1566617928 Francisco Rivera

¿La felicidad es un arma caliente? O, ésta tiene muchos filos, tantos como los seres humanos consideren: ¿Y, tú... también eres feliz?


Humor Schwarzer Humor Nur für über 18-Jährige.

#felicidad #Compartiendo
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Felicidad, es de humanos "errarla"...

¿Te has preguntado últimamente por qué ser feliz, para qué y en qué momento dejar de serlo?

Estas cuestiones me asaltan la tarde en que se agolpan en mi mente tales preguntas.

Reviso las posibilidades de platicar contigo, sin personas intrusas de por medio.


Por razones ajenas a mí, creo no aburrirte, hasta ahora los intentos acometidos para ese propósito, en esa tripleta de interrogantes, me dejan dudando sobre tu escasa paciencia para preguntar y contestar, no desde mí, sino entre ambos...

¿Cómo decirte que el amor tenido en principio, de parte mía, resulta dudoso para llenar expectativas ajenas, pues desde mi perspectiva imagino que puedo cumplir en amor una vez viéndote de frente?

Impasible en esa mirada difícil de alcanzar desde la manera en que sostengo el cigarrillo y envuelve en propias ondas el cabello, el rostro, la punta de la nariz y los tremendos ojos que se acostumbran a mirarme sin observar lo que trato de representar para ti: tu faldero enamorado siguiendo tu sombra y al acecho de toda tú...


Es viernes y no tengo posibilidad de llamarte al móvil.

Por ahora, he de esperar en este lugar, donde empieza todo, o casi todo...

Un día, mi padre me instruye sobre el valor de la felicidad y el sentido de mantenerla como la hoguera de casa, encendida todo el tiempo, lo más posible...


Entonces soy un chico de once años y puedo constatar que mis padres otorgan sentido de valor cronológico no cuestionado.

Mi hermana cuenta con catorce años y se encuentra a cinco meses de cumplir quince.

Si, también ellos y por separado, antes de conocerse, lo descubren en ajenas y a la vez propias circunstancias.


Luego, se dan a la tarea de generarla en pareja.

Para cada uno, tal valor es mantenido de forma individual.

La felicidad es factor de decisión para unir sus vidas y procrear una familia.


Tal clan ahora constituye el fin propicio para hacernos llegar al mundo, tanto a Sara, como a mí, Samuel.

Recuerdo bien que ya desde temprana edad, insisten todo el tiempo en que nuestro lugar en la vida debe representar un mantenimiento del estado de felicidad.

Que ésta, dentro de circunstancias opuestas, pese a nuestras buenas intenciones, no debe ser razón de más para experimentar negatividades personales mientras crecemos en casa.


Y llega el momento en que tendremos que hacerlo en la escuela, ante los amigos y en el trato general con el mundo.

La recarga de felicidad individual dentro del hogar es siempre un primer objetivo a conservar.

Después, al crecer y mantener relaciones con el mundo, debemos evitar en lo posible, que ésta se disipe de casa y cada cual ha de evitar que no ocurra entre quienes vivimos en ella.


Y, eso es, un código de familia a toda prueba.

Al paso de los años, todos constatamos que ese objetivo no se enfríe y tampoco llegue a faltar en nuestras vidas.

En nuestras horas y en todo tiempo que transcurre entre nosotros e incluso aún dentro de nuestros propios estados emocionales, desenvueltos y diferenciados entre sonreír y reír pese a las situaciones de la vida.


Y entonces llega un momento crucial para todos: en minutos previos a la hora de comida, nuestro padre lanza una duda que hace efecto en mi hermana y mío, hasta quedarnos en silencio desde la pregunta siguiente:

— ¿Cuántas horas han podido ser felices el día de hoy? —, dice así, en el momento en que toma una de sus pipas favoritas y preludia el momento de azoro de ambos, mientras interrumpe la lectura de un libro.

Y dedica unos segundos a compactar su tabaco que deposita sobre la oquedad de ese artículo de uso personal.


Luego, prosigue, pero es interrumpido:

— ¡MMM! ¡Papá...! —, responde mi hermana, con una sonrisa juguetona.

Se mueve desde el espacio que media entre la mesa del comedor y la sala de reunión, lo que aprovecha él para acotar lo siguiente:

— ¡Oh! ¡Sara, te has vuelto á adelantar a tu hermano! —, contesta así, mientras le sonríe con tranquilidad adulta,
para, luego, inhalar y exhalar por la boquilla de su pipa hasta lograr encender el tabaco.

Hecho esto, suelta una bocanada del aromático rubio y propaga círculos ascendentes sobre su cabeza.


La envuelve y las dirige hasta una cima imaginaria cuyo recorrido asciende por su coronilla y finalmente disiparse antes de llegar a la altura del techo.

