo esto ocurre, fuerzas desconocidas en la ciudad comienzan a mover sus hilos.


Horror Teen horror Alles öffentlich.

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Mantenía su mirada vacía en el techo, todo había cambiado. La sala estaba desolada de una manera indescriptible, el silencio se había arrastrado por todos los rincones de cada habitación, combatido escuetamente por el viento que azotaba la ventana detrás de su cabeza. No mostraba ánimo de irse algún día y Lucas tampoco se empeñaría a echarlo. Una tormenta se avecinaba, él lo sabía porque ella siempre se lo hacía saber cuándo los indicios de esta se hacían presentes; él nunca había deparado en eso antes, ni cuando ella estaba. Sino ahora.

Echado boca arriba en el sofá se dio cuenta que ese lugar cambio de una manera que negaba en describir, porque dolería más allá de los confines de lo explorado en toda su vida. Ese lugar ya no era de él porque ya tampoco era de ella, se había ido y no de una manera voluntaria y sin preaviso.- La perdí para siempre... ¡me la arrebataron!- brotaron esas palabras llenas de sufrimiento e ira desde el fondo de su ser y se retorció en el sofá y contrajo las piernas hacia el pecho. Una lágrima se le escapó entre farfullos espasmódicos.

Ella había desaparecido una semana atrás, mientras él estaba en el trabajo. Al volver, noto que algo estaba fuera de lo común. Ella siempre lo llamaba cuando salía de trabajar y le preguntaba si venía en camino. Ella sabía que así era, pero siempre había usado ese tiempo como excusa para charlar o contarle lo que había hecho en todo el día. “He comprado helado para ver una película en la noche”, “E ido a ver a mi hermana, Henry quiere invitarte a ir de pesca este fin de semana”, “adivina que compre…”Me hicisteis falta todo el día de hoy, qué te parece si…”. Ese día nada.

No había deducido nada al respecto un principio. Las rutinas de años no cambian de un instante a otro por superfluos detalles. Fue un malestar, como una comezón en la espalda que no podías rascar. Tamborileaba el dedo índice en el volante mientras la luz roja persistía. Dio un viro en una calle menos transitada y respiro profundo, mientras pensaba, sin percatarse aún, de que era lo le incomodaba mientras conducía. Inconscientemente llevo su mano al teléfono y bingo. Otro semáforo. Reviso el teléfono y tenía una llamada perdida de ella, de su amada, devolvió la llamada y cayó en buzón. ¿Qué tan posible es que pienses en lo peor cuando tu vida siempre fue tan normal y lejana de inconvenientes? Lucas, cuya frente comenzaba a perlarse en sudor, volvió a marcar. Esta vez apretando la pantalla con más convicción, como si eso fuese ayudar.

Buzón de nuevo.

Manejo a casa lo más rápido que pudo. Sabía que se miraba como un tonto y se sorprendería al llegar que había actuado como uno cuando Adeline le abriera la puerta y lo estrechara en brazos hacia ella dándole un beso dulce en la boca. Le diría al pasar adentro que ya casi estaría la cena, que programara una película para verla a la vez que comían frente al televisor.

Estacionó el vehículo y fue directo al ascensor. Más tarde se daría cuenta que dejó olvidado el maletín en el asiento trasero, en el que contenía documentos con los cuales tenía que trabajar toda la noche. No quería aparentar prisa alguna, ni para quien lo pudiera ver, ni para sí mismo, por lo que disimulo el paso con pocas ganas. Miró su teléfono, ningún mensaje. Presiono el piso 14 y mientras subía la ansiedad también lo hacía. Se tuvo que contener para no salir corriendo hacia la puerta de su departamento. -solo es un mal presentimiento, sin fundamento ni justificación alguna, un delirio de un treintañero. A lo mejor se quedó dormida en el sofá mientras su celular se cargaba en el cuarto o lo había perdido cuando fue algún lado por la tarde. Nos reiremos de esto antes de la cena…- se trató de convencer, aunque la idea no lo convenció ni por un instante.

Toco la puerta.

