Sentí que me caía en gran vacío negro. Me desperté sobresaltada frente al TV, estaban dando noticias y como era costumbre me quedé viéndolas por un rato, la verdad no entendía nada, ¿por qué todo parecía normal?, ¿por qué nadie hablaba de Covid-19?
Me levanté extrañada y me asomé por la ventana, la gente caminaba con naturalidad, niños jugaban en la acera, uno de los vecinos lavaba su auto, mientras yo miraba con la boca desencajada todo este espectáculo. De pronto escuché ruidos en la cocina, así que fuí corriendo al cuarto de mi hermano.
—Santiagooo —dije moviéndolo fuerte.
Como siempre estaba boca abajo con una almohada en la cabeza y durmiendo hasta tarde. Él se limitó a hacer ruidos y empujarme con la mano.
—Hay alguien en la casa —dije con rabia porque no me prestaba atención.
—¿Qué?, ¿Quién? —dijo levantándose intempestivamente, se puso sus chancletas y tomó su raqueta de tenis en la mano.
—No sé, están haciendo ruidos en la cocina —dije yendo detrás de él con cuidado.
Nos acercamos silenciosamente y al ver su silueta, mi grito se vio opacado por el golpe de mi hermano al desmayarse.
—Santi, ¿Qué te pasó? —dijo mi madre y yo no podía dejar de mirarla con la boca abierta.
¿Que sueño tan retorcido era esté?
—¿Mami? —dijo Santiago mientras le brotaban lágrimas sin parar llenándole la barba de gotas.
Él volteó y con la mirada me preguntó lo mismo que estaba preguntándome yo. Le devolví la mirada haciéndole entender que estaba tan perdida como él. Me aliviaba saber que no era la única que estaba enloqueciendo.
—¿Qué está pasando? —dijo nuestra madre mirando como los dos llorabamos al verla.
—¿Mami? —pregunté tocándola. Era real, estaba ahí enfrente nuestro, tan confundida como nosotros.
—¿Qué está pasando? —dijo asustada— ¿Me están gastando una broma? Ya saben que no me gusta eso.
Santiago me agarró del brazo y me jaló hacia su cuarto dejando a nuestra madre confundida y se sentó en la cama agarrándose la cabeza con las manos. Llevaba el cabello largo y la barba dejada, claramente eso no había cambiado. Nosotros no lo habíamos hecho, pero el resto sí.
—¿Es un fantasma? —dijo temblando.
—No creo, yo la pude agarrar. Además no es lo único diferente —dije asomándose por su ventana—. Míralo por ti mismo.
Santiago se asomó y pegó un gritó poco varonil.
—¿Cómo es posible? —dijo sentándose esta vez frente a su computador.
—Busca sobre Covid-19 —dije arrastrando una silla.
—Pero mi mamá está afuera —dijo mirando hacia la cocina mientras tecleaba.
—¿Qué sale? —dije mirando la pantalla y viendo que no había nada relacionado con el tema.
Los dos nos miramos nuevamente. Yo volví a pensar que era un sueño demasiado vivido.
—El desayuno está servido, vengan rápido que ya salgo para la clínica —dijo nuestra madre con su voz cantarina y una frase tan cotidiana y sencilla ya nos tenía quebrados nuevamente a los dos.
Salimos a desayunar y cada bocado era la gloría, no entendíamos porque estábamos siguiéndole el juego a esta broma del universo, pero tenerla ahí, poder olerla, verla sonreír, verla comer y ver cómo le arreglaba el cabello a mi hermano era algo que iba aprovechar fuera lo que fuera a durar.
—¡No vayas! —dijimos al tiempo.
Éramos mellizos, claramente siempre estábamos conectados.
—Tengo que ir, tengo pacientes que mirar…
—Pero mami… —Santiago soltó como si tuviera 9 años de nuevo y no quisiera ir al colegio.
Claramente le había dado más duro la perdida de mamá que a mi, eso no quería decir que no me hiciera falta cada segundo de mi vida, pero para él, la razón de vivir simplemente había dejado de existir. No se bañaba, no se afeitaba, no salía de su cama, apenas y comía. Era extraño que nuestra madre resucitada no se diera cuenta de eso, ya le habría preguntado por qué estaba tan delgado y mandado a comer.
—Nos vemos en la noche —dijo agarrando su bolso, luego sus llaves; saliendo por la puerta, como lo había hecho toda su vida.
Yo sentía que estaba en un cuento de terror, debía sentirme en el paraíso, pero no se sentía así. Esto simplemente no podía ser verdad.
—Esto no puede ser real —Santiago daba vueltas por el comedor y la cocina pasando repetidamente las manos por su cabello grasoso mientras yo lo veía con desespero—. ¿No vas a decir nada?
—Creo que estamos en una realidad muy diferente, el COVID-19 no existe, creo que mami nunca murió —dije llorando mientras revisaba mi celular. Las fotos de los últimos 2 meses no pertenecían al infierno que habíamos vivido.
—El vecino también está vivo —dijo Santiago mientras se vestía decentemente.
—¿A dónde vas? —dije agarrando mi bolso.
—A la clínica, tengo que ir con nuestra madre, puede que solo la tengamos por corto tiempo, ¿Que no has visto películas?
Bastante razón tenía, puede que fuera un efecto corto. Dos meses queriendo preguntarle tantas cosas y la habíamos dejado ir como si nada. Habíamos sido unos estúpidos.
Vielen Dank für das Lesen!
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