Entonces ella aprovecha para decir esto:

— ¡MMM! ¡Papá, pese a que trato de estar feliz durante el día, reconozco que no estoy en ajuste de horas convenientes que aporten debida duración a mi propia felicidad! —, contesta así mientras se pone seria y parece desprovista de su sonrisa acostumbrada.


Ante lo cual, me animo a decir lo siguiente:

— ¿No hay fórmulas a modo para ser y estar feliz, todo el tiempo, o sí? —, digo con cierta duda, dando pasos hasta un asiento próximo a mi padre, quien revira sus palabras un tanto extrañas para mí:

— ¡Les propongo un plan, mismo que deben ajustar a la siguiente indagatoria por parte de ambos! —, expresa papá, contando con la aprobación de mamá, limitada a sólo colocar el menaje del comedor para disponer ese hábito ceremonioso a como lo tenemos por costumbre, desde menores de edad.


En dicha disposición, ella no interrumpe nunca su demanda del aseo de manos, el cual debe cumplirse sin más dilación para luego, pasar y ocupar nuestros lugares tras verificar que todo se encuentra colocado sobre la mesa del comedor, un tipo de cumplimiento formal que se resuelve en la toma de alimentos en armonía festiva y sonriente.

Ella, en su serena complacencia adulta, da pie a ser cómplice silenciosa de lo que dice papá en cierto instante.

Luego, asiente con conocimiento de causa desde prudente distancia.

Y, rodea con la mirada a mi progenitor.

Le envía un gesto amoroso: un beso que entrega desde su dedo índice colocado en posición vertical.

Cruza sus labios y acompaña la muestra orgullosa de la sortija de bodas, cuando él la coloca tras desposarla en esa lejana ceremonia de dieciséis años atrás.


Mi padre devuelve el gesto mediante aspiraciones de humo e imita el escape de un barco de vapor y luego expone su planteamiento:

—Deben descubrir dos tipos de felicidad: la Eudaimonia y la Hedónica... —, y agrega lo siguiente:

— ¡Les propongo un plan, mismo que debe ajustarse a no sólo la indagatoria por parte de ustedes! ¿Qué les parece? —, expresa así, mientras mi hermana y yo nos miramos desconcertados.


Consideramos que nuestras pláticas en común hasta esos días se atienen a solo el término: "felicidad".

Papá, vuelve a contar con la aprobación de mamá, y va al grano:

—Por razones de experiencia, su madre y yo sabemos de ese reto cuando decidimos unirnos, primero. Luego, embarazarnos de ustedes, sin renunciar a la búsqueda del estado de felicidad a cada momento, sin tregua de por medio... —, dice así, y se levanta para traer unas copas.


Y continúa diciendo:

—Ella, desde deberes de cuidado, alimentación y crecimiento entre otras misiones. Yo, en el trabajo de oficina y de oficios diversos, para garantizar las misiones a cumplir por parte de mamá, debido a que interrumpe su trabajo de docencia —, comenta así, mientras sostiene una botella de vino tinto.

Y la muestra con orgullo, para degustación inmediata.


Luego, con su sonrisa franca, agrega:

—Además, de admitir la necesidad de aprender a hacer ajuste a mi estar, a mi ser y a mi quehacer dentro de casa, pues la labor de pareja no se sujeta a lo que sólo le corresponde a ella, pues me encuentro unido a una mujer no por lo exquisito de su trato o de su amor y pasión sensual, sexual y emocional, sino de quien hace de mí un mejor sujeto, un compañero, un esposo y padre de ustedes en todo sentido—, y prodiga luego un gran beso en la frente de mamá, y continúa con su comentario:

—Pero la felicidad tiene que descubrirse, compartirse y repartirse entre nosotros y ustedes... —, dicho esto, y sorprendidos por la exposición, mi hermana y yo mantenemos silencio hasta que Sara habla, y comenta lo siguiente:


— ¡Papá, algo conocen mamá y tú de esa propuesta, lo intuyo! —, y él nos devuelve su mirada.

En ese momento, mamá acota:

—Bien que sí. Las fórmulas para ser felices son muy antiguas y éstas no se consiguen en ninguna tienda departamental, pero sí en nuestro departamento mental y acaso también, sensorial—, luego, mirándonos con su serenidad habitual, agrega lo siguiente:


—No se tiene por generación espontánea y tampoco se obtiene por vía ajena a nosotros como personas—, a lo que mi padre agrega, a su vez:

—Tampoco es un don que se adquiere por capricho. Es una posibilidad de hacerla parte de cuanto emprendemos y de cómo estamos dispuestos a ser, hacer y estar haciendo: primero con nosotros mismos.

Después, si es conveniente, con los demás. Con el ser humano más inmediato, sea otro hombre u otra mujer que se cruce en nuestro camino—, y concluye, sólo para tomar unos segundos y volver a fumar con gusto, sonriendo para sí y hacia nuestra madre, quien ha dado señal para prepararnos al descorche del tinto, pues la comida está servida y nosotros, en familia, nos disponemos ante ello.