-Adeline, ya llegue- Espero un minuto, la puerta no exhalaba ruido alguno de su interior. Golpeó con más persistencia; nada sucedió, solo un frío silencio. Uno que desconocía y que sabiendo más adelante lo que significaba hubiera preferido no conocerlo jamás. Un peso se fue asentando en su pecho.- De haber tenido un imprevisto, ella me lo hubiera avisado. De haber quedado en la tarde con una amiga o con algún familiar, como algunas veces lo hacía, hubiera llamado o enviado un mensaje de texto diciéndomelo muy entusiasmada.- Entrando en angustia y con las manos torpes por los nervios trato de girar el pomo de la puerta y se dio cuenta - a la vez que la sangre se le enfriaba- de que estaba sin pasador. Es más, no se percató, hasta ese momento en que miraba su mano sobre el maltratado pomo como las astillas afloraban en el marco cerca del cerrojo. Sabía muy bien que era lo que había pasado: forzaron la puerta. Lo había visto en muchos de esos documentales sobre crímenes que pasaban por la televisión, los miraba los domingos por la tarde, con Adeline recostada en su hombro. Siempre había algo siniestro detrás de esas puertas maltrechas. Eran el prólogo de una novela de terror.

No podía ni fantasear con esa realidad, como la de los documentales de crímenes del domingo. Era inasumible un mundo como ese, un mundo donde le pasara algo malo a su amada Adeline; la que lo había amado sin deparo a pesar de su miserable pasado; la que había estado en cada vaivén de su juventud y adolescencia; la que había saltado de alegría y directo a sus brazos cuando este por fin consiguió su primer empleo legítimo y estable, el cual auguraba que en poco tiempo ya podrían vivir juntos, tal y como habían soñado.

– tengo el presentimiento de que siempre vamos a estar juntos- decía ella desde hace 15 años. Cuando todavía eran muy jóvenes y se reunían a escondidas por las tardes en la casa de sus padres, conociéndose a sí mismos- por quien sabe cuántas veces desde la primera vez- como la vida los trajo al mundo.

Perdió por una milésima de segundo todo el miedo que lo sacudía y entró vorazmente para digerir la escena que aguardaba al otro lado de la desvencijada puerta. Temiendo lo peor, volteo para todos los lados, con mirada implacable. La escena le sacó un quejido. Su corazón se había detenido por un segundo y había vuelto a bombear sangre a una velocidad preocupante. Todo era un desastre: Un mueble de la sala estaba dado vuelta, una de las lámparas de la esquina estaba rota y su bombillo había desparramado pequeños cristales que reflejaban la luz del atardecer que entraba por la ventana; el trofeo de atletismo que él había ganado en su último año de preparatoria estaba al otro lado de su morada habitual, junto al televisor. Había una marca en la pared, él asumió que lo habían lanzado y fallado pegando en la pared; las cortinas estaban desgarradas o en el suelo, pero lo más resaltante de todo eran las manchas de sangre, se dio cuenta de que era probable que fueran de ella. Se había defendido, lo sabía. Sin sentir nada más que un labrante y tormentoso miedo y con los ojos ardiendo tomó su teléfono e hizo lo que cualquier persona no cree hacer nunca en su vida, la llamada que acentúa la oscura realidad al decirles, con el poco aliento que se puede poseer en lamentable situación que algo malo había ocurrido en su casa, a su esposa.

-¿Cuándo fue la última vez que hablo con ella?-pregunto un bofo policía. Mostraba tanto interés por la situación en su departamento y por la esposa de Lucas como por evitar una diabetes tipo 3. Inexpresivo, hacia las preguntas como un hábil arquero que lanza las flechas unas tras otras, sin dilatación de tiempo, a la vez que escribía las respuestas en una pequeña libreta que había sacado de uno de sus bolsillos del pantalón. Era la tercera vez que le preguntaban lo mismo –de distintas formas elaboradas pero la misma sin importar de donde se le mirase- y Lucas ya había perdido la paciencia.

-En la hora del almuerzo, hablamos durante varios minutos. Me dijo que estaba en camino, al departamento.- Daba respuestas lo más claras que se lo permitía todo el horror. Los policías y demás habían llegado tiempo después de su llamada, entraron al departamento y revisaron todo. Lucas creyó conveniente ver todo lo que hacían y sacaban ya que cuando llego el primer policía dijo: “aseguren la escena del crimen”. Se sintió como un tonto en no haber pensado en lo importante que era no tocar nada ya que si algo podía servir para encontrar a Adeline seria alguna pista, sin importar lo pequeña que fuera, que yaciera ahí dentro. El policía que no paraba de preguntar se detuvo y dijo algo rápidamente a una joven mujer que iba con gorra azul. Lucas, apresurado e inquieto pregunto:-¿Saben que ocurrió? ¿Ya la están buscando?-

-En eso estamos Sr. Lucas. Tenemos los mejores investigadores en el caso. Le aseguro que todo saldrá bien. En un minuto ella hablara con usted- señalo a una mujer que había entrado al departamento y sin mediar más palabras el oficial de policía se dirigió a otro lado con zancadas rápidas mientras se dirigía a hablar con los vecinos de alado, los cuales habían salido después de que otros oficiales les tocaran la puerta para averiguar si escucharon algo.

