Ambientado en la época de los 40', un grupo seleccionado de jóvenes, aspirantes a novicios, inician su camino hacia su futura vocación. Cada uno de ellos contará sus historias, las anécdotas de todos los días que pasan en el noviciado. Confiados en que termine pronto la segunda guerra mundial, ellos preparan su corazón, aumentan su fe y dan testimonio de que Dios es real y que sigue vivo incluso en los momentos más difíciles.

-Qué es eso? -preguntó Pietro haciendo señas a las dos hojas escritas a mano por Federik. -Es una homilía. -Y qué es eso? -Es como un resumen del Evangelio. -Yo también quiero hacer uno -dijo Pietro con sus ojitos brillantes de emoción. Federik sonrió y le contestó: -Tienes que madurar primero, aunque... -de repente empezó a toser y fue al baño, dejando la puerta abierta. La sangre teñía el lavabo de cerámica blanca cada vez que tosía sin dejarlo respirar.

Tiene tiempo hasta mañana -se despidió la Secretaria cerrando con un golpe la puerta. -Genial, gracias por su amabilidad. Cuando dio media vuelta, los ojos del niño se volvieron tristes, a pesar de que era muy chico para entender la situación, esa mirada expresaba mucha preocupación. Federik se puso en cuclillas y le acarició la cabeza diciéndole: -Qué haré contigo. Ya eran las doce de la noche, Federik ya había acostado al niño y fue a la cocina a pensar qué hacer con él.

Había algunos periódicos sobre la mesa y, entre tantos, se destacaba una página de avisos y empleos, Federik empezó a hojearlos y clavó su vista en la palabra "Adopción". Dio media vuelta la cabeza dirigiéndose a un crucifijo que estaba en la pared y dijo: -De todas las opciones tiene que ser esta? -Federik esperaba una respuesta de parte de Dios o alguna intercesión de un santo -de verdad quieres que haga eso?.

Federik siguió pensando en esa pequeña oportunidad que, según él, podría haber sido una señal de Dios de salvar a ese niño. De repente, sintió fuertes dolores en el pecho que se agarraba con ambas manos en el lugar, le costaba respirar y fue al baño, pero antes de que pudiera tomar las pastillas empezó a toser sangre, cada vez más fuerte hasta que pudo ingerir las pastillas. -Voy a durar poco como padre si sigo así, no crees? -miraba su rostro pálido con el sudor de su frente.

A la mañana siguiente, el sacerdote llamó a la Secretaria y se encontraron frente a la plaza donde estaba el orfanato. -Y bien? Qué va a hacer? -Ninguna de las dos opciones. -Ah no? Entonces tendremos que sa- Federik la interrumpió asestándole una hoja en la cara y le contestó con dureza: -Hay una tercera opción. Lo voy a adoptar. Y le diré algo -guardó los documentos y la señaló- si usted o alguien de su empresa se mete en mi camino, más les vale que se corran...porque les pondré multa.

-Ah?! Una multa? Por qué? -reprochó la mujer cruzando los brazos. -Por qué dices? Pues por interferir sin autorización mía en nuestra vida, una violacion a los derechos humanos. -Oye, cómo te- Federik la interrumpió nuevamente, yéndose del lugar y, tomando la mano del niño, le dijo: -Vámonos de este apestoso lugar. -Dónde vamos? -preguntó el niño. -Ahora hablas?

Subieron al auto del padre Carlo para dirigirse a la casa materna del padre Federik. -Niño, baja del auto, ya llegamos -le dijo Federik mientras bajaba su equipaje y los del niño. -Estás seguro? -preguntó preocupado Carlo. -De qué hablas? -Adoptar al niño. -Quieres que sea sincero contigo? Haré lo que me dé la gana, no quiero dejar al niño en la calle y menos en manos desconocidas. El padre Carlo suspiró y le exigió que se cuidara.