Dicho esto, en la disposición de los alimentos, mamá comenta:

— ¿Recuerdas, Roberto cuando decidimos compartir nuestras ideas de felicidad en los primeros días y meses?

¡Qué difícil nos resulta aprender a ser sensibles con la felicidad que llega hasta nosotros, antes del nacimiento de Sara! —, dice mamá, mientras habla amorosa a papá y da golpes cariñosos en la espalda.


A lo que él responde en el acto:

— ¡Así es Sonia!

Teniendo que interponer nuestras circunstancias de felicidad, pequeñas e insignificantes para nuestros propios familiares, pero para nosotros, resultaron todo lo contrario...—, expresa papá, quien deja la pipa encendida a cierta distancia de nosotros tres, como un gesto de empatía, del cual, con cierto ánimo festivo, agrega en la mesa, lo siguiente:

— ¡Como aquella vez en que constatamos que las circunstancias de felicidad de nosotros dos, en ese cuarto redondo, donde empezamos a vivir en pareja, nos aporta una célula de seguridad y privacidad!

¡De convivencia dentro de ciertas e indeterminadas circunstancias de felicidad individualizada, sumada entre nosotros para darle a la entonces pequeña Sara, su propia felicidad individual, y que ella desarrolla dentro de un sentido de estar segura, amada, protegida, alimentada y lúdica en todo momento...! —, concluye en esta parte con su característica muestra de serenidad adulta y resuelta.

Sara, por su parte, expresa emociones afectivas bajo distorsiones y muecas infantiles a manera de bromas que nuestra madre celebra, no sin antes reponer lo siguiente:


—La felicidad no debe estar bajo ilusiones de ningún tipo u orden.

Debe corresponder a una capacidad de disfrute en cuanto se hace algo.

Se esté en algo y se desee luchar por la felicidad a toda costa...


Y, en esto no debe confundirse con ser y/o estar alegres, respecto de ser y estar felices... —, dice a mamá, mientras ella sirve ensaladas y carne, y papá inclina la botella de tinto para brindar con el copeo limitado desde ese contenido, pese a que mi hermana con catorce y yo con trece años, bebemos sólo una mínima cantidad.

Sin embargo, mamá tiene la idea de festejar nuestra anticipada transición de pubertad y adolescencia a través de esa pequeña pero significativa ceremonia de convivencia hogareña.

Sara, prevé ese momento y selecciona un fondo musical apropiado de buena música: Deep House Party Mix de Pete Bellis para ambientar la reunión que, dicho sea de paso, no se supedita a la comida del día, pues esa acción habitual resulta de interés para la propuesta de papá, quien vuelve a tomar la palabra y expresa ciertas nociones generales sobre tal distinción:


— ¡Sara!

¡Samuel!

La felicidad es un estado de permanencia convencida desde ustedes y deben preservarlo.


Este debe ser permanente pese a circunstancias adversas y ajenas que, por envidia externa, quizá se opongan contra tal estado.

O bien, desde ustedes, principales protagonistas, cuando se presenten momentos en que flaqueen y no reflexionen sobre las causas que ocasionan lo contrario a ésta: la infelicidad... —, comenta papá, y sonríe de manera pícara, cuando agrega lo siguiente:

— Es efímera y se desvanece en todo momento, pero ustedes deben hacerla intermitente, aún en medio de emociones opuestas y hacer prevalecer ese estado necesario a todo ser humano —, aclara esto, y toma una copa, luego brinda por nuestra adolescencia.


Propone aprender a aprender en felicidad, a partir de su significado, así como también para las acciones personales de cada cual, desde ese momento y ante la mesa cuyos testigos son nuestros padres.

Ambos, nos recuerdan que tal felicidad no debe estar expuesta ante ideas erróneas, de suponer que lo material y lo que se utilice para desarrollar la vida la incrementa.

O bien, el pensar o el actuar debe estar en correspondencia de acuerdo a pensamientos de mera felicidad aparente, pues concebida así sólo hace felicidad fragmentada en escasa proporción o medida.


Hasta ese punto, papá deja su intervención.

En tanto Sara y yo nos miramos y creemos conveniente preguntar a papá respecto acerca de esa diferencia entre felicidades, quizá complementarias, quizá contrapuestas.

Entonces, papá comenta lo siguiente:

—Ambas tienen por meta o finalidad el bienestar de los seres humanos por una u otra vía, pero: ¿Basta sólo en uno o en otro sentido o bien, en ambos?


Eso, ustedes deben indagar, investigar y experimentar, de ahora en adelante...y, a propósito, les comunicamos que mamá y yo vamos de viaje de aniversario de bodas y estamos ciertas horas fuera de casa por tres meses, por lo que tía Corina se encarga de ustedes, y queda de pasar a verlos esta semana...

¿De acuerdo? —, concluye él, mientras nosotros, entre sorprendidos, complacidos y escasamente preocupados, nos miramos y leemos, cual cintillo electrónico imaginado sobre nuestras frentes, cual azoro inesperado.