Lucas miro a la detective. No paraba de hacer preguntas y señalar lugares dentro del departamento, había cartillas amarillas en el piso, en varias partes de la sala y la cocina, donde más tarde le contarían que había terminado el asalto a su hogar y el casi inminente secuestro. Era una mujer con semblante adusto, lleno de arrugas que contaban muchas historias de arduo trabajo y desvelo en el empeño por resolver casos. Llevaba el pelo por el hombro, vestía un saco azul y pantalón de tela que se ceñía a sus anchas caderas. A su lado derecho, se encontraba un arma reglamentaria de la policía; a la vista de todos, negra y fría; como un perro bien entrenado que no entraba en ansiedad sin importar el tiempo que pasara sin la tan deseada orden de atacar.

-Hola- dijo en un centelleo cuando se acercó a ella y comenzó- Soy el esposo de Adeline, ¿qué paso con ella? ¿Sabe si está bien?

Le ponía nervioso estar ahí dentro. Miraba a todos lados como si por arte de magia Adeline iba a salir de debajo de un sofá o de la cama y diría que con una sonrisa de par en par que todo había sido una broma estúpida y de mal gusto de las que ella nunca sería capaz.

- Judy, detective de la ciudad.- dijo sin mayor formalidad. -Yo llevare el caso de su esposa. Cuente sobre ella, ¿cómo era?, ¿sabe si tenía algún enemigo? ¿Alguien que quisiera hacerle daño? ¿Un exnovio, un negocio que salió mal?- se distrajo un segundo para gritarle a alguien al otro lado de la sala- Guarda eso, puede tener huellas. Asegurasen de tenerlo todo para analizarlo, que no se quede nada.

Lucas sacudió la cabeza. Impaciente, contesto.

-nada de eso.- respondió abrupto. Cada minuto que pasaba para él eran demasiado largos- Tiene sin trabajar cerca de un año. E sido su novio desde hace 15 años; desde la secundaria. Y no, no tiene aventuras, ni amantes ni nada por el estilo. Hemos estado planeando casarnos el año que viene.

-se sorprendería cuantas veces he escuchado decir eso Sr. Lucas. Necesito que me cuente todo lo que sepa. ¿Ha notado algún cambio extraño en ella? ¿Algo que le preocupara y que ha pasado desapercibido? Todo es crucial en este momento y entre más pronto sepamos que ocurrió, más rápido la encontraremos.

- ¿¡quiere decir que no sabe dónde está!?- esa no era la pregunta correcta- ¿¡que no sabe que le paso a mi esposa todavía!?- Estallo después de mucho. Siempre había sido un hombre de poco control con su temperamento, Adeline había cambiado eso de él con los años. Algo que se lo agradecía, pero en ese instante ya había sido lo más paciente que alguien podía ser mientras su esposa se encontraba desaparecida o peor… Trago saliva. Ocupaba respuestas. Las necesitaba, por lo que las personas que estaban ahí eran las únicas que podrían dárselas. Perder el control en una situación como esa no traería por arte de magia a su esposa. Se llevó una mano a la boca y dio una vuelta mirando el lugar, tratando calmarse y volvió a comenzar.

-¿Al menos ya están buscándola?- Pregunto. La detective observo el trofeo que todavía estaba en el piso, rodeado de yeso que se había desprendido de la pared con un cartelito amarillo a su lado, sin decir nada. Luego lo miro a los ojos, los cuales ella mantenía fríos y serenos. La detective Judy había manejado casos como ese muchas veces, o al menos eso creía ella. Sabía que palabras usar para esas ocasiones, que decirle a las personas. Lo aprendió en distintos talleres dados para saber manejar a los parientes de las víctimas en los momentos cruciales y en la academia de policía hace más de 20 años. Aunque esta última no había dado mucho énfasis en esto.

- Sr. Lucas- puso una mano en su antebrazo. Judy sintió pena por él- por lo que sabemos hasta este último momento es que su esposa, Adeline, fue secuestrada. No sabemos porque, ni por quienes.

-¿secuestrada? ¿Porque alguien querría secuestrarla?- Nada tenía sentido para él. Estaba furioso y a la vez lleno de miedo por lo incierto.- No tenemos dinero, este apartamento- señalo con una mano tensa.- nos lo renta su primo, el cual nos lo dejo a un precio amigable.

- No sabemos las intenciones de los secuestradores, por ahora. Este pendiente si recibe una llamada. Y contestando su otra pregunta: si, tenemos retenes policiales revisando automóviles y oficiales revisando las cámaras de seguridad del edificio. Una vez tengamos los videos de las cámaras sabremos que ocurrió y cómo. Y con mucha suerte, quienes fueron.