-Ven -Federik hizo señas al niño de que lo siguiera y llegaron a una habitación que parecía ser de Federik cuando era niño -esta será tu cuarto, dormiras y estudiarás aquí, Entendido? El jovencito asintió con la cabeza y pasó directamente a su nuevo hogar y dejó sus maletas en la cama y en el piso. -Tienes hambre? -Un poco -contestó tímidamente el niño que casi no se le entendía lo que decía. -Te llamaré luego para almorzar. Ordena tus cosas.

Federik se puso a cocinar con lo que tenía en su casa, solamente quedaban un trozo de carne y algo de arroz. Antes de cocinar la carne, agarró un libro infantil viejo que trataba sobre la vida de algunos santos y se lo dio al niño. -Esto es para que elijas un nombre. No tienes nombre propio así que... elije uno. De paso ven a comer. La mesa ya estaba preparada y el niño llegó cinco minutos después, Federik hizo la bendición y empezó a comer.

El sacerdote miraba de reojo al niño y se dio cuenta de que no estaba comiendo y le preguntó: -Oye niño, por qué no comes? -el niño miraba fijamente la comida y no hacía nada- no te gusta? Como no respondía, éste siguió comiendo y, cuando estaba dando unos sorbos de gaseosa, el niño gritó de alegría: -Papá! Federik casi se ahogó y escupió sin querer el líquido, tragó saliva y le reprochó: -Qué dij... digo.. no soy tu padre. No tu padre biológico sino...el adoptivo.

-Ya elegiste un nombre? El niño asintió con la cabeza, fue a buscar un papel, un lápiz y escribió "Pietro". -Pietro? No es más fácil Pedro? -No, quiero Pietro! -regañó el niño a Federik. -Bien, bien, no te discutiré más. Come. A Federik no le gustaba el nombre pero recordó el significado y le explicó: -Sabes qué significa el nombre Pietro? Pietro negó con la cabeza. -Pedro fue el primer apóstol de Jesús. El nombre significa firme como una roca. Eso hizo que construyera una Iglesia sobre una roca

-Cómo se construye una Iglesia encima de una roca? -Eso... es como una especie de metáfora... lo que quiere decir Jesús con eso es que tenemos que construir una Iglesia con fundamentos sólidos y firmes como una roca. -Y cómo vamos a construir una Iglesia si no tenemos dinero. Federik se dio cuenta de que Pietro aún era un niño y no sabía cómo hablarle y explicarle sobre el tema. -No me refiero a eso... mejor termina de comer y ve a dormir, te lo explicaré más adelante.

Cuando Pietro fue a dormir la siesta, Federik aprovechó para hablar con el padre Carlo. -Cómo estás Federik? -Me estoy muriendo -contestó con una voz ronca. -Dime algo que no sepa. -Tengo que enseñarle tantas cosas a este niño... dio bastante trabajo hasta para ponerle un nombre. -Le pusiste un nombre? Cómo se llama? -Pietro. El lo escogió. Al escuchar eso, Carlo se alegró mucho y felicitó a su compañero. -Por qué me felicitas?

-Bueno...Se supone que debes felicitar a alguien que tuvo un hijo recientemente. -No me felicites por nada Carlo, no me gusta. Aparte es adoptado. -Lo dices por el caso del padre Joe? Federik no contestó nada pero el padre Carlo entendió su enojo. -Disculpa Federik. -A él le permitieron entrar al seminario mayor cuando perdió su hijo, tuvo que separarse de su esposa porque no encontraba consuelo de nadie. Es totalmente diferente a lo que me pasa a mí. -Lo sé, no te pongas así.

-Crees que... me dejarán tenerlo? -preguntaba Federik con una voz apagada mientras jugaba con la taza de té. -Es cuestión de tiempo y de suerte. Además... los que mandan son ellos, nosotros somos simples ovejas -le contestó Carlo con un tono tranquilo. Federik estaba en una situación de caos mental, no sabía qué pensar ni qué pensaba, no podía concentrarse en escribir sus homilías porque veía el rostro de ese niño abandonado frente suyo y él sintiéndose culpable de no poder hacer nada.

