Cuando nuestras mareas se encontraron fuimos melodía clara, la belleza de la espuma venusiana hacía gala en tu perfil con el vaivén de las olas y la Luna matrona bañaba mi ensueño, arrecife tu cabello, manantial tu mirar. Cuando nuestras mareas se encontraron creamos un mundo nuevo donde pude vislumbrar lo que fuimos, lo que éramos y lo que deseaba con fervor fuéramos. Cuando nuestras mareas se encontraron, fuimos tempestad y torbellino.

Sentada frente al ventanal, viendo la lluvia caer. Mil emociones me invaden, y a mi memoria llega el recuerdo de como decidí empezar de cero. Fue difícil, sin embargo; encontré lo que estaba buscando. —¿Necesitas algo más? —la voz de Daniel me saca de mis pensamientos. —No, nada más. Tan solo quiero que este sea nuestro hogar. Él solo asintió y puso a nuestra pequeña recién nacida en mis brazos.

Fuimos vida, fuimos hogar. Ahora de sus cenizas volveré a empezar y recuperaré aquel calor que tanto sentí junto a ti.

Sus ojos contemplaban dudosos los recuadros de cerámica en el suelo, sus manos tanteaban con temor las paredes, como si todo a su alrededor fuera nuevo, extraño, irreconocible. Aunque aquella casita había sido su hogar desde hacía más de 40 años. Habían trabajado de la mano para construirla... y ahora el Alzheimer se llevaba sus esfuerzos. Él la besó y empezó a contarle la historia de cada foto en la pared, tratando de construir un nuevo hogar dentro de su mente; uno en el que nunca lo olvidara.

Él construyó un hogar para mí, seguro y lleno de amor, con hermosas ventanas para que yo admirará el mundo, con blancas paredes para que yo pintará un cielo. El destino estaba echado y hoy que es hora de que te vayas me quedo sola, algún día también he de irme pero ahora buscaré fuerza en el recuerdo de tus abrazos para salir adelante. Y me quedo en este hogar que él construyó para mí, dentro de mi corazón

—Ya no podemos seguir viéndonos —deja salir Saul en un pequeño hilo de voz mientras el corazón se su amante se comprime. —Pero ¿Por qué? Todo iba de maravilla —Saul da una pequeña mirada a la sala cubierta de muebles polvorientos cubiertos por sábanas blancas. —Quiero más, quiero poder besarte en la callé, tocar tu mano y que muestre ante otros —Robt niega porque no puede hacer eso sería la vergüenza de todos si llegaran a sabe que es gay. —No puedo —una lágrima baja por el ojo de Saul.

He construido una casa, una casa de las cenizas, alce los muros hacia el cielo y enterré los recuerdos allí. He construido una casa, una casa al lado del gran roble, el que plantaste para mí; ahora lo miró desde la ventana y pronuncio tu nombre. He construido una casa, una casa para que no se consuma con las llamas, las mismas que se llevaron a mi amado, a aquel por quien mis ojos lloran. He construido una casa, una casa para sepultarte.

–Hijo, perdóname, nunca quise terminar con tu vida y la de tu madre en ese accidente hace 20 años, desde ese día soy un muerto en vida que perdió su todo– Ian no pone atención a mis palabras y sigue jugando con sus peluches. Parece tan feliz y lleno de energía y por un segundo creo sentir felicidad como la primera vez que lo vi en el quinto aniversario, después de aquel tequila que había jurado no tocar otra vez. Hoy por fin supongo, ha decidido que los acompañe. Nunca temí tanto a un muerto.

–Hay que tener más miedo a vivos que a muertos– nunca pensé sentir tanto dolor, no creo tener algún hueso que no este roto. Tanta violencia, tanto odio. Hasta una lágrima que cae, me surca el rostro como arado del diablo, siento que me desprende la piel por donde pasa. Hay que temerles a los vivos…no puedo quitarme la frase de la cabeza mientras mi corazón se llena de una tristeza mucho mayor al dolor físico.

— Solía sentarme en la esquina de mi cuarto todas las noches —dije. — ¿Por qué? —me preguntó el psiquiatra de turno. — Solía hablar entre estas cuatro paredes cada mañana. — Continúa... — Pero nunca hubo esas palabras dentro de mí, era muy difícil hallar un hueco en el espacio de mis recuerdos. — ¿Cómo te sientes? — ¿Qué cómo me siento? —reí de manera sarcástica—, perdí a mi esposo hace cinco años y cuatro meses —agaché mi cabeza—, sigo esperando cada verano en nuestro lugar favorito...

Me subí a la cima del árbol y recordé todos los momentos que habíamos pasado ahí. —La vida es como una casa de piedra frágil —me había dicho en aquella ocasión—; se trata de construir, pero no apegarse a nada. Porque un pequeño terremoto la puede volver polvo y de repente tienes que comenzar de nuevo. Yo había tomado en cuenta ese consejo, pero a mi manera. Él tenía razón, la vida es así, pero en los cimientos puedes esconder un tesoro, que podrás usar una vez que esté hecha polvo.

Él colocaba cada ladrillo de su reciente edificación con el orgullo de cumplir un sueño anhelado. Estaba feliz, tarareando To Build a Home. —Sabes madre, los chibchas edificaban sus hogares sobre cuerpos de vírgenes, para hacerlos más resistentes —mencionó. No obtuvo respuesta de su progenitora, pero eso no impidió que continuara su labor. Al terminar aquella fase del paredón, dio un beso sobre la superficie y susurró: —Y aunque no eras virgen, espero que tu cuerpo me brinde un hogar resistente.

Volvieron a pelear, algo habitual entre ellos. ¿Cómo podía sacarse ese enojo, esa frustración...? Fue a su antigua casa, se quedó mirando el living recordando lo que fue cuando vivía con su familia, y no con él, de repente comenzó a sonar To Build A Home —Tengo que bailar —Susurró ella. Comenzó a hacerlo tímida, luego se soltó porque en ese lugar es donde ella no se sentía sola.

Otra vez le vi llegar arrastrando los pies con gran pesadez, en su semblante podía ver grabado la sombra de un amor enfermizo y condicionado, uno con sabor a veneno. —Perdona mi atrevimiento— dijo lleno de aflicción apretando el sombrero entre sus manos. —Te perdono cada día por traicionar tu amor e irte de mi lado, no me pidas perdón por regresar. Por la mañana, el hombre afligido tomaba sus ropas y negándo su propio corazón regresaba a aquella casa que solo significaba dolor y prisión.

Tu lenguaje corporal me desconcierta, por un lado, ese olor, el sabor de tu cuerpo al hacerte el amor, ese jugueteo frenético que me pone de cabeza, enamorándome, embruteciendo mis sentidos, el brillo opaco de tus ojos al mirarme entre cerrados, besar cada centímetro de tu cuerpo, mordisquear… y luego indiferencia. Hoy disfruto poco menos que nada de ti, al fin y al cabo, ya casi nada queda, ya tu piel se desmorona con tan solo rozarla y he disfrutado cada parte que comí.