Judy hizo una pausa. Lucas pregunto si podía hacer algo, lo que fuera. Pero la respuesta que le dieron era justo la que el temió, y se odio a si mismo por saber que era verdad.

-Lo mejor será que descanse Sr. Lucas- El casi alcanza a decir algo, la impotencia le consumía y hacia que los ojos le ardieran mucho más que antes, pero ella levanto la mano.- sé que es imposible y considera que debería hacer algo mas pero lo cierto es que no hay nada que pueda hacer por ahora. Un oficial lo llevara a donde usted quiera, lo mejor sería un hotel. Es más seguro. No le prometo que pueda dormir, pero inténtelo, porque necesita las energías para afrontar lo que venga. Confié en mí, no descansare hasta dar con ella. Las 48 horas son primordiales para la investigación, por lo que estaremos toda la noche revisando cada centímetro del lugar y haciendo las demás pericias que nos van a corresponder.

La detective hizo una señal a un oficial que se mantenía en la puerta y este asintió, en silencio guio a Lucas por los pasillos que el ya conocía de memoria, hasta el ascensor. Al estar bajando en el ascensor, también se acentuaba la realidad, cruda e inexpugnable. La sensación de no hacer nada, de quedarse con los brazos cruzados era enfermiza. Cada vez que notaba que no podía hacer nada, las piernas le temblaban y lo hacía sentir débil.

Al salir del edificio, la ciudad lo recibió como si nada hubiera pasado. Las patrullas estaban estacionadas frente a la acera del edificio del departamento de Lucas pero por el resto todo lucia igual, como si nada en el universo hubiera cambiado. La gente cruzaba las calles con una sonrisa encandecida por las luces de los faroles y los edificios. Los autos andaban por las calles, en ellos se podía a penas notar las siluetas de las personas que se dirigían a sus hogares, a ver a sus familias después de un arduo horario de trabajo, de fiesta con amigos o llevando a sus hijos a comer algún lugar mientras estos jugueteaban en el asiento trasero.

Lucas se quedó anonadado. Se le rodo una lágrima. Nunca la noche le había parecido tan alucinante con sus brillantes colores, tan falsa. El oficial le estaba llamando, se dirigió a la patrulla y se perdió en la noche, la noche que le arruino la vida por completo. Miro las luces pasar por la ventana, cruzaron la periferia del centro de la ciudad, Iluminada como siempre solía ser, llena de personas y edificios altos llenos de luces y anuncios más brillantes aún. Al llegar al hotel el oficial se encargó de todo, recibió las llaves por él y se las dio al estar al frente de la puerta.

-Estaré aquí toda la noche.- fueron las únicas palabras que le escuchó decir a ese hombre antes de entrar a la habitación, sin decir nada.

Al entrar lo primero que hizo fue ir al baño arrojar todo lo que tenía en el estómago, recupero la compostura y fue al lavado a enjuagarse la boca. Evito a toda costa verse en el espejo, ver como se miraba solo empeoraría como se sentía, si es que podía sentirse peor de lo que estaba. Fue directo a la cama y se arrojó a ella, mirando el techo, esperando para sus ya dolidos adentros que todo fuese solo un largo y detallado sueño y que al despertar este llegaría con un beso en la boca de su esposa y esta le diría, como siempre lo hacía, cuánto lo amaba sin usar palabras, mirándolo a los ojos, al sonreírle y sentir su tacto cálido entre las sábanas.

Pero no fue así.

Despertó en un amanecer que desconocía. Al abrir los ojos vio el mismo techo, la nítida luz del amanecer entraba trémula por la ventana sin significar nada para Lucas. Dormir no había menguado su dolor, ni su miedo de lúgubres noticias. Solo le había robado las energías que le quedaban y se lo cambio por una pesada y densa bruma en la cabeza. Se sentó en la orilla de la cama y revisó su celular, Estaba lleno de llamadas de amigos en común y familiares de Adeline. La policía le había dicho que ellos se encargarían de hacerles saber a ellos sobre lo que ocurrió, que él se centrara en mantener la compostura, descansar y sobre todo, recordar todo lo que pudiera ser útil.

Miro la pared de enfrente, sin parpadear; solo viendo como las sombras se deslizaban y se ocultaban bajo los muebles y la cama, hasta dejar nada más las sombras que en sus ojos afloraban. Llenos de lo desconocido. Una semana después, ya sabiendo como todo termino, estas se habían arraigado con más profundidad. Agobiando y extenuando cada gota de su vida por la eternidad.

11. Juli 2020 16:33 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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