Llegada las nueve de la noche, el pequeño Pietro se había despertado de su siesta y fue a donde estaba Federik, quien estaba escribiendo su homilía para el sábado. -Dormiste bien? El niño asintió con la cabeza, se sentó en una silla frente a él y le preguntó: -Voy a ir a la escuela? -Sí, irás al colegio. -Quiero ir a un colegio grande, con un patio enorme y muchos compañeros -decía felizmente Pietro. Federik pensaba en lo costoso que era mandarlo a un colegio privado y murmuró: -Dios te oiga.

Federik salió del baño y fue a la cocina donde estaba Pietro llorando cubriéndose la cabeza con los brazos en la mesa. -Disculpa, no quería gritarte, es que... -Federik no sabía qué decirle y se le acercó para abrazarlo pero Pietro lo evitaba. -Escucha... a veces la gente se pone nerviosa cuando está en aprietos y tiende a gritar en vez de hablar. Lo siento, de verdad. El niño secó sus lágrimas y sus ojos brillosos y tiernos captaron la atención y el perdón de su padre.

Su tos no paraba ni un segundo, buscaba las pastillas detrás del espejo tocando el vidrio con sus manos manchadas de sangre, las encontró pero se le cayó el frasco y seguía escupiendo sangre. Cuando alzó la vista, vio que Pietro se asomaba tímidamente detrás de la puerta del baño. -Estás bien, Papi? -preguntó Pietro con un tono de voz dulce pero preocupado. <-Rayos, me descubrió-> pensaba Federik mientras trataba de lavarse las manos y el lavabo salpicado con sangre. -No entres. Vete.

Pietro quería alzar el frasco de medicamentos que se le había caído a Federik pero, cuando dio un paso hacia el baño, Federik le gritó: -Te he dicho que no entraras! Vete! Pietro se asustó y empezó a llorar mientras iba corriendo a la cocina. Federik suspiró, terminó de lavar todas las manchas de sangre y se quedó un minuto en silencio. Pensaba y reflexionaba acerca de lo que acababa de ocurrir y sintió un gran peso de culpa en su interior, él también quería llorar pero su orgullo le pesaba más.

Colocó arroz con atún, un bollo de pan y mayonesa en un tapper y fue a donde estaba el mendigo. -Viejo, aquí tienes tu ración -le dijo Federik al hombre dejándole la comida al lado de él -no quieres entrar? El hombre murmuró algo pero no le entendió. -El arroz con atún se come frío. Abrígate bien. Buenas noches. Antes de irse, Federik le preguntó: -No quieres bañarte hoy? -Ya deja de hablar y vete -lo regañó el anciano y después le dio las gracias. Federik chistó y fue a su casa.

Se hicieron las once de la noche, Federik ya había lavado todo y se recostó sobre el sofá frente al televisor. Cuando lo iba a prender, sonó su celular, era el padre Carlo. -Quería llamarte para... bueno, saber cómo estabas, si necesitas algo. -Estoy bien, gracias. Hubo un silencio y Federik le preguntó: -Carlo, sabes la fecha de nacimiento del niño? -Ah...no, no lo sé. Tampoco figura en los papeles. Quizás... tendríamos que hacerle una prueba de ADN o algo así. -Bien. Mañana se lo hago.

Al día siguiente, Federik fue con Pietro a un hospital cercano para hacer la prueba de ADN. La secretaria los hizo pasar a un cuarto pequeño y blanco que resplandecía cuando asomaban los rayos del sol por la ventana. La enfermera llegó y, cuando sacó la jeringa de su bata blanca, Pietro se asustó y se escondió detrás de Federik. -No tengas miedo, es sólo un pinchazo, como si te picara un mosquito- le decía a Pietro para que se calmara pero el niño empezó a llorar y a querer irse del lugar.