La tía Corina, hermana menor de mi padre, de seguro nos ha de deparar sorpresas tras sorpresas en noventa días de ausencia: ¡Y, al por mayor!


Tras esa intervención de papá, confiamos en poner nuestra parte.

Se requiere conjunción entre nosotros para hacer invariable la felicidad de todos y de cada uno, incluyendo, claro, esta tía, tan impredecible y diferente a papá...

Y, ella, en verdad, es sobre todo la mejor amiga de mamá...


¿Algo extraño, no...?

Pero, eso es parte de la historia dentro de esta historia, como a continuación intento narrarlo.

La mañana siguiente, Sara se apresta al quehacer de casa y deja ciertos implementos de aseo para que la apoye.


Nuevamente y a ritmo de Deep House Party Mix de Pete Bellis, limpiamos y concluimos esas tareas, y para desayunar miramos cada lugar donde nuestros padres suelen sentarse, pues ellos salen de casa a las cinco de la mañana, hacia el aeropuerto internacional de la ciudad de México, rumbo a California, Estados Unidos de Norteamérica, en el vuelo de las ocho de la mañana.

Quizá, al arribo en aquella ciudad, también vuelvan a recorrer otros destinos reservados para rememorar sus vidas, dieciséis años antes de llegar Sara al mundo, en tanto que tres años después, en mi caso, pues ya casi me encuentro a punto de cumplir mis doce calendarios.

Queda por determinar qué esperar de tía Cori', pues desde las pasadas vacaciones en Puerto Vallarta, donde todo nos permite descubrir, lo lleva a cabo no sin recomendaciones de papá, pero nos previene en cuanto al sentido de abstenernos de beber, salir a bailar, flirtear y sobrepasar nuestros estados emocionales de felicidad ante circunstancia propias como ajenas.


Como primera experiencia, ambos dividimos áreas de casa para mantenerlas aseadas, ordenadas e intocadas.

Por mi parte, tengo que llegar a un acuerdo con ella: hacer una reunión con amigos de la secundaria, a la que ambos debemos atender, desde los recién llegados como de los últimos más remisos en retirarse.

Reservarme, por supuesto, si ella no hace lo mismo, en el caso de sus amigas.


¿Y se preguntan quién es tía Corina, no es verdad?

Bien, ahora la presento...

Ella frisa los treinta años.


De porte agraciado, su cabello suelto de caída natural y con un lustre color caoba, hace perfecta simetría con los ojos expresivos, semi almendrados en su configuración y tono color miel.

Llama la atención de los hombres por la risa, no, del todo discreta y su figura esbelta, firme y bien marcada en su interesante busto, piernas y caderas dignas de una playmate, cuyo porte queda sobre visto, principalmente por las miradas varoniles dirigidas a su trasero que, a manera de poderoso imán, inquieta no verlo cada cinco a seis segundos.

Conocedora de su movilidad de gata, hace pasarela por donde ella se dispone a transitar.


Siempre da lecciones a Sara, y a cada momento pasa de la sonrisa a la risa, sobre todo cuando los hombres de casi todas las edades le dedican miradas deseosas sobre esta parienta adulta.

Mas al observar sus desplazamientos sinuosos y sensuales sugiere otros pensamientos a los que ella, con un guiño coqueto, le dice a Sara:

— ¡Cárnico, hija, cárnico...!" —, y estallan en risas, al unísono.


Así, en una reciente visita a un mall en Santa Fe, Cuajimalpa, tía Corina invita a comer pasta italiana en una cadena muy famosa que cuenta con varios establecimientos en la Ciudad de México.

Accedemos gustosos entre la espera y el disfrute del lugar.

De inmediato plantea la necesidad de no medir nuestras vidas sólo en horas, minutos y segundos.


Las emociones humanas desde ella cuentan por encima de todo eso.

Siendo positivas, resultan incluso, benéficas a nuestra propia salud: mental, y fisiológica.

Y, sin mediar sorpresas, empieza a sugerir que ya es bueno pasar cada quién al baño, pues antes de la toma de alimentos debemos asear manos y, si en dado caso alguno dispone hacer deposiciones a como Dios manda, también es hacer acto de justicia al cuerpo y a sus funciones inherentes.


También sugiere permanecer levantados de los bordes de los sanitarios, quizá a veinte centímetros, para evacuar con mayor fuerza y tino, mucho tino.

Aún recomienda esa altura, por demás conveniente y que nuestros intestinos han de agradecer.

Luego, vuelve a mencionar su Breviario Cultural al informarnos que las grafías W y C, le parecían un eufemismo cuya ostentación sobre la puerta de acceso del sanitario destinado a cada género, abrevia: (Water Close) y aún dos representaciones xerográficas indican a quien no sabe leer ni escribir, cuál baño es cuál para cada sexo...


