Como cada noche después del trabajo me desanudo la corbata, me siento en la cama y me quito los zapatos, acaricio a mi gato que parece asustado. Mi esposa hace ruido en la cocina y me dice que la cena está casi lista, como ya es costumbre solo la ignoro, no la quiero escuchar. En el cuarto contiguo juega mi niña, ríe y grita, avienta su pelota, yo me levanto, me acerco a su alcoba, le apago la luz y le cierro la puerta. Respiro profundo y me aguanto el llanto, el accidente ocurrio hace más de un año, pero es como si nunca las hubiese enterrado.
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