Federik notaba la incomodidad de estar ahí junto con Pietro y los demás padres que venían a inscribir a sus hijos. Un hombre le preguntó a Federik: -Disculpe... Él es su hijo? Federik tenía una mirada cansada pero algo fría y le contestó con pocas ganas: -Sí. Algún problema? El hombre no respondió y se alejó un poco de Federik mientras le decía algo a su hijo. Pietro preguntó por qué se habían alejado de ellos y Federik le dijo: -Porque son ignorantes. No le des importancia a eso.

Pietro abrazó a Federik y éste le dio palmaditas en la espalda. -Vamos a cenar. Ven. Federik había preparado arroz con atún, le dio dos bollos de pan a Pietro, hizo la bendición y comieron juntos. Más tarde, Pietro fue a dormir, Federik le dio la bendición y cerró la puerta. Suspiró un rato y fue a tomar las pastillas, después miró por la ventana a un indigente que siempre estaba en el mismo lugar, debajo de un techo de un edificio abandonado que estaba en ruinas.

Lo sé. Mucha gente me mira raro, como con asco, hasta mis compañeros del colegio. Me preguntan cosas extrañas como... Y tus padres biológicos? Te abandonaron? Ten cuidado que hay muchos casos de abusos a los menores por parte de ellos. No te ha hecho nada? Fuiste abusado o torturado psicológicamente por él y por eso dices que es tu padre? Él ha tenido relaciones con alguien antes? Ya basta. Odio esas preguntas, todo lo que dicen es sólo por odio a ellos, pero no todos son así...

-Qué? Van a cerrar y demoler el orfanato? -Me temo que sí. -Espere... si me da un plazo más, podré pagar aunque sea la cuota del mes que viene. -Lo siento mucho pero no podemos hacer más nada. Es la decisión final de ellos -decía la Secretaria sin mostrar emoción alguna -lo que puede hacer es cambiarlos de lugar o le daremos hasta dos semanas para que adopten a los niños. -Dos semanas... Está bien. Les daré el orfanato en dos semanas. Federik se retiró algo nervioso de la oficina y se sentó.

-Cómo se supone que dé 12 niños en dos semanas? -pensaba el padre Federik mientras se sostenía la cabeza con las manos apoyadas en las piernas -supongo que no hay otra opción. Cuando llegó al orfanato, algunos niños jugaban y otros comían. Estaba el padre Carlo quien hacía la comida y a la vez jugaba con los niños y saludó a su compañero. -Federik! Cómo te fue? Federik tenía una mirada perdida, sin fuerza, mirando con lástima a los niños; tanto así que no había sacado su mano del picaporte.

-Estamos acabados. -Eh? -Tenemos dos semanas para dar a estas...criaturitas. -Eso dijeron? -el padre Carlo se entristeció y dijo: -Tendremos que cambiarlos de orfanato o dárselos a las monjas franciscanas. -Conseguiré otro trabajo mañana, debemos muchas cuotas -decía suspirando Federik mientras iba a la cocina. El padre Carlo lo miraba de lejos con tristeza, veía el cansancio de su amigo todos los días y sentía una mezcla de sentimientos de descontento, ganas de llorar y no poder hacer nada.

El padre Carlo volvió a entrar a la cocina y todavía seguía Federik sentado, tomando su té con la mirada baja. -No tienes que hacerlo todo tú solo, Federik. -No te preocupes, haré lo que pueda para conseguir un poco más de dinero -contestó con voz apagada pero Carlo golpeó la mesa y le recriminó: -Ya basta! Siempre haces lo mismo! Acaso no te importa tu salud? Tienes demasiados problemas y quieres ayudarme como si nada hubiese pasado! -el padre Carlo gritaba mientras lloraba de dolor y enojo..