A partir de ese momento, empiezo a considerar mis visitas al baño como un depurativo a disfrutar.

Y, esa tarde, ella hace explícita demostración de romper el molde desde esa posición asumida sin más en el momento de sentarse sobre un bendito retrete imaginario, cuando asevera, en medio del estupor de algunos parroquianos que, sin mención consecuente, representa esa posición, al momento de llevar a cabo tal función, pero encubre esto con la posición de sus manos, como manipulando los manubrios de una motocicleta...

Como si fuera un acto de mímica, Sara secunda a tía Corina y toma una silla imaginaria y adopta esa posición.

La esbeltez del cuerpo de tía Cori', da preeminencia a la flexión de sus piernas.

Y así, los muslos quedan revelados desde su ceñido traje sastre.

Sólo se limita a ejemplificar, conociendo el efecto de la redondez proverbial de su trasero, expuesto en esa flexión, sugerente y agradecida por los comensales hombres y una que otra desaprobación femenina.


Sin importar el qué dirán, la flexión deja de ser la de costumbre y sugiere levantarse un poco más, sin llegar a tener que adoptar la posición de águila, para establecer acomodo a favor de nuestros intestinos, y queden a una distancia de poco más, poco menos, veinte centímetros por encima de los bordes del imaginado retrete porcelanizado que describe.

Acto seguido, muestra su mano derecha y levanta el dedo pulgar, y dirige una mirada feliz y satisfecha.

Luego, deja un intervalo de segundos y se lleva el dedo índice hasta la sien.


Comunica la intención correcta como parte de una práctica hecha con naturalidad desde ese momento y en lo sucesivo.

Sara comenta, no sin regocijo, lo siguiente:

— ¡Órale, tía Cori´, la voz y la usanza de la experiencia, nos lo recomiendan...! —, dice ella.


A lo que tía Corina responde:

— ¡Sarita, tus intestinos lo agradecen para toda la vida!

¡Fuera estreñimientos del cuerpo y de la mente!

¡Del alma y la existencia toda! —, expresa así al regresar a su asiento físico de la mesa donde nos encontramos.

Y para evitar dudas, remarca lo siguiente, pero sólo audible para nosotros:


— ¡EA!

¡Chicos!

¡Antes de que la mesa ya esté servida, sugiero no imponer que depongan desde más altura, para evitar sorpresas desagradables ante cualquier mala puntería...! —, y argumenta en esa forma concluyente ante la cual los tres reímos dando tono agraciado ante ese giro de la plática.


Casi al instante, el mesero que nos asiste desde la entrada al local se dirige a Sara, que, la come con la mirada.

No quita su vista, y siempre dirige a ella su mejor sonrisa.

Sara, intuye cortesía excesiva.


Dice a tía Corina si puede beber un poco de tinto, para el plato principal, a lo que asiente en el acto y solicita al mesero que, aparte de la toma de la Carta, traiga una botella de vino, con descorche en nuestra presencia.

Hecha la orden, se retira y puede decirle a Sara, sin ocultamientos de ninguna índole, que prefiere sacarlo de sus semi cubiertos senos, pues en el acto, dicho mesero no deja ocultas sus insistentes miradas sobre las de su querida sobrina, y la celebra, porque reconoce que ella, la pequeña Sari, empieza a ser tan sugerente como esa tía, sobre todo, desde ese estar de balcón terso que mi hermana muestra con delectación y voluptuosidad innegables.

Hecha esa aseveración, tía Corina argumenta que, no, para nada le gustan tan chicuelos, pues no es nodriza para amamantar críos, y que mejor lo deja por la paz, no sin antes preferir algún indicio de flirteo con hombres hechos y derechos, mayores a diez ó a quince años respecto de su edad, según sus cálculos femeninos, pues ella se encuentra rebasando apenas los veintiséis años de edad..., a lo que, alegre y con picardía propia, expresa:

— ¡En un pie, verdad!

¿Pero... qué importa si ya tengo treinta cumplidos...? —, dice así, mientras suelta una risa controlada que sólo la brinda a nuestra mesa...

Sin evitarlo del todo, volvemos a reír y nos disponemos a celebrar el viaje de nuestros padres, que, o bien, ya se encuentran a punto de llegar a la ciudad de Los Ángeles o quizá se alojan en un confortable hotel, para iniciar en breve un descanso y posterior recorrido hacia esa ciudad, donde, sin duda, al día siguiente hacen camino a California, para su segunda luna de miel...


Tras esa comida y brindis, tía Cori´ nos sugiere control en casa y evitar alcohol, fumar cigarrillos normales o de los compuestos a marihuana y, sobre todo, no dejar parejas en el baño o en la recámara de nuestros padres, sin olvidar, por supuesto la de nosotros... en cuidado propio.