-Tú tampoco te cansas de decir lo mismo, Carlo. -Por favor, no sigas. Apreciamos tu esfuerzo y todo lo que haces pero, por favor, tu salud está empeorando, deja que me encargue yo de esto. -No. Carlo ya no podía contener su tristeza y seguía soltando cada vez más lágrimas, sintiéndose apenado mientras su corazón se hundía en un mar de aguas pesadas de posibles soluciones a la terquedad de su compañero que no le hacía caso. -Está bien. Haz lo que quieras -contestó Carlo con un nudo en la garganta

El padre Federik miró de reojo a un niño que se asomaba desde la puerta de la cocina con los ojos bien abiertos y sin decir una palabra, pero el sacerdote ignoró su presencia, suspiró de cansancio y siguió buscando trabajo hojeando los diarios. Mientras tanto, el padre Carlo se dirigió a la capilla que había al lado del patio del orfanato y se arrodilló frente al altar, derramando lágrimas y pidiendo con mucho fervor al Cristo crucificado: -Por favor Dios, haz que entre en razón, te lo suplico.

<<Tendré que dejar dos trabajos de medio tiempo y agarrar sólo uno de tiempo completo.>>pensaba Federik con la mirada congelada en una revista. <<Carlo tiene razón. Debo cuidarme para cuidarlos a ellos, pero tengo que trabajar en otra cosa para indemnizar a los demás>>. Observaba a su compañero que servía la cena a los niños y a su vez, ordenaba los juguetes y los acomodaba. Federik quiso llamarlo pero, apenas hizo contacto visual, Carlo lo ignoró y fue a la cocina. -Disculpa? Quiero hablar.

-Habla -contestó duramente Carlo. Federik sabía que él estaba molesto y triste por su terquedad y le contó: -Dejaré los trabajos de medio tiempo -Carlo lo miró como perro retado -pero tendré que dejar dos de tiempo completo. No te preocupes, los trabajos no son complicados, podré llegar a tiempo al orfanato. El padre Carlo dejó lo que estaba haciendo, se quedó mirando a su amigo y lo abrazó. -Dios escuchó mis plegarias. Federik se dejó abrazar y le pidió perdón.

-Y... cuál es el trabajo? -El primero es en una carpintería cerca del orfanato que está al frente de la plaza y el otro es de jardinero. El padre Carlo ya estaba bastante contento de que su amigo dejara los trabajos insalubres y se dedicara más a estar en casa. Ya se habían cumplido las semanas que le habían dado a Federik para que la gente adoptara a los niños y él se relajó sobre un sillón, suspiró y dijo para sí mismo: -Por fin. Pero su tranquilidad no le duró mucho tiempo.

Cuando alzó la mirada hacia el frente, había un niño que se asomaba de la pared y Federik se pegó un susto. -T...tú... Quién eres? El niño no hacía nada y lo seguía mirando a escondidas. -Eres...un fantasma? El jovencito lo negó meneando la cabeza de izquierda a derecha. -Joder, me has dado un susto. Siempre has estado ahí? Por qué no estabas con los demás? El niño entristeció su rostro y empezó a mirar a los alrededores, ignorando a la pregunta. -Ven -Federik le hizo señas para que viniera.

-Cómo te llamas? El niño, aguardando una distancia con el sacerdote, encogió los hombros. -No sabes? -Federik pensó -<<Carlo no le puso nombre o se olvidó de él?>>. De repente, cayeron dos gotas de sangre al piso y Federik se alertó. -Ven aquí, estás sangrando -tomó de las manos pequeñas del niño y fueron a la cocina- siéntate y quédate ahí. Federik buscó el botiquín de primeros auxilios y se sintió aliviado de que hubiera algodón, sacó dos pedacitos y se los colocó con cuidado en la nariz.

Sonaba el celular de Federik y lo atendió observando al niño: -Federik, dónde estás? -Padre Carlo... -Federik hizo una pausa y no sabía cómo decirle que había quedado un niño sin dar -tengo un problema. -Qué ha pasado? -Será mejor que vengas, sigo en el orfanato -Federik colgó y siguió atendiendo al niño. -Estás bien? El jovencito asintió con la cabeza. Después, golpearon la puerta del orfanato y era la Secretaria que lo había atendido antes. -Supongo que usted ya entregó a los niños.

-En realidad... no -Federik agachó la cabeza y sintió los pasos del niño y éste se colocó detrás del sacerdote. -Quedó uno? -Es que... creí que ya no quedaba nadie y... -dirigió su mirada al niño que fijaba su atención a la mujer -apareció este chico hace un rato. La mujer suspiró y le contestó de mala gana: -Escucha, tienes dos opciones. La primera es trasladarlo a otro orfanato y la otra es dejarlo en la calle. Tanto ustedes como nosotros estamos cortos de dinero, piense qué va a hacer.

-¿Otra vez tú? -increpó el cura al joven de ojos marrones que recién llegaba -No me jodas. De todos los curas que hay tienes que ser tú otra vez -chistó el muchacho mientras se acomodaba la mochila en su espalda -no creas que vine a visitarte. -Felicitaciones, te has topado con el cura de la suerte, retwittea y dale like y obtendrás tu suerte -contestó el cura levantando las manos - A qué viniste entonces?. -Me mandaron aquí para preguntar sobre alguna residencia. No tengo dinero.

Pasaba largos ratos pensando sentado en un banco de piedra que había en la entrada de la casa parroquial, miraba hacia los costados y volvía a suspirar. De repente, su mirada de odio cambió drásticamente a unos ojos decididos y tocó timbre. El cura párroco sonrió de alegría. -Padre Kim... -murmuraba el joven un poco nervioso. -Sabía que volverías, sigues siendo el mismo de antes -abrió más la puerta e hizo señas de que pasara -pasa, es tu casa.

El joven miraba a su alrededor el interior de la casa parroquial y notaba algo diferente pero no podía saber que era, a lo que el padre Kim le preguntó: -Perdiste algo? -No...sólo que...siento que falta algo en este lugar. El padre Kim empezó a mirar para los costados y contó: -Esa puerta -señaló el cura con el índice a una puerta vieja de madera- estaba en la entrada trasera de la casa, la mesa de madera sigue en el mismo lugar, cambié el tapizado e hice una limpieza general.

Al ver el rostro del joven que no encontraba lo que buscaba, el cura empezó a contarle toda la reformación de la casa parroquial: -Bueno... -señaló una parte de la casa donde había una conexión entre la cocina y el living - allí había una pared pero la hice sacar para que ese sector sea más amplio. -No importa, te diré cuando sepa qué es -contestó desanimado el chico mientras se sentaba. <Qué podrá ser? Será algo que ha dejado antes de que se fuera?> pensaba el padre Kim.

Después de que habían terminado de comer, el padre Kim se puso a lavar los platos y el capellán a limpiar la mesa. El padre seguía pensando en aquel objeto o algo parecido que buscaba el capellán hasta que, repentinamente, exclamó: -Oh! Creo que lo tengo. -Qué cosa? -Lo que buscas -respondió el cura, dirigiéndose a un perchero que estaba al lado de la puerta de entrada de la casa. Revolvió los bolsillos de su sobretodo y sacó una pulsera de hilo con bolitas marrones, similar a un denario.

Los ojos oscuros del capellán se iluminaron al instante al ver el denario que aún conservaba el padre Kim, lo pidió prestado y se puso a analizarlo. Con apenas deslizar el dedo índice en el pequeño crucifijo, el capellán recordó que allí había escrito su nombre "Park Jeong". -Así que...aún lo conservas -decía Jeong mientras sus pequeños ojos empezaban a formar gotas de lágrimas. -Por supuesto, desde el día en que me lo regalaste lo he guardado.