Ya por la tarde, Sara sostiene conversación desde su móvil, en el chat de amistades de confianza, mientras me dedico á indagar, vía Internet, sobre ambos tipos de felicidad, puesto que ni en la escuela si plantea tal tema, tanto por parte de ningún docente, como tampoco entre conversaciones con mis amigos.

La única posibilidad de conversar, fuera de mis padres, es con la tía Corina, pero ahora ella no desea hacerlo.


Quiero enfrentar ese dilema y descubrir sus características o bien, dedicarme a ello por mi parte o en último recurso, con Sara.

Ella, por su parte, hace variantes de lo impropio con sus amigas.

Recién hecha las respectivas invitaciones a reunión en casa, solicitó pedir permiso a los padres de cada una, en garantía he de hacer requerimiento y apoyo de tía Corina, quien asiste en lo necesario.


Está atenta a que todo se resuelva sin problemas de ningún tipo.

Anfitriona reconocida por las amigas de Sara, dispone comida apropiada para una reunión.

Debe iniciar a la una y concluiría a las seis de la tarde.


Después, esperar a los padres, ya que unas chicas serán recogidas de manera personal.

En tanto que otras, deben salir para sus casas, avisando a sus madres desde el teléfono de casa y siendo tía Cori, quien las despida, proporcionando, a su vez, y por atención elemental, a cada una de las madres, el número de móvil particular por si algo se ofrece.

Han sido invitadas varias chicas.


La estrecha relación entre ellas data de tiempo atrás, desde la educación primaria y se fortalece todavía más desde que se frecuentan con regularidad durante sus estudios de secundaria.

Todas ellas la recuerdan con cariño por ayudarlas tanto en tareas, lecciones, investigaciones y salidas a museos y bibliotecas para redondear trabajos en grupo.

Mamá dice que en ella existe una maestra de convicción, pero que, por cuestiones no venidas a cuento, la hacen dedicarse al trabajo social que aún no concluye, sobre todo cuando descuida estudios por hacer proselitismo en favor de las mujeres de colonias populares, a las que dedica tiempo, dinero y apoyo.


Unida a la causa de las de mayor problema de tipo social y económico, conforma un grupo de estudio con puras chicas, si bien, no todas acuden a la misma secundaria que Sara, forman parte de un entorno perimetral del barrio, donde las "clase medieras" aprenden a no guardar diferencias con las de colonias populares.

Todas son residentes de lugares entrañables de la ciudad de México: unas, viven en lo que han sido antiguos pueblos (Tacuba, Tacubaya, Santa María la Ribera, Romita y la Antigua Garita de San Lázaro).

Otras, en cambio, viven en colonias (Juárez, Roma y dentro del perímetro del Centro Histórico, en el antiguo Barrio Universitario).


Así, tales condescendencias, pese ante ocasionales diferencias socio económicas que Sara, principalmente tiene a bien zanjar a la mayor brevedad o al menor impulso de censuras, ya en las formas de hablar, vestir o tratarse entre ellas, las hace más amigas que alumnas de sus escuelas y grupos educativos.

De ese grupo, precisamente Alicia, Mirna y Sonia, se integran a colonias populosas y como anteriores residentes de barrios, y siempre resultan ejemplos de superación educativa y deseos de trasponer sus estados de bienestar, poco afortunados, pues su experiencia es mala y bastante subdesarrollada, en términos de calidad de vida.

Y respecto de oportunidades y ascenso a un desenvolvimiento humano, este se encuentra siempre supeditado a constantes apuros económicos y no menores discriminaciones sociales padecidas entre sus familiares, como en sus respectivas personas.


Ninguna de ellas cuenta con experiencia alguna de plantearse un problema como el siguiente:

¿En qué momento de sus vidas han dejado de sentir dolor por la forma en que viven?

Sin saberlo, quedan situadas en un tipo de bienestar no alcanzado, no gozoso a plenitud.


Tampoco placentero a sus sentidos y estados de ánimo.

Pro eso sí, con evidente dolor y un dolerse de vivir así, desde sus nacimientos y ante las privaciones de confort, privacidad, educación y alimentación adecuada.

Tal estado de pobreza se extiende al vestido y calzado, bastante discordante en sus años de etapa infantil a adolescente.


Resulta, generalmente en muestras evidentes de sentirse insatisfechas, principalmente con esas formas de vivir.

Revela algo muy notorio para mi inquietud: saben reír y sonreír y tener momentos de felicidad...

Opuestas a ellas en lo económico y social, Ruth, Isela, Martha y Sofía, comparten condiciones semejantes en un nivel de mayor bienestar.


La autorrealización educativa de sus padres y familiares nucleares, como también de sus conocidos, alojados en edificios de departamentos de mayor confort, amplitud, servicios adecuados y con un servicio de Internet, telefonía móvil y autos de uso particular de sus padres, muestran sus desempeños profesionales en franco ejemplo de realización e incluso, de autorrealización.

Dan a sus estados de bienestar una medida mayor de expectativas e información pertinente.

La aplican a un ser y un hacer, como a un saber hacer autosuficiente, sin mediar dependencias educativas formales pues una vez cubiertos sus desarrollos profesionales se encuentran generando alternativas de capacitación laboral por su cuenta.


Si bien, tienen empleos mejor remunerados, siempre acomodan sus expectativas de mediano plazo a las circunstancias cambiantes del entorno, aún dentro de crisis cíclicas de ascenso y descenso de rentabilidad de profesiones y empleos.

En cambio, otros con menos expectativas y acostumbrados a zonas de confort prefieren depender de sueldos gubernamentales o de la iniciativa privada.

No es sino hasta que mi investigación logra sacar en claro que, quien nace con "estrella" o nace "estrellado" se apoya en un enfoque de felicidad que no parece tomar en cuenta sus propios desarrollos educativos, como los que han logrado nuestros padres.


Quiero entenderlo en términos siguientes: por ejemplo, el de dedicar su función, y actividad a lo que le gusta hacer, como es el caso de mi padre, es un ser profesional como administrador de capacitación en recursos humanos o bien, en mantener una actividad docente en idioma inglés, modalidad americana, como es el ejemplo de mi madre.

Pese a lo que ya alcanzo a discernir, no tengo más opción que buscar apoyo en tía Corina.

Me siento insatisfecho y sin claridad adecuada para avanzar en ese enfoque.


Se lo debo a mi nula experiencia, a mis escasos años y requiero sugerencias sobre algo que debo desentrañar.

Esa tarde, aprovecho la ocasión para solicitar su auxilio.

Así lo hago y entonces le entrego un juego de fotocopias respecto de la búsqueda de información que he llevo a cabo.


La tía Corina sugiere comentarlo al día siguiente, desde la hora del desayuno, pues es viernes, y desea que se acceda a presentarlo ese sábado, muy temprano y por la mañana.

Sé bien que ese día, el mejor día de ella y para ella, lo pasa dedicada a la escucha de música.

Leer autores en pdf.


Ver películas.

Preparar sus asuntos personales y comer y beber, si bien, con moderación y sin descartar algún momento para encontrar compañía de amigos ocasionales, con quien prolongar el sueño, antes o después del sexo...

Tía Corina es un ejemplo acabado de felicidad hedónica, contrario al de su hermano, para quien las metas a largo plazo y el apoyo ofrecido a personal de labores de relativa educación formal, requiere de su capacitación.


A través de establecer ese tipo de asociaciones puedo empezar a crear un mapa mental y seguir el hilo de cada tipo de felicidad...

La educación de Sara y mía responden a esa inclinación.

En lo personal, testificamos como hermanos lo que nuestros padres, sin escatimar recursos económicos, afectivos y valorables suman esto con su grado de preparación educativa para así, lograr mejores hijos, mejores ciudadanos y mejores seres humano, siempre en preparación constante, inacabada y alertas en términos de disponerse a apoyar a quienes menos tengan.


En mi carácter de Samuel, he de empezar a comprender lo que Sara me recuerda a cada momento: la sociedad en México no siempre parece sumar dentro una promoción de propio bienestar.

Semeja un actuar, como los partidos políticos, que en un momento existen.

Viven del presupuesto derivado de impuestos de la gente que labora y declara en todo tiempo y en toda forma.


Siempre buscan su beneficio según la pesca electoral y la manera de conducirse bajo principios de democracia, no necesariamente encasillada en marcos de principios ideológicos, que casi siempre dejan fuera su perspectiva respecto de las realidades de vida de quienes menos tienen.

Al respecto, y llegado el momento, la tía Corina me interroga sobre mis dudas, de modo preparatorio:

— "Sami", tienes una conducta de muchacho que apenas se ha puesto a preguntar a qué tipo de felicidad se refiere tu padre: ¿Cierto, o me equivoco? —, dice así.


A lo que respondo:

— ¡MMM!

¡"Tía Cori", creo que mi conducta, por mi forma de ser, es o me parece ser, de emociones positivas, como me lo inculca mi madre, pero hasta antes de esto, nunca me he cuestionado si me encuentro satisfecho sobre cómo vivo y cómo vivimos en familia... supongo que sí, y sí estoy satisfecho... —, respondo, sintiendo por vez primera una sensación extraña del tipo: "¿Qué-tan-satisfecho-estás-tú-con-la-forma-en-que-vives-en-verdad?"


Ella me observa y me pide llevar a cabo una investigación "participante", a propósito de la reunión entre amigos míos y, sobre todo, de las amigas de Sara: las chicas tienen mucho qué decirme...

Además, las condiciones de unas y otras, comparándolas con la manera de vivir de nosotros, marca contrastes bastante evidentes.

Gracias a ella, puedo esbozar un plan para establecer ambas felicidades, y tras esa primera pista, me dispongo a trabajar...


Antes de investigar una lista entregada por tía Cori, me pide que platique con ella, sobre lo que entiendo respecto de la felicidad.