El padre Kim sonrió con ternura y añadió: -También tengo el manutergio que tú habías hecho. Lo uso todos los días. -Enserio? -preguntó emocionado hasta las lágrimas Jeong y levantando la vista hacia el padre Kim. Manutergio: es el "pañuelo" con el que el sacerdote/cura usa para secarse las manos.

-Lo que yo recuerdo es que cada vez que llegabas de la clase de catequesis, me pedías que rezáramos juntos el rosario. -Es verdad -sonreía Jeong mientras recordaba su niñez -La parroquia sigue igual? -Bueno...supongo que está más ordenada ahora que la limpio más seguido. Eso es! Ayudame a sacarle las telas de araña. Ven -dijo el cura dirigiéndose a la puerta. -Ah? Me vas a mandar a limpiar ahora semejante parroquia? -Vaya! Te has vuelto vago después de tu exilio? -bromeaba el padre Kim.

Plena tarde, apenas eran las cinco; el cura párroco y su nuevo capellán estaban dentro de la parroquia. -Como verás... todo sigue igual. Limpié desde el cielo raso hasta las ventanas -decía el padre Kim mientras le acercaba un balde con agua, productos de limpieza y un trapo medio húmedo - así que te tocaría el campanario. -No lo limpiaste? -No, me olvidé -contestó con una sonrisa avergonzado. Jeong miraba la campana y se dio cuenta de que era la misma desde hacía siglos.

-Todavía tienes esa campana? -Sí... no la pienso cambiar. -Quizás podrías pedir una especie de préstamo a la -Jeong fue interrumpido por el cura que le contestó -No. -Por qué? -No me gusta vivir dependiendo de otros, prefiero ganarme mi propio dinero. Jeong desvío su mirada a una ventana que daba al patio de la parroquia y vio que la huerta que estaba cuando él era chico ya no estaba más, sólo había tierra y barro. -Qué pasó con la huerta? -Ah...se murió.

-Cómo que murió? -preguntó alarmante Jeong mientras limpiaba la enorme campana. -Había una vez dos insectos y una gran cantidad de alimento en tierra, evolucionaron, llamaron a sus amigotes y destruyeron los cultivos. Fin -contaba el padre Kim con tranquilidad pasando un palo con un trapo de piso alrededor de los bancos. -Pues...qué lástima. -Pongo música? -Sí, me da igual. El cura prendió un equipo de música algo viejo y los dos se pegaron un susto al oír un estruendo, similar a una batería.

Son las doce y media, pleno mediodía, un domingo tranquilo. El cura párroco ya había terminado de celebrar la misa y se puso a preparar el almuerzo. Mientras se cambiaba la ropa, llamó el timbre de la casa parroquial y se llevó una gran sorpresa al ver quién era.

Jeong se golpeó el hombro derecho con la campana y el padre Kim tiró el cáliz. -No sabía que te gustaba el metal -dijo Jeong riéndose. -Callate. Quien lo puso tan fuerte? El padre pensaba quién podría haber sido y sólo pensaba en la Secretaria de la parroquia, Choi Ha-eun. De repente, se asomó una mujer que llevaba puestos unos anteojos que apenas abría la gran puerta de la parroquia y dijo, con voz cálida y suave: -Quién puso metal? Hay alguna fiesta por aquí?

-Ha eun! Ven, pasa -la invitaba el cura mientras que la jovencita pasaba dentro de la parroquia con timidez. -Fuiste tú la que puso metal en el grabador? -S...sí -contestó con la mirada puesta en el piso -disculpe. -No, está bien, no te hagas problema por eso. Ha eun sintió un leve ruido del campanario y vio a Jeong que la miraba mientras limpiaba la campana. -Quién es ese chico? -Ah... es un ex miembro de un orfanato. Se llama Park Jeong. La joven y Jeong hicieron reverencia.

Llegada las diez de la noche, Jeong había comprado hamburguesas, las cocinó y llamó al padre Kim: -Oye Min ho, ven a comer! El padre Kim se sorprendió que lo llamase por su nombre y le preguntó a propósito: -Estás enojado que me llamas por mi nombre? -N...no, es que... es la costumbre -contestaba avergonzado Jeong mientras servía la comida. -Cuando eras chico, te enojabas y me gritabas mi nombre y apellido completo para llamarme la atención -se reía el cura, sentándose. -Eso ya pasó.

-Puedes quedarte en la casa parroquial hasta que consigas trabajo. -No, gracias. Ya veré cómo hago. El cura sonrió muy pícaro y le dijo: -Puedes quedarte en la casa parroquial con una condición. -Cuál? -Debes ser el capellán hasta mi muerte. -Ah?! Un capellán, yo? Olvídalo. Mientras el muchacho se retiraba, el párroco le gritó: -Recuerda que estas puertas estarán abiertas para siempre. El joven, apenas se cerró la puerta de la casa parroquial, empezó a suspirar y dudar.

..y dio comienzo a la celebración del lavatorio de los pies. Primero, lavó los del dueño de la posada que se sentía un poco nervioso e incómodo al ver al mismísimo Papa que le echaba el agua tibia y reconfortante y se los secaba con un amor incondicional. Después pasó a Federik, el cardenal que había sufrido las peores desgracias en su infancia. Cuando el agua cristalina empezó a mojar los pies, Benedict lo miró a los ojos llorosos de su amigo.

Sus lágrimas se mezclaban con el agua en sus pies, sus ojos púrpuras se cristalizaban con cada emoción que entraba en su alma, recordando a Su Santidad en la piel de un pobre y marginado esclavo, aquel que lo recibió como un hermano perdido, aquel joven que comprendía la situación en la que había padecido Federik y cada sentimiento de dolor y odio se transformaba en una mezcla de amor, reconciliación y alivio cuando le secaba sus pies.

y no poder ni respirar debido a la cantidad de sangre que perdía de su Santo Cuerpo. Después de padecer semejante sufrimiento, el Sumo Pontífice esclareció su mente y decidió seguir la misa, aguantando todo el dolor y el tormento de recuerdos que no eran de él. -Honestamente, creí que te tocaría a ti -le dijo el cardenal Joe a su compañero. -Qué cosa? -Los estigmas. Su compañero miró al Papa que apenas se mantenía de pie y le contestó: -No soportaría eso.

"...y, llegado el momento de la Eucaristía, Benedict empezó a sentir dolores, como puntadas fuertes en el centro de las palmas de ambas manos. Sin embargo, en el centro de los pies también tenía el mismo dolor y le costaba mantenerse en pie, se agarraba fuertemente del altar y suspiraba cada vez más rápido junto con el sudor que le provocaba. Los demás sacerdotes y cardenales se preguntaban qué le pasaba al Sumo Pontífice e incluso el que lo ayudaba le preguntó: -Está bien Su Santidad?

El "estoy bien" de Benedict no era muy convincente y siguió con la misa. De repente, mientras bendecía la hostia, sus manos empezaron a teñirse de rojo, la sangre corría en sus manos como un manantial y, al ver eso, el Papa se quedó sin aliento por unos segundos al ver los agujeros en sus palmas, agrandando los ojos y dejando caer lo que tenía. Un sacerdote que lo ayudaba en el altar se sorprendió y tartamudeó: -S...su...su Santidad. Benedict no contestaba y su mirada seguía congelada allí.

Sus manos y pies temblaban cada vez que brotaba sangre de aquellos huecos, su mirada agonizante quedó congelada en la pura representación del sufrimiento del hijo de Dios. Los dolores al ver que los clavos oxidados atravesaban cada pedazo de carne con cada golpe llenos de odio de los martillos de aquellos verdugos que no tenían noción de haber experimentado aquel calvario; aquel momento en que cruzaban los pies uno arriba del otro para insertar un tercer clavo y...