Intentar "visualizarla" de acuerdo, por ejemplo, con lo siguiente: como Samuel.

En lo que yo veo en Sara.


En la felicidad que empiezo a observar en personas ajenas a la familia.

Esto me cuesta trabajo debido a que en la escuela, en los libros de texto e incluso en las pláticas con amigos, nunca ante lo hemos enfocado de esa manera.

Según tía Cori, representa un primer piso respecto de otros que debo intentar tener presente, a partir de mi inminente entrada a la adolescencia.


Me acerco, de tal manera, y con ciertos titubeos al terreno de la psicología.

Encuentro dos concepciones de felicidad: la hedónica y la eudaimónica.

Por primera vez tengo que aclarar qué es cada una.


Después, tía Cori expone su felicidad como persona: es hedónica, a diferencia de la de mi padre, que es eudaimónica.

Para asimilarlas mejor, tía Cori plantea que ambas se relacionan con el bienestar humano.

Más allá de lo material, pero más posible con aspectos que no se ven.


Que se sienten y que todos los seres humanos podemos aspirar a conseguir.

Aun así, me deja lagunas para captar esto.

Tía Cori, trata de aclarar mis ideas.


Ella, por ejemplo, tiende por naturaleza de mujer, a ser hedónica, a lo tía Cori.

Como persona de ese sexo, no generaliza a todas las mujeres, como hedónicas.

El ideal de bienestar humano, tanto para mujeres como para hombres, es ser felices la mayor parte de la corta vida que ambos poseen dentro del género humano.


Lo hedónico en ella, por ejemplos aportados, son los siguientes: ha de hacer conciencia de ser ser humano en lucha constante para ser y tener felicidad.

Sin renunciar a momentos de bienestar ya sean materiales y de valores e incluidos por supuesto, los de tipo espiritual no obstante sigue siendo creyente religiosa o no siéndolo al cien por ciento.

Otro aspecto revelador para mí lo significa evitar dolerse de la vida.


Evitar sólo condolerse de los demás sin hacer algo que los demás estén dispuestos a recibir, en términos de apoyo de múltiples formas: solidaridad, acompañamiento sin predominar como padre o madre sustitutos.

Ser, posible leales seres humanos en reciprocidad de seres humanos: es decir, ante desastres naturales, como terremotos, inundaciones, incendios, etcétera.

Siempre estar dispuestos en ayudar sin recibir nada a cambio.


Un siguiente ejemplo consiste en la manera en que debemos estar dispuestos a realizar nuestras metas en la vida, a través de la escuela y el estudio.

O bien, desde una actividad económica, social, comercial y aún cultural, o de la que más nos motive a hacer lo que nos gusta, pero que no nos lo impongan desde la familia o del núcleo social donde pertenecemos.

Tampoco por acciones de gobierno, de partido político o de sectas, religiones o sociedades de la índole de que se trate.


Tras esto, ella define: "autorrealización" de cada persona, indistintamente de su sexo.

Ante esto, pregunto a tía Corina, lo siguiente:

— ¿El bienestar personal y de todo ser humano, no se consigue de un día para otro, no es así? —, y espero su respuesta, la que llega de manera inmediata:

— "Sami", has recibido de tus padres no sólo afecto y amor desde pequeño.

No te has dado cuenta qué, muchas cosas, como son: ropa, alimento, juguetes, diversiones... ya "están ahí", listos para su consumo, uso, disfrute...y así, dispones, de un modo u otro, de "todo eso", que son bases, lo han sido para "entrenarte", muy a propósito en tu bienestar como persona... —, dice esto de un modo que me vuelve a sorprender, puesto que no lo he pensado, imaginado o supuesto.

En consecuencia, le pregunto lo siguiente:


— Tía Cori, mencionas que encuentro rasgos de felicidad hedónica.

Es decir, para mi placer más "en corto"...

¿Es así? —, y espero su comentario...

—Sí.


Y entonces, sin nombrar la felicidad eudaimónica, la asocio al largo camino donde, por ejemplo, se recibe de los padres: valores, rasgos de conducta, rutas adecuadas para sobrellevar la manera de comportarnos en familia y ante los demás.

Hace un momento me has dicho que, en la ayuda al prójimo, importa dar sin recibir nada a cambio...entonces, obtenemos algo intangible como la gratitud del necesitado o apoyado.

Y ella responde:


— Eso, "Sami", no tiene precio entre los seres humanos.

¿Estás de acuerdo? —, concluye y me brinda una agradable sonrisa.

— ¡Ya!


¡Tía Cori, es el tipo de felicidad más dilatada, ésta no ocurre de modo inmediato!

¿Es así? —, expreso en forma inmediata y certera, aguardando la reacción de ella...

— ¡Así es, "Sami!



CONTINUCIÓN

OTRA SITUACIÓN 1.

27. Juni 2020 16